Domínico Nadal, Cambio Total.
Esperaban el momento para patear la Mesa… Creyeron que tras
la arremetida de las FARC-EP, en respuesta del ataque de las fuerzas
militares-narcoparamilitares comandadas por el presidente Santos, que éste era
el momento. Mas no. Se equivocaron de cabo a rabo.
Todo el mundo miraba –y todavía miran- estupefacto al
presidente Santos –quien sin un ápice de vergüenza- decía que el proceso de
Conversaciones de La Habana pendía de un hilo porque él, JuanPa, no soportaba
que las FARC-EP impidiera que los dueños de Buenaventura y de Colombia –sus amigos
y compañeros de clase- sacaran sus mercancías por el puerto del Pacífico. El
único que brincaba como saltimbanqui era Uribhitler y no faltó quien le
sugiriera que debía cobrar los réditos de la actual situación.
Mas la realidad –terca, como siempre-, le está mostrando lo
que perdería la oligarquía si decide ”patear la Mesa de La Habana”, como ayer hicieron
con los Acuerdos de La Uribe –y su Cese de Fuegos- y con la Mesa de Tlaxcala.
En primer lugar, el 60-80% del pueblo colombiano –ese que no le come cuento al
discurso del establecimiento en boca de JuanPa- le importa un bledo lo que diga
el mequetrefe de la Casa de Nari.
Porque hay que decir la verdad. Todos son
unos mequetrefes mandados por los gringos del norte.
Patear la Mesa de Conversaciones de La Habana, en momentos
en que sus propios medios dicen que ”nunca antes se había avanzado tanto con
las FARC-EP”, sería el más craso error político. Y favor que le harían a las
FARC-EP. Porque como conocemos a las FARC-EP –porque nuestro trabajo se
desarrolla en ”zonas guerrilleras”- sabemos que no están contentos con lo que
se ha acordado y, sobre todo, con lo que falta por acordar. Cosas que
probablemente no llegarán a ningún acuerdo porque de lo que se trata es
precisamente de abordar –y atacar- las causas que dieron origen al Conflicto
Interno Colombiano.
Causas como la enorme desigualdad económica –producto del
capitalismo neoliberal que implantaron desde el gobierno de César Gaviria
Trujillo-, al punto que Colombia es el tercer país con más desigualdad en
latinoamérica. Si de derechos políticos y humanos hablamos veremos que el
estado colombiano y sus gobiernos practican el Terrorismo de Estado de la DSN,
el cual ha arrojado más de 966.000 víctimas mortales y más de 6 millones de
desplazados forzosos. Si de derechos hablamos tendremos que mencionar el
derecho a la tierra que tienen los campesinos colombianos, los que siembran la
comida conque se alimentan todos, absolutamente todos los colombianos,
incluídos JuanPa, a menos que él sea cuerpo glorioso.Esos campesinos que han
soportado la política de desplazamiento forzoso adelantado por las fuerzas
militares-narcoparamilitares, las cuales si hacemos un consolidado se ha
convertido en un Cartel más del narcotráfico (o por qué creen que muchos jóvenes
desean enrolarse para traficar sin ninguna cortapisa).
Que el gobierno de JuanPa es un gobierno oligárquico –como el
de Uribhitler era mafioso totalmente-, lo demuestra el hecho que a las
compañias –nacionales y multinacionales- cada día les rebajan los impuestos y
les flexibilizan la jornada laboral de los trabajadores, a fin de que sus
dueños obtengan los máximos beneficios. Que no es un gobierno que siquiera
guarde las apariencias está patentizado en el hecho de que los desastres
ocasionados por el invierno –dejó más de 4 millones de damnificados, a los
cuales no les llegó ni un peso-, y ahora por la sequía provocan la más
calamitosa situación en los colombianos pobres, de a pié. Y si miramos la
Salud, la Educación sabemos que ese gobierno –como el de Uribhitler- le importa
un pepino las necesidades de los pobres. Ni se diga del famoso programa de ”Vivienda
Gratuita” que de gratuita no tiene nada porque los colombianos pobres tienen
que pagar dos millones de pesos –dos millones!- para poder inscribirse en el
mencionado programa, y algunos ya inscritos y pagada la cuota tienen más de
tres años de estar esperando que el ”milagro de la casita” se haga realidad.
La realidad nos está mostrando unas FARC-EP pujantes,
combativas, con la moral en alto; contrario a unas fuerzas
militares-narcoparamilitares que por mucho dinero que les den, los soldaditos –los
que ponen el pecho a las balas guerrilleras- saben que quienes se lucran de
esos dineros son las cúpulas de los mandos militares. Así las cosas, dicen los
sabios de la guerra que ésta se gana sea en el campo de batalla, sea en la Mesa
de Conversaciones.
Y en la Mesa se gana cuando se atacan las causas de la
guerra, se subsanan todos los errores cometidos durante los años de guerra, se
establecen comisiones de la Verdad, y se exorcisa la memoria de los muertos,
que increíblemente todos son hijos del pueblo. No hay un solo oligarca en ella.
Por ello, hemos sostenido que quien pierde –siempre y por siempre- no es el
pueblo que ha puesto los muertos, sino la oligarquía que ya no podrá seguir
manejando el país a su antojo porque frente a él está un pueblo luchador, verraco,
deseos de crear una Nueva Colombia.
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