Casi exactamente hace cuatro años, cuando
llevaba cinco días de haber sido elegido Presidente y sin nunca haberlo
mencionado en campaña, Juan Manuel Santos también anunció en una
entrevista en 'El Radar' que su gobierno sería de “Tercera Vía”. Hoy lo
repitió: a dos semanas de haber sido elegido con el apoyo de la
izquierda, Santos convocó un gran evento en Cartagena para relanzar su
gobierno, nuevamente, bajo el mismo rótulo. Solo que ahora le agregó que
la Tercera Vía es la vía de la Paz. ¿Podrá ser?
El mega-evento en Cartagena contó con la participación del ex primer ministro británico Tony Blair quien en su gobierno implementó exitosamente esta tendencia política, así como Bill Clinton, que derrotó en su momento al ala izquierda de su Partido Demócrata y a los republicanos reaganistas con una propuesta de centro; al ex presidente de Chile, Ricardo Lagos, representante de la Concertación; y a los de España, Felipe González; y de Brasil, Fernando Henrique Cardoso.
Que Santos haya organizado un evento de este tamaño a tan pocos días de su elección para anunciar el marco teórico de su nuevo gobierno deja el interrogante de por qué nunca mencionó en campaña la postura que ahora anuncia como su faro ideológico.
Pero más allá de eso, el evento envía una señal que seguramente tendrá un recibimiento muy diferente en la derecha y en la izquierda.
EL EFECTO SIMBÓLICO
“Es un escupitajo para la izquierda que lo ayudó a elegir”, dijo a 'La Silla' un observador político. Lo es, si se considera su origen político, puesto que la Tercera Vía nació como una reacción de Tony Blair a la izquierdización de su partido laborista.
Desde finales de los setenta, la llegada de Margaret Thatcher al poder había empujado a los laboristas a la izquierda y los había puesto en las manos de sus centros de poder, particularmente los sindicatos.
Tras perder sucesivas elecciones contra la derecha, en los años noventa Blair y Gordon Brown llegaron a la conclusión de que si el laborismo no reconocía la sociedad de mercado y hacía un esfuerzo para moverse hacia el centro, jamás recuperaría el poder.
Blair fundó, entonces, el New Labor. Su fundamento teórico era la teoría de la Tercera Vía, un concepto desarrollado por el sociólogo Anthony Giddens, del London School of Economics (donde estudió Santos una maestría en economía y administración pública unas décadas antes) que básicamente era una respuesta al neoliberalismo de derecha promovido por el thatcherismo y al socialismo promovido por los viejos laboristas. La fórmula le funcionó.
Con ese éxito en mente, Santos ingresó a la política colombiana hace 25 años defendiendo esta misma idea de la Tercera Vía y la definió así en una de sus columnas de 'El Tiempo':
“La disputa entre la vieja social democracia y el neoliberalismo fue lo que dio origen a la Tercera Vía. En lugar de regresar al pasado, lo que pretende la nueva izquierda es mantener los principios de la igualdad de oportunidades y de una mejor distribución de la riqueza, y una absoluta prioridad sobre lo social, pero con una concepción diferente sobre el papel del Estado y su forma de intervenir.
La nueva izquierda propone una alianza entre el sector público y el privado y considera que no se puede desconocer la importancia del mercado en el funcionamiento de la economía. En palabras del propio Tony Blair: 'competencia hasta donde sea posible; regulación hasta donde sea necesario'.”
Veinticinco años después, y sin que en Colombia haya habido realmente ni neoliberalismo ni una socialdemocracia –como lo anotó el académico Jorge Giraldo en una columna de El Colombiano- Santos recupera el concepto y dice que es el camino para conseguir la paz.
Suponiendo que el Presidente no está pensando realmente en que la Tercera Vía se puede aplicar tal cual a Colombia puesto que las condiciones políticas y económicas son totalmente diferentes a las de los años 90 en Estados Unidos y Europa, el nuevo mote podría tener un efecto principalmente simbólico y eventualmente útil para avanzar en el proceso de paz.
Rotulándose como la Tercera Vía, así sea un concepto superado incluso por los mismos partidos de los ex presidentes que vinieron al evento en Cartagena, Santos envía el mensaje que su gobierno no será de izquierda y que la eventual entrada a su gabinete de algunas personas más sintonizadas con lo que se está discutiendo en la Habana (suponiendo que no era una mera rotación de ministros) no indicaría que él ahora es un castro-chavista. Tampoco las reformas que tendrá que hacer si quiere que el proceso de paz funcione.
Esto podría no ser bien recibido por los pocos en la izquierda que pudieran albergar la esperanza de que Santos gobernaría con ellos, como lo propuso este domingo en su columna de Semana León Valencia.
Pero sí puede ayudar a calmar los temores dentro del Establecimiento de que Santos se haya vuelto un comunista tras recibir los apoyos electorales de Piedad Córdoba, Iván Cepeda y Clara López.
UN RÓTULO ANTI-RESISTENCIAS
Para la mayoría de los empresarios que estaban presentes en el evento, Bill Clinton, Tony Blair y Ricardo Lagos son personajes sensatos, que creen en la economía de mercado y que están lejos del socialismo. Que ellos digan que el proceso de paz es una oportunidad que este país no puede dejar pasar, podría ayudar a reducir sus resistencias a lo que se está pactando en la Habana.
También a enfrentar con menos temor reformas que Santos tendrá que comenzar a implementar ya, si es serio con su propósito de firmar la paz.
La primera es el nombramiento del nuevo gabinete, que esta vez sí tendrá que ser un “gabinete para la paz”.
En el último remezón Santos dijo que ese sería el “gabinete para la paz”, y el primer nombre que anunció fue el Rubén Darío Lizarralde, como ministro de Agricultura.
Dos meses después, Lizarralde presentó un proyecto de ley de baldíos que iba en contra de lo que se estaba pactando en la Habana, en particular la titulación masiva de baldíos. Estaba tan en contravía que Lizarralde lo tuvo que retirar y aunque anunció que lo presentaría este año lo cierto es que el gobierno –como lo dijo La Silla en su momento- lo engavetó.
Para materializar los acuerdos que se han ido logrando en Cuba, también tendrán que haber ajustes dentro del mismo gobierno.
Por ejemplo, el Igac necesitará reformarse para ser más eficiente y lograr actualizar el catastro rural, que es el primer paso para que la mitad de los pequeños campesinos del país puedan acceder a créditos y asistencia técnica.
Para la administración del fondo de tierras que han negociado, el Incoder difícilmente podrá seguir siendo manejado por las cuotas políticas del senador conservador Hernán Andrade como sucede hoy en día.
La semana pasada, un día después de elecciones y el primero sin la restricción de la ley de garantías, el gerente Rey Ariel Borbón descabezó al experto en distritos de riego, que es el más importante de los bienes públicos rurales y uno de los ejes de cualquier revolución en el campo.
Ya las investigaciones sobre acumulación de tierras se las había encomendado –como lo denunció La Silla- a un exdiputado huilense y ahora asesor de despacho suyo sin ninguna experiencia en el tema.
Para el apoyo a los pequeños campesinos, el gobierno tendrá que organizar un sistema de finanzas adecuado para que les presten a los campesinos sin el colateral que exigen los bancos normales.
Todos estos cambios implican resistencias. Burocráticas en aquellas entidades que tendrán que cambiar sus enfoques y de sectores políticos que podrían interpretar estos cambios como de tendencia más socialista.
Sobre todo porque tal como está concebido el proceso de paz, la idea es promover al máximo la participación de la sociedad y de las organizaciones sociales en las zonas priorizadas para la ejecución de los acuerdos de paz para ir construyendo Estado “de abajo hacia arriba” como lo explicó en su conferencia en Harvard el Alto Comisionado de Paz Sergio Jaramillo.
“Políticamente, el concepto de la Tercera Vía ayuda a hacer cambios administrativos de política pública sin que sean interpretados como un paso hacia un socialismo inaceptable”, dijo una persona que trabaja en temas relacionados con el proceso de paz.
El concepto de Blair también podría eventualmente servir para reducir las resistencias de las empresas a ser reguladas, algo que también seguramente saldrá de los acuerdos en la Habana o que por lo menos será uno de los requisitos para que funcione.
Si para Clinton el problema era cómo desmantelar la dependencia del Estado Bienestar (Welfare State) o para Blair cómo reducir el poder de los sindicatos, en las zonas donde se construirá la paz de Colombia el problema no es qué tanto Estado y qué tanto mercado debe haber. No hay ni mercado ni Estado. En muchos de estos lugares lo único que hay son redes mafiosas y pobreza extrema.
Si algún día se logra la paz en estos territorios es previsible que se valorizará la tierra y aumentará la actividad económica. Habrá como mínimo una intensificación en la construcción de infraestructura de vías, de distritos de riego, etc, sin mencionar el surgimiento o el incremento de otro tipo de negocios desde la minería, la agroindustria y el turismo.
Cuando la época de Blair la gran propuesta eran las alianzas público-privadas para llevar servicios públicos. En cambio, desde la crisis financiera global de 2008, hay una conciencia mucho más clara de que hay que regular a las empresas.
En ese sentido, la semana pasdas en el foro de la OECD sobre conducta empresarial se volvieron a discutir esos estándares que tienen que cumplir las empresas en derechos humanos, en impactos adversos en el ambiente y en las comunidades aledañas, unos estándares que como muestra el reciente informe de Pax Christi sobre la Drummond, no siempre se cumplen en el país.
“Si se aplicaran en Colombia podrían darle a la ‘Tercera Vía’ el otro 50 por ciento de contenido”, dijo una fuente que conoce bien las agendas gloabales para el desarrollo como los Principios Rectores de la ONU sobre empresas y derechos humanos o la agenda antipobreza del Banco Mundial.
Cuando Santos nombre el nuevo gabinete se comenzará a saber si los millones de pesos de los contribuyentes invertidos en traer a estos expresidentes a Cartagena habrá servido en algo para la paz o si el propósito era solo reeditar la filosofía que el Presidente no ha podido aplicar en dos décadas e inflar su ego.
La Silla Vacía
El mega-evento en Cartagena contó con la participación del ex primer ministro británico Tony Blair quien en su gobierno implementó exitosamente esta tendencia política, así como Bill Clinton, que derrotó en su momento al ala izquierda de su Partido Demócrata y a los republicanos reaganistas con una propuesta de centro; al ex presidente de Chile, Ricardo Lagos, representante de la Concertación; y a los de España, Felipe González; y de Brasil, Fernando Henrique Cardoso.
Que Santos haya organizado un evento de este tamaño a tan pocos días de su elección para anunciar el marco teórico de su nuevo gobierno deja el interrogante de por qué nunca mencionó en campaña la postura que ahora anuncia como su faro ideológico.
Pero más allá de eso, el evento envía una señal que seguramente tendrá un recibimiento muy diferente en la derecha y en la izquierda.
EL EFECTO SIMBÓLICO
“Es un escupitajo para la izquierda que lo ayudó a elegir”, dijo a 'La Silla' un observador político. Lo es, si se considera su origen político, puesto que la Tercera Vía nació como una reacción de Tony Blair a la izquierdización de su partido laborista.
Desde finales de los setenta, la llegada de Margaret Thatcher al poder había empujado a los laboristas a la izquierda y los había puesto en las manos de sus centros de poder, particularmente los sindicatos.
Tras perder sucesivas elecciones contra la derecha, en los años noventa Blair y Gordon Brown llegaron a la conclusión de que si el laborismo no reconocía la sociedad de mercado y hacía un esfuerzo para moverse hacia el centro, jamás recuperaría el poder.
Blair fundó, entonces, el New Labor. Su fundamento teórico era la teoría de la Tercera Vía, un concepto desarrollado por el sociólogo Anthony Giddens, del London School of Economics (donde estudió Santos una maestría en economía y administración pública unas décadas antes) que básicamente era una respuesta al neoliberalismo de derecha promovido por el thatcherismo y al socialismo promovido por los viejos laboristas. La fórmula le funcionó.
Con ese éxito en mente, Santos ingresó a la política colombiana hace 25 años defendiendo esta misma idea de la Tercera Vía y la definió así en una de sus columnas de 'El Tiempo':
“La disputa entre la vieja social democracia y el neoliberalismo fue lo que dio origen a la Tercera Vía. En lugar de regresar al pasado, lo que pretende la nueva izquierda es mantener los principios de la igualdad de oportunidades y de una mejor distribución de la riqueza, y una absoluta prioridad sobre lo social, pero con una concepción diferente sobre el papel del Estado y su forma de intervenir.
La nueva izquierda propone una alianza entre el sector público y el privado y considera que no se puede desconocer la importancia del mercado en el funcionamiento de la economía. En palabras del propio Tony Blair: 'competencia hasta donde sea posible; regulación hasta donde sea necesario'.”
Veinticinco años después, y sin que en Colombia haya habido realmente ni neoliberalismo ni una socialdemocracia –como lo anotó el académico Jorge Giraldo en una columna de El Colombiano- Santos recupera el concepto y dice que es el camino para conseguir la paz.
Suponiendo que el Presidente no está pensando realmente en que la Tercera Vía se puede aplicar tal cual a Colombia puesto que las condiciones políticas y económicas son totalmente diferentes a las de los años 90 en Estados Unidos y Europa, el nuevo mote podría tener un efecto principalmente simbólico y eventualmente útil para avanzar en el proceso de paz.
Rotulándose como la Tercera Vía, así sea un concepto superado incluso por los mismos partidos de los ex presidentes que vinieron al evento en Cartagena, Santos envía el mensaje que su gobierno no será de izquierda y que la eventual entrada a su gabinete de algunas personas más sintonizadas con lo que se está discutiendo en la Habana (suponiendo que no era una mera rotación de ministros) no indicaría que él ahora es un castro-chavista. Tampoco las reformas que tendrá que hacer si quiere que el proceso de paz funcione.
Esto podría no ser bien recibido por los pocos en la izquierda que pudieran albergar la esperanza de que Santos gobernaría con ellos, como lo propuso este domingo en su columna de Semana León Valencia.
Pero sí puede ayudar a calmar los temores dentro del Establecimiento de que Santos se haya vuelto un comunista tras recibir los apoyos electorales de Piedad Córdoba, Iván Cepeda y Clara López.
UN RÓTULO ANTI-RESISTENCIAS
Para la mayoría de los empresarios que estaban presentes en el evento, Bill Clinton, Tony Blair y Ricardo Lagos son personajes sensatos, que creen en la economía de mercado y que están lejos del socialismo. Que ellos digan que el proceso de paz es una oportunidad que este país no puede dejar pasar, podría ayudar a reducir sus resistencias a lo que se está pactando en la Habana.
También a enfrentar con menos temor reformas que Santos tendrá que comenzar a implementar ya, si es serio con su propósito de firmar la paz.
La primera es el nombramiento del nuevo gabinete, que esta vez sí tendrá que ser un “gabinete para la paz”.
En el último remezón Santos dijo que ese sería el “gabinete para la paz”, y el primer nombre que anunció fue el Rubén Darío Lizarralde, como ministro de Agricultura.
Dos meses después, Lizarralde presentó un proyecto de ley de baldíos que iba en contra de lo que se estaba pactando en la Habana, en particular la titulación masiva de baldíos. Estaba tan en contravía que Lizarralde lo tuvo que retirar y aunque anunció que lo presentaría este año lo cierto es que el gobierno –como lo dijo La Silla en su momento- lo engavetó.
Para materializar los acuerdos que se han ido logrando en Cuba, también tendrán que haber ajustes dentro del mismo gobierno.
Por ejemplo, el Igac necesitará reformarse para ser más eficiente y lograr actualizar el catastro rural, que es el primer paso para que la mitad de los pequeños campesinos del país puedan acceder a créditos y asistencia técnica.
Para la administración del fondo de tierras que han negociado, el Incoder difícilmente podrá seguir siendo manejado por las cuotas políticas del senador conservador Hernán Andrade como sucede hoy en día.
La semana pasada, un día después de elecciones y el primero sin la restricción de la ley de garantías, el gerente Rey Ariel Borbón descabezó al experto en distritos de riego, que es el más importante de los bienes públicos rurales y uno de los ejes de cualquier revolución en el campo.
Ya las investigaciones sobre acumulación de tierras se las había encomendado –como lo denunció La Silla- a un exdiputado huilense y ahora asesor de despacho suyo sin ninguna experiencia en el tema.
Para el apoyo a los pequeños campesinos, el gobierno tendrá que organizar un sistema de finanzas adecuado para que les presten a los campesinos sin el colateral que exigen los bancos normales.
Todos estos cambios implican resistencias. Burocráticas en aquellas entidades que tendrán que cambiar sus enfoques y de sectores políticos que podrían interpretar estos cambios como de tendencia más socialista.
Sobre todo porque tal como está concebido el proceso de paz, la idea es promover al máximo la participación de la sociedad y de las organizaciones sociales en las zonas priorizadas para la ejecución de los acuerdos de paz para ir construyendo Estado “de abajo hacia arriba” como lo explicó en su conferencia en Harvard el Alto Comisionado de Paz Sergio Jaramillo.
“Políticamente, el concepto de la Tercera Vía ayuda a hacer cambios administrativos de política pública sin que sean interpretados como un paso hacia un socialismo inaceptable”, dijo una persona que trabaja en temas relacionados con el proceso de paz.
El concepto de Blair también podría eventualmente servir para reducir las resistencias de las empresas a ser reguladas, algo que también seguramente saldrá de los acuerdos en la Habana o que por lo menos será uno de los requisitos para que funcione.
Si para Clinton el problema era cómo desmantelar la dependencia del Estado Bienestar (Welfare State) o para Blair cómo reducir el poder de los sindicatos, en las zonas donde se construirá la paz de Colombia el problema no es qué tanto Estado y qué tanto mercado debe haber. No hay ni mercado ni Estado. En muchos de estos lugares lo único que hay son redes mafiosas y pobreza extrema.
Si algún día se logra la paz en estos territorios es previsible que se valorizará la tierra y aumentará la actividad económica. Habrá como mínimo una intensificación en la construcción de infraestructura de vías, de distritos de riego, etc, sin mencionar el surgimiento o el incremento de otro tipo de negocios desde la minería, la agroindustria y el turismo.
Cuando la época de Blair la gran propuesta eran las alianzas público-privadas para llevar servicios públicos. En cambio, desde la crisis financiera global de 2008, hay una conciencia mucho más clara de que hay que regular a las empresas.
En ese sentido, la semana pasdas en el foro de la OECD sobre conducta empresarial se volvieron a discutir esos estándares que tienen que cumplir las empresas en derechos humanos, en impactos adversos en el ambiente y en las comunidades aledañas, unos estándares que como muestra el reciente informe de Pax Christi sobre la Drummond, no siempre se cumplen en el país.
“Si se aplicaran en Colombia podrían darle a la ‘Tercera Vía’ el otro 50 por ciento de contenido”, dijo una fuente que conoce bien las agendas gloabales para el desarrollo como los Principios Rectores de la ONU sobre empresas y derechos humanos o la agenda antipobreza del Banco Mundial.
Cuando Santos nombre el nuevo gabinete se comenzará a saber si los millones de pesos de los contribuyentes invertidos en traer a estos expresidentes a Cartagena habrá servido en algo para la paz o si el propósito era solo reeditar la filosofía que el Presidente no ha podido aplicar en dos décadas e inflar su ego.
La Silla Vacía
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