Cambio
Total.
Llegó la
hora. Los partidos tradicionales burgueses –toda esa gama de pelafustanes- han
llevado al país a la bancarrota total. Ellos crearon la infernal maquinaria del
narco-paramilitarismo, nacida de las estructuras del narcotráfico, creado a su
vez de todo lo delincuencial que tienen los colombianos dedicados a ese “oficio”.
Ahora la oligarquía tradicional se compromete con quien sea con tal de ganar
algunos votos, mientras el “último embaucador” y “encantador de serpientes”
sigue prometiendo más guerra a los sectores que viven de ella –militares o
militaristas (incluída la policía), narcotraficantes, extrema derecha,
narco-paramilitares, etc- y se sienten bien con ella.
Mas siempre
ha habido un pueblo, sectores sociales le llaman algunos, que no les ha comido
cuentos en ningún momento. Ese pueblo no ha participado en la farsa electoral y
siempre se ha movilizado en lucha por sus reivindicaciones, una y otra vez
escamoteadas al greuso del pueblo e incumplidas al poco pueblo que les comía
cuentos. Así han pasado doscientos años de “vida republicana” hasta hoy.
Hoy ya el
pueblo sabe que de su participación o no dependerá el futuro de la oligarquía
tradicional. Sabe que los cantos de sirenas narco-paramilitares son
encantamientos falsos, sin ningún asidero en la realidad. Hoy el peso
específico del pueblo está seriamente evaludado por la oligarquía tradicional.
Y como siempre, están pensando en como “atraerlos” para que participen a su favor,
para volverlos a tirar al olvido cuando pasen éstas elecciones.
Por ello,
el verdadero punto de quiebre está en el valor de la participación del pueblo
en las elecciones del próximo domingo. No es presentándose al convite del “compadre
rico” como un convidado de piedra. No es regalándose, como antes y hace más de
doscientos años. No es diciéndole a Santos “aquí estamos para apoyarlo” porque
la Paz es nuestra, sino venga señor Santos, sigamos sentados en la Mesa de La
Habana, discutamos las formas de crear entre todos un Nuevo País, con Nueva
Institucionalidad y superestructuras. Para ello, primero firmemos los Pactos
políticos del momento, después firmemos los Acuerdos de Paz, y después
contruyamos ese nuevo país que todos queremos (bueno, no todos, a excepción de
los “enemigos de la Paz”).
El pueblo
no tolerará una vez más que se burlen de él. Si la oligarquía tradicional no
quiere entenderlo, tocará entonces construir ese Nuevo País, esa Nueva
Colombia, solamente por el pueblo. Y ahí si será verdad que cambiaremos hasta
los cimientos del viejo Edificio estatal porque no es posible remendar el viejo
y vetusto edificio estatal con ladrillos nuevos porque ese viejo edificio se
está cayendo de a pedazos.
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