Hay al menos cinco diferencias que separan a la
derecha republicana de Santos de la extrema derecha uribista.
Por: Rodrigo Uprimny
Primero, está el proceso de paz. Zuluaga le
reconoce ahora algunas virtudes, pero lo hace por estrategia electoral,
pues no sólo durante meses lo atacó duramente y anunció que lo
suspendería, sino que no admite siquiera la existencia del conflicto
armado. ¿Cómo podría entonces negociar la terminación de algo que para
él no existe? La elección de Zuluaga, y el retorno del uribismo,
implicarían el fin de este proceso de paz, que tiene oportunidades
reales de ser exitoso. Quedaríamos condenados a una guerra, que sería
larga y degradada, con los enormes sufrimientos que esto implica.
Segundo, está la relación con los vecinos, especialmente con Venezuela y Ecuador, que están gobernados por gobiernos de izquierda. Personalmente tengo críticas profundas al autoritarismo de estos dos gobiernos, pero Colombia tiene que preservar relaciones pacíficas con ellos. Y durante el gobierno de Santos, las relaciones con esos países se normalizaron, mientras que Uribe casi nos lleva a una confrontación armada. La elección de Zuluaga y el retorno del uribismo nos llevarían de vuelta a esas graves tensiones internacionales.
Tercero, está el respeto de la legalidad. Santos ha recurrido al clientelismo y la mermelada, lo cual es criticable. Pero el uribismo no sólo usó también masivamente la mermelada, sino que recurrió a prácticas abiertamente ilegales, como las ‘chuzadas’ y los seguimientos a los magistrados y opositores, para perpetuarse en el poder. Esas ilegalidades fueron desmontadas por Santos. En cambio, el incidente del hacker, que Zuluaga nunca explicó satisfactoriamente, muestra que la elección de Zuluaga y el retorno del uribismo harían retornar esas ilegalidades, que pondrían en grave riesgo la continuidad del Estado de derecho.
Cuarto, está el respeto al pluralismo y la oposición. El uribismo entiende la política como una dialéctica amigo enemigo y por ello se caracterizó por perseguir y estigmatizar como terroristas a quienes criticaran su gobierno. Santos ha sido más respetuoso de las diferencias y de la movilización social. La elección de Zuluaga y el retorno del uribismo nos volverían a la polarización y estigmatización, que afectan no sólo las posibilidades de que haya oposición política y protesta social sino incluso que exista disenso y crítica.
Finalmente, la elección de Zuluaga y el retorno del uribismo implicarían el regreso del fundamentalismo en materia de drogas, mientras que Santos ha intentado una apertura a opciones más democráticas en este campo.
Tengo profundas discrepancias con el actual gobierno, en especial por su clientelismo y sus estrategias económicas, y por ello no voté por Santos en la primera vuelta. Pero estas cinco profundas diferencias muestran que esta elección es decisiva. Y por ello votaré por Santos el 15 de junio, pues sigo pensando que en esta coyuntura no tengo derecho al desencanto ni a la indolencia.
Segundo, está la relación con los vecinos, especialmente con Venezuela y Ecuador, que están gobernados por gobiernos de izquierda. Personalmente tengo críticas profundas al autoritarismo de estos dos gobiernos, pero Colombia tiene que preservar relaciones pacíficas con ellos. Y durante el gobierno de Santos, las relaciones con esos países se normalizaron, mientras que Uribe casi nos lleva a una confrontación armada. La elección de Zuluaga y el retorno del uribismo nos llevarían de vuelta a esas graves tensiones internacionales.
Tercero, está el respeto de la legalidad. Santos ha recurrido al clientelismo y la mermelada, lo cual es criticable. Pero el uribismo no sólo usó también masivamente la mermelada, sino que recurrió a prácticas abiertamente ilegales, como las ‘chuzadas’ y los seguimientos a los magistrados y opositores, para perpetuarse en el poder. Esas ilegalidades fueron desmontadas por Santos. En cambio, el incidente del hacker, que Zuluaga nunca explicó satisfactoriamente, muestra que la elección de Zuluaga y el retorno del uribismo harían retornar esas ilegalidades, que pondrían en grave riesgo la continuidad del Estado de derecho.
Cuarto, está el respeto al pluralismo y la oposición. El uribismo entiende la política como una dialéctica amigo enemigo y por ello se caracterizó por perseguir y estigmatizar como terroristas a quienes criticaran su gobierno. Santos ha sido más respetuoso de las diferencias y de la movilización social. La elección de Zuluaga y el retorno del uribismo nos volverían a la polarización y estigmatización, que afectan no sólo las posibilidades de que haya oposición política y protesta social sino incluso que exista disenso y crítica.
Finalmente, la elección de Zuluaga y el retorno del uribismo implicarían el regreso del fundamentalismo en materia de drogas, mientras que Santos ha intentado una apertura a opciones más democráticas en este campo.
Tengo profundas discrepancias con el actual gobierno, en especial por su clientelismo y sus estrategias económicas, y por ello no voté por Santos en la primera vuelta. Pero estas cinco profundas diferencias muestran que esta elección es decisiva. Y por ello votaré por Santos el 15 de junio, pues sigo pensando que en esta coyuntura no tengo derecho al desencanto ni a la indolencia.
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Rodrigo Uprimny ** Director de Dejusticia y profesor Universidad Nacional. / | Elespectador.com
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