OPINIÓN. Belisario terminó preso de los militares y los enemigos de la paz ganaron una vez más. Santos está atrapado en la misma lógica.
Desde
que Semana.com denuncio que la inteligencia militar interceptó
ilegalmente los chats de los negociadores de paz, el gobierno del
presidente Santos parece moverse como si estuviera enredado en su propia
madeja. Y por la forma como está trastabillando me recuerda lo que
pasó en el gobierno
de Betancur cuando la paz voló en mil pedazos por
cuenta de que los militares se opusieron al proceso de paz como una mula
muerta. Esa percepción se me reafirma aun más luego de escuchar al
inspector general del Ejército diciendo que las denuncias de SEMANA no
son ciertas.
La Belisarización de Santos se dio
desde el inicio de este escándalo. Cuando pensábamos que iba a salir en
defensa de sus negociadores de paz en La Habana –el primer día habló de
fuerzas oscuras y muchos alcanzamos a pensar que para allá iba– ,
terminó solidarizándose con los militares. Desde entonces no ha hecho
sino minimizar la denuncia; no ha rodado ninguna cabeza y la medida de
desvincular temporalmente de sus cargos a dos generales mientras la
Fiscalía concluye la investigación fue una reacción diseñada para
mantener tranquilas a las graderías de la reelección, que exigían alguna
clase de sanción política por exigua que fuera. El allanamiento que la
Fiscalía hizo en el restaurante de Galerías desde donde presuntamente se
habían hecho las interceptaciones ilegales se realizó 15 días antes de
que la revista publicara la noticia, y nadie dentro del Ejército había
considerado que era menester remover temporalmente a alguien. De la
misma forma en que nadie se interesó por investigar cómo fue que
llegaron las coordenadas al expresidente Uribe.
La
estrategia de minimizar el escándalo tampoco ha sido afortunada, porque
mientras más pasan los días es evidente que lo que SEMANA publicó es
solo la punta del iceberg y que las irregularidades que descubrieron en
la operación Andrómeda pueden estar sucediendo en otras fachadas que
aún no han salido a la luz pública. Pero además, la forma como se están
haciendo las interceptaciones denunciadas guarda similitudes muy poco
gratas con el escándalo del DAS. Un protagonista de ese escándalo, como
Germán Arenas, quien trabajó en esa entidad en la época en que se
produjeron las chuzadas, hoy es asesor del ministro Pinzón. También es
curioso que la Fiscalía hubiera allanado la Citec, que ha sido el lugar
donde han permanecido recluidos José Miguel Narváez y Alberto Arzayuz,
quienes fueron los cerebros del G-3, aparato utilizado para espiar a la
Corte Suprema de Justicia. Y si en las chuzadas del DAS había una
intención de acabar con la Corte Suprema de Justicia porque estaba
adelantando la investigación de la parapolítica, en esta ocasión el
objetivo es desviar la información con propósitos perversos para
desestabilizar el proceso de paz. Tantas coincidencias preocupan.
Por
lo pronto nos quedan claras varias cosas que no sabíamos: que el
descontento en los cuarteles con los diálogos en La Habana es más grande
de lo que muchos suponíamos, y que el hecho de que generales como Mora
estén representándolos en la Mesa no han servido de a mucho para
convencerlos. Quedamos notificados los colombianos también de que hay en
los cuarteles más militares de los que nos imaginábamos pensando que es
un absurdo firmar un acuerdo con las Farc cuando supuestamente esa
guerrilla agoniza por efecto de la estrategia militar.
Santos
hubiera podido decirle al país que él era el jefe de las Fuerzas
Armadas y que en su gobierno no iba a permitir que la inteligencia
terminara siendo utilizada para sabotear el proceso de paz, pero no lo
hizo. Y al no hacerlo, al gobierno se la abrió un flanco que ha puesto
al presidente Santos en una fragilidad inusitada, que me recuerda,
repito, la que tuvo el gobierno de Belisario Betancur con los militares.
El entonces presidente quería hacer la paz con las Farc y la guerrilla
estaba tan jugada como lo puede estar ahora. Sin embargo, el proceso
terminó explotando en mil pedazos debido en gran parte a la manera como
se manipuló la información por parte de la inteligencia militar.
Belisario terminó preso de los militares y los enemigos de la paz
ganaron una vez más.
Santos está atrapado en
la misma lógica. Le ha dado toda la posibilidad al ministro Pinzón para
que haga la guerra y para que haga una oposición directa al proceso de
paz, hecho que ha generado en los cuarteles un efecto cascada de abierto
rechazo a la salida negociada.
Este escándalo
demuestra que esa fórmula ya no le funciona al presidente Santos porque
no le ha servido para neutralizar a los verdaderos enemigos agazapados
de la paz. Ojalá que esta oposición que se siente en los cuarteles no
sea el caldo de cultivo para un escenario de mayor polarización en el
que escale la violencia y resurjan los magnicidios.
El
ambiente de tensión que vive hoy el país ofrece las circunstancias
propicias para que se abra esa compuerta y corramos el riesgo de
terminar como el presidente Santos: atrapados en la Andrómeda.
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