Por: Alfredo Molano Bravo
No hay duda de que el gobierno aprendió la lección del tal paro agrario. Las iniciativas de ley que prepara en sigilo el ministro Lizarralde son verdaderamente inexplicables si de recuperar el orden se trata.
Como se sabe, la mesa de concertación del Catatumbo se suspendió y terminará por ser liquidada. La razón es simple: el Gobierno acuerda pero no cumple. Motivo por el cual se preparan de nuevo paros campesinos en todo el país, comenzando por el indígena. La estrategia del Gobierno no tiene pierde: dilata las soluciones a punta de Esmad y de negociadores sin poder de decisión; la gente se cansa; los dirigentes, entre la espada y la pared, firman acuerdos, y el Gobierno los desconoce. Ahora el ministro de Defensa, cada día más parecido a Manolito el de Mafalda, va a llevar una iniciativa al Congreso para meter a la cárcel al que no proteste por medio de respetuosos memoriales, es decir, a quien salga a la calle o a la carretera y grite.
Es difícil —imposible— entender que el Gobierno con semejantes medidas pueda pretender que las negociaciones de La Habana avancen. Si incumple todo acuerdo; si vuelve babas toda palabra empeñada; si a todo el mundo, salvo a militares, congresistas y uribistas, le mama gallo, ¿qué se puede esperar de lo que promete en las mesas donde se sienta y posa para la foto? ¿Cómo puede legalizar el despojo de tierras en Vichada, Meta y Casanare a posteriori? ¿Cómo puede desconocer las demandas de gente que la única mermelada que conoce es la verde oliva?
Punto aparte. Estamos en plena fiebre de fútbol. Diez asesinatos de hinchas han tenido lugar en los dos últimos años. Los medios pasan videos; los editoriales truenan; las autoridades se sacan fotos con los responsables, que en el fondo son sólo los últimos actores de un drama que se origina en la mercantilización del deporte, se prolonga con la tronante publicidad y termina a puñaladas en las calles. El papel de los locutores que llaman a la victoria, a la batalla, a la revancha es idéntico al que cumplían los gamonales y los curas y párrocos durante la Violencia de los 50. Exacerbación del espíritu partidista, el sectarismo extremo, el radicalismo inconsciente dan frutos y, sobre todo, venden más. ¿No podrían relatar un partido con la serenidad y la inteligencia de un doctor Peláez?
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Alfredo Molano Bravo | Elespectador.com
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