Por Daniel Coronell, Revista SEMANA. Ver más artículos de este autor
OPINIÓN. William Pacheco, el oficial de la Policía sancionado e inhabilitado por la desaparición del joven Guillermo Hurtado hace 22 años, es hoy fiscal décimo de derechos humanos.
Foto: Jhon Calson
De
ser comandante de Policía pasó al asfalto. Lo destituyeron
disciplinariamente por su responsabilidad en la desaparición forzada de
un joven. Aunque parezca increíble el policía destituido se convirtió en
asesor de un congresista, después condenado por parapolítica.El asesor
congresional se t
ransformó nada menos que en fiscal aunque legalmente
no podía, ni puede, cumplir esa función. No contento con semejante
mutación, el personaje es ahora presidente de la Asociación Nacional de
Fiscales de Colombia.
El protagonista de esta
increíble historia se llama William Gildardo Pacheco Granados y la peor
parte es que hay denuncias que lo señalan de hacerse el de la vista
gorda con los paramilitares y, al mismo tiempo, amparar montajes y
testigos falsos contra defensores de derechos humanos.
La
historia arranca en marzo de 1991 cuando el joven Guillermo Hurtado les
contó a algunos allegados que había visto a varios miembros de la
Policía Nacional aparentemente asesinando a una persona en las cercanías
de Calarcá, Quindío.
Unos días después al
salón de billares de Armenia, donde Guillermo trabajaba, llegaron varios
uniformados al mando del teniente William Pacheco. No tenían una orden
judicial contra el joven, le pidieron sus papeles y él les mostró su
cédula inmediatamente. Sin embargo, se lo llevaron detenido.
Está
probado que el joven fue conducido a la subestación de Policía del
Barrio Santander. Lo liberaron esa noche, pero cuando apenas salía de la
estación fue interceptado por un carro particular. Varios testigos
aseguran que el aterrado Guillermo gritaba: “Mi teniente, no me vaya a
matar. Yo digo lo que usted quiera”.
Del joven
nunca se volvió a saber. Guillermo Hurtado Parra sigue desaparecido hoy,
22 años después. El teniente Pacheco no pudo explicar su actuación en
estos hechos y fue destituido disciplinariamente.
Mientras
apelaba la decisión, William Pacheco se desempeñó como miembro de la
Unidad de Trabajo Legislativo del entonces representante a la Cámara
José Domingo Dávila Armenta. (Ver certificado).
La
sanción de destitución fue confirmada por la Procuraduría y la Corte
Constitucional. Desde el año 2000 el Ministerio Público certifica que
sobre William Pacheco pesa una inhabilidad permanente que le impide,
entre otras cosas, desempeñar cargos en la Fiscalía General de la
Nación. (Ver antecedentes).
William
Pacheco, sin embargo, el mismo oficial de la Policía sancionado e
inhabilitado por la desaparición del joven Guillermo Hurtado, es hoy
fiscal décimo de derechos humanos y fue hasta hace poco el fiscal 22
antiterrorismo.
Nadie se explica cómo llegó al cargo y menos aún cómo puede seguir en este.
En
el ente acusador no ha perdido el tiempo. Mientras su antiguo jefe José
Domingo Dávila Armenta era condenado por parapolítica en relación con
el Pacto de Chivolo, la Corte Suprema reclamaba que se investigaran las
acciones del fiscal 22 antiterrorismo, William Pacheco, que con su
negligencia permitió que Jorge 40 y otros paramilitares se apropiaran de
numerosas propiedades de indefensos campesinos, precisamente en la zona
de Chivolo. (Ver Corte Suprema).
Con
procedimientos parecidos a los de la ‘fábrica nacional de testigos’,
que actuó contra Sigifredo López, el fiscal William Pacheco mandó a la
cárcel al defensor de derechos humanos David Rabelo Crespo y al
exsenador liberal José Aristides Andrade.
La
Justicia debe revisar lo que ha sucedido en estos casos. Más allá de
toda discusión está el hecho de que el acusador de estos dos hombres,
William Pacheco, no podía ser fiscal.
Sin
embargo ahí sigue. Y no solo eso, pues hace un tiempo fundó la
Asociación Nacional de Fiscales que pretende agrupar a los acusadores
del país, entre ellos los que investigan violaciones de los derechos
humanos. William Pacheco es el presidente de esa asociación cuyos
afiliados –gracias a un curioso convenio– pueden usar las instalaciones
del Club Militar pagando solamente la mitad de la cuota que se le exige a
un oficial subalterno. (Ver certificado de cámara).
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