Hernando Vanegas,
Blog Postales de Estocolmo.
El desarrollo del
capitalismo deformado en Colombia –industrialización con reaccionaria tenencia
de la tierra, dependencia de Estados Unidos, saqueo de recursos naturales, etc-
ha sido complicado con la cultura violenta agenciada desde las esferas de
poder. Esa cultura ha sido evidenciada en la llamada « La Violencia »
de los años 50 que adelantando el despojo de campesinos produjo más de 300.000
muertos.
Posteriormente
con el sofisma de las « repúblicas independientes” –figura que hoy es
socorrida por los terratenientes-ganaderos y sus voceros en el gobierno-, se
produce el ataque a Marquetalia, zona campesina del centro del país
(departamento de Tolima), ataque que dió nacimiento a las FARC, las cuales se
han desarrollado como guerrilla de defensa campesina hasta conformar las FARC
de hoy, las FARC-EP.
En la década de
los 60-70 un nuevo elemento viene a distorsionar el « desarrollo » del
capitalismo en Colombia. El narcotráfico. Traído por ciudadanos de Estados
Unidos (un tal Jimmy en la Sierra Nevada), el narcotráfico vino a ser la « perla
del reino » al que los sectores tradicionalmente corrompidos querían para sí
o tener muy cerca. Los corruptos politiqueros vieron acrecentar así su poder y
los militares vieron el instrumento ideal para adelantar su « guerra
contrainsurgente », recetadas por miembros del gobierno de Estados Unidos.
De la mano de
estos dos sectores, el narcotráfico permeó la sociedad colombiana. Se produce
la « traquetización » de la vida de la « sociedad » y el
cambio de valores morales que veían « normal » la forma fácil de
hacer dinero y la cultura colombiana se « traquetizó ». Los ríos de dinero
corrieron a raudales y los « narcos » compraban haciendas, ganderías
que competían con los tradicionales y reaccionarios ganaderos, equipos de fútbol
(Nacional con Botero a la cabeza, América con el Cartel de Cali, etc),
contrataban conjuntos de múscia vallenata, mejicana y de despecho, y hasta el « capo
de capos », Pablo Escobar Gaviria, incursionó en la política y hasta hay
una foto del entonces presidente César Gaviria Trujillo saludando efusivamente
al otro delincuente.
La « cultura
de la violencia » tuvo aquí su máximo impulso ya que las mafias del
narcotráfico llevan consigo mismas la violencia. En los « negocios »
mafiosos es normal que las deudas se cobren con la vida de la otra persona y el
desprecio de ésta es la regla. « La debes, la pagas ». El colombiano
común y los de la alta sociedad, obnubilados por el dinero fácil, se « traquetizaron »
e hicieron suya esta forma de vel la vida del subproducto del capitalismo.
Nunca jamás las mafias defienden el socialismo, por el contrario, son sus
enemigos connaturales ya que en la base de los negocios mafiosos está la
propiedad privada.
Esa « traquetización »
fue aprovechada desde sus inicios por los sectores militaristas quienes
adelantaban –y adelantan- la más cruel y seviciosa « guerra
contrainsurgente », amparados por la Doctrina de Seguridad Nacional. El
país y el mundo conoce a los extremos que ha llevado ésta traquetización y la
incalculable crisis humanitaria que vive Colombia. 500.000 víctimas son apenas
un pálido reflejo de los horrores sufridos por las clases pobres y clases
medias del país.
Por ello, se hace
indispensable alcanzar la solución política al conflicto interno a fin de ir
sembrando en el imaginario colectivo la « cultura de la Paz ».
Debemos adelantar una pedagogía de la Paz que inculce en los niños, jóvenes,
adultos, ancianos, los valores perdidos de honestidad, transparencia, lucha
contra la corrupción, y contra las formas violentas de solucionar los
conflictos en la sociedad. No se alcanzará la Paz sino la sembramos en la mente de todos
y cada uno de los colombianos. Solo así podremos vivir la vida en
paz, con justicia social. Solo así podremos disfrutar los derechos humanos a que
tenemos « derecho » por el simple hecho de ser humanos.
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