Hernando Vanegas Toloza,
Postales de Estocolmo.
La dejación de las armas de las FARC-EP en manos de la ONU fue
un día soñado. Hace muchos años esperábamos una acción político-militar así.
Era así porque conociendo el pensamiento de las FARC-EP sabíamos que, más
tempreno que tarde, llegaría un día en que por el accionar político-militar de
la insurgencia armada llegaríamos a ver el tránsito de insurgencia armada a
partido político legal.
La dejación de las armas
es un hito histórico, no hay duda. Mas todo el proceso de paz es
historia. Un proceso que quedará registrada en los anales de muchos países, de
la ONU y quedará sembrado en la mente de los colombianos de buen corazón.
El proceso de paz
muestra que una guerrilla decidida, no vencida, con un horizonte claro, puede
producir mucho bien a su pueblo. También que si hay una contraparte que
entiende que la vía militar está agotada, la solución política al conflicto
interno está allanada.
La dejación de las armas
no “es el fin de las FARC”, como dijo el presidente Santos en un lapsus que
muestra su interno deseo. No. La dejación de las armas de las FARC es uno de
cientos de compromisos cumplidos a carta cabal por la organización insurgente,
más la otra parte –el gobierno Santos- no cumple con la palabra empeñada y,
como siempre, la hace “conejo” al pueblo.
Mas no podemos quedarnos en la dejación de armas y en la
transformación de la guerrilla en partido político. Debemos seguir en la lucha –ahí
me incluyo- por conseguir las transformaciones que nuestro pueblo necesita y
que no han sido satisfechas por una oligarquía mezquina, que solo piensa en sus
intereses.
Nuestro pueblo lo ha entendido y de qué manera. Si bien no
creo en la encuestas porque ellas responden a los intereses de quien la
contrata, podemos colegir de la más reciente de Gallup que la imágen de las
FARC-EP se mantiene en las ciudades –en la zona rural es mucho más porque es su
zona de influencia histórica-, muy por encima de la de los partidos burgueses –liberal,
conservador, la U, Cambio Radical, etc-. Esto demuestra que el pueblo valora
altamente las acciones farianas.
Desde luego que fue un día
soñado. Debemos seguir soñando. Debemos seguir trazando la ruta de nuestro futuro.
Soñemos con un campo que adelante la Reforma Rural Integral y los campesinos
tengan la tierra necesaria para su sustento de vida. Soñemos que al
contradictor político o social no lo asesinen por su lucha. Soñemos que las
mujeres –todas- ocupen el lugar que merecen en la sociedad. Soñemos que los
obreros ganen un justo salario. Soñemos que los estudiantes tengan la educación
merecida y se puedan manifestar libremente y no sean asesinados por el ESMAD.
Soñemos que los viejos tengan la vida que merecen después de haber entregado
sus fuerzas a un capitalismo rapaz que les niega una vejez digna.
Soñemos –y construyamos-
una Nueva Colombia en paz con justicia social. Soñemos porque tenemos todo el
derecho de soñar después de haber soportado por 6 décadas una guerra injusta.
Soñemos que nuestros hijos y nietos viven en paz.
Soñemos. Soñemos.
Tenemos todo el derecho de seguir soñando porque nos merecemos vivir en una
patria que sea realmente nuestra. Soñemos. Vivamos. Gozemos. Rumbiemos. Vivamos
la vida que para eso es, para vivirla.
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