Francisco de Roux - El Tiempo.
Es cierto, grave e inaceptable que los asesinatos de líderes continúen. A esa oposición armada se responde con instituciones eficaces y participación ciudadana, no con muertes.
8 de marzo de 2017
La participación plena de la sociedad civil en el proceso de paz, pedida por el Eln, solo será posible cuando paren los fusiles, y el Eln debería tomar la iniciativa de adelantarse a pararlos, como hicieron las Farc con el cese del fuego unilateral, para precipitar el cese del fuego bilateral.
“El nombre de Dios no puede utilizarse para justificar la violencia. Solo la paz es santa. La guerra, no. La guerra, nunca”. Estas palabras del papa Francisco están en el mensaje sobre la no violencia que dio lugar a la conferencia que se llevó a cabo en la sede de la ONU, el viernes pasado.
Mientras participaba en la conferencia, presidida por el arzobispo Bernardino Auza, observador permanente del Vaticano en la ONU, no pude dejar de pensar en los diálogos de Quito, donde algunos miembros del Eln parecerían insistir en justificar la “retención” de civiles y la muerte de policías como respuesta a los asesinatos de líderes sociales, mientras que el Papa decía en su mensaje: “Atajar la violencia con violencia y la guerra con guerra extiende el sufrimiento a todo el pueblo y trae la muerte física de los que se empecinan en las armas”.
Es cierto, grave e inaceptable que los asesinatos de líderes continúen. Al final de la semana pasada mataron en Medellín a Alicia López Guisado, luchadora por la dignidad humana en Chocó. Muestra de que, sin lugar a dudas, hay una oposición armada contra el proceso de paz, distinta de la crítica política legítima a la forma como se adelanta el proceso. A esa oposición armada se responde con instituciones eficaces y participación ciudadana, no con muertes. Pero es claro que hay una organización macabra, de carácter nacional, que actúa contra la paz y hace pensar en una omisión sistemática del Estado en la protección de líderes que, confiados en la paz, toman riesgos por sus comunidades.
El Papa piensa que la solución a realidades como la nuestra, que evidencian problemas estructurales no resueltos, está en la participación ciudadana directa, conceptual y al mismo tiempo movilizadora; en lucha activa, creativa, no violenta, por la vida, la dignidad, la verdad y la justicia. El Eln también pide esa participación. Pero hay una diferencia. El papa Francisco deja claro que la participación civil para un cambio no se puede convocar desde la guerra, y solo surge con fuerza “cuando las víctimas de la violencia resisten a la tentación de la retaliación, se convierten en los promotores más creíbles de la paz y arrastran a los demás a la verdad, la justicia, la libertad y el amor”, como dice en su mensaje.
El Papa lo afirma no solo por razones morales, sino por los resultados presentado en la misma conferencia a partir del libro de Erica Chenoweth y Maria Stephan*, quienes muestran que los cambios estructurales necesarios para avanzar hacia la paz solo se dan con la participación de todas las partes de la sociedad y que esta participación amplia requiere que los grupos que llaman a ella sean los primeros en dejar la lucha armada y la violencia, independientemente de lo que haga el Estado. Y esto no como una concesión al Estado, sino como una prueba de que toman en serio a los ciudadanos en la lucha de la no violencia activa, que respeta la vida y la dignidad de los demás para ir al fondo en la lucha por todos los derechos humanos.
Si el Eln quiere la participación amplia de la sociedad, si quiere jugar el papel que sueña en la paz, si tiene la voluntad de acelerar el cese del fuego bilateral, si comprende el sufrimiento del pueblo por la guerra, tiene en sus manos la oportunidad de dar el primer paso. ¿Tendrán esa grandeza humana quienes se consideran seguidores de Camilo Torres?
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* ‘Why Civil Resistance Works’, Columbia U Press
“El nombre de Dios no puede utilizarse para justificar la violencia. Solo la paz es santa. La guerra, no. La guerra, nunca”. Estas palabras del papa Francisco están en el mensaje sobre la no violencia que dio lugar a la conferencia que se llevó a cabo en la sede de la ONU, el viernes pasado.
Mientras participaba en la conferencia, presidida por el arzobispo Bernardino Auza, observador permanente del Vaticano en la ONU, no pude dejar de pensar en los diálogos de Quito, donde algunos miembros del Eln parecerían insistir en justificar la “retención” de civiles y la muerte de policías como respuesta a los asesinatos de líderes sociales, mientras que el Papa decía en su mensaje: “Atajar la violencia con violencia y la guerra con guerra extiende el sufrimiento a todo el pueblo y trae la muerte física de los que se empecinan en las armas”.
Es cierto, grave e inaceptable que los asesinatos de líderes continúen. Al final de la semana pasada mataron en Medellín a Alicia López Guisado, luchadora por la dignidad humana en Chocó. Muestra de que, sin lugar a dudas, hay una oposición armada contra el proceso de paz, distinta de la crítica política legítima a la forma como se adelanta el proceso. A esa oposición armada se responde con instituciones eficaces y participación ciudadana, no con muertes. Pero es claro que hay una organización macabra, de carácter nacional, que actúa contra la paz y hace pensar en una omisión sistemática del Estado en la protección de líderes que, confiados en la paz, toman riesgos por sus comunidades.
El Papa piensa que la solución a realidades como la nuestra, que evidencian problemas estructurales no resueltos, está en la participación ciudadana directa, conceptual y al mismo tiempo movilizadora; en lucha activa, creativa, no violenta, por la vida, la dignidad, la verdad y la justicia. El Eln también pide esa participación. Pero hay una diferencia. El papa Francisco deja claro que la participación civil para un cambio no se puede convocar desde la guerra, y solo surge con fuerza “cuando las víctimas de la violencia resisten a la tentación de la retaliación, se convierten en los promotores más creíbles de la paz y arrastran a los demás a la verdad, la justicia, la libertad y el amor”, como dice en su mensaje.
El Papa lo afirma no solo por razones morales, sino por los resultados presentado en la misma conferencia a partir del libro de Erica Chenoweth y Maria Stephan*, quienes muestran que los cambios estructurales necesarios para avanzar hacia la paz solo se dan con la participación de todas las partes de la sociedad y que esta participación amplia requiere que los grupos que llaman a ella sean los primeros en dejar la lucha armada y la violencia, independientemente de lo que haga el Estado. Y esto no como una concesión al Estado, sino como una prueba de que toman en serio a los ciudadanos en la lucha de la no violencia activa, que respeta la vida y la dignidad de los demás para ir al fondo en la lucha por todos los derechos humanos.
Si el Eln quiere la participación amplia de la sociedad, si quiere jugar el papel que sueña en la paz, si tiene la voluntad de acelerar el cese del fuego bilateral, si comprende el sufrimiento del pueblo por la guerra, tiene en sus manos la oportunidad de dar el primer paso. ¿Tendrán esa grandeza humana quienes se consideran seguidores de Camilo Torres?
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* ‘Why Civil Resistance Works’, Columbia U Press
FRANCISCO DE ROUX
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