José María Carbonell.
Las comparaciones estúpidas
abundan muy especialmente en los medios de comunicación en poder de los ricos,
la élite. Generalmente son comparaciones traídas de los pelos y sin ningún
sustento en la realidad, torciendo esa realidad para equilibrar un proceso con
otro, intento a todas luces sin sentido.
Es lo que está pasando
con el Acuerdo Final y su Implementación. El veneno de los “periodistas” y “analistas”
es patético. Destilan odio por sus poros contra las FARC-EP, a pesar de la
seriedad conque la organización insurgente armada ha encarado el proceso de
paz, en cumplimiento de sus principios morales y éticos derivados de su filosofía,
el Marxismo-Leninismo.
Ningún partido del
establecimiento tiene en los actuales momentos una formación ideológica tan
sólida como la tienen las FARC-EP. Esa estructuración ideológica se alcanzó
durante los duros años de la guerra y ahora en ésta etapa de su ”reinserción”
en la sociedad será más evidente. Cuando hablamos de “reinserción” lo hacemos
en sentido figurado ya que las FARC-EP han estado siempre “insertados” en la
vida colombiana y en las clases populares, de allí el apoyo popular que no
permitió que la organización insurgente armada fuera vencida, ni siquiera con
la participación de las agencias policiales de Estados Unidos y el Plan
Colombia.
Los “analistas” y “periodistas”
han tratado de hacer una equivalencia entre el Acuerdo Final para una Paz
estable y duradera y el de los narco-paramilitares con Uribe Vélez.
Primeramente es imprescindible señalar que éste “proceso” de Uribe Vélez con
sus “socios” ha sido un total fracaso. Los “capos” están presos en
Estados Unidos por la extradición firmada por el mismo Uribe Vélez.
De los 32.000 narco-paramilitares que se ”inscribieron” en
ese proceso –para entregar unas cuantas armas- y se sometieron a la Ley de
Justicia y Paz ha habido unos pocos casos resueltos y menos condenas, a pesar
de que los narco-paramilitares
reconocieron 170.000 asesinatos de hijos del pueblo colombiano. Los narco-paramilitares presos en cárceles de ”máxima
seguridad” continuaron delinquiendo desde allí y durante el ”Pacto de Ralito” –sitio
en donde se adelantó las conversaciones entre compadres- los narco-paramilitares
asesinaron miles de líderes populares, con el silencio y la mirada complaciente
del estado.
Los “analistas” han
tratado de igualar el proceso de paz con las FARC-EP con la “parodia” de
proceso adelantado con los narco-paramilitares. No hay punto de comparación.
Algunos comparan la “dependencia de la droga” de las FARC y los
narco-paramilitares y señalan el “peligro” de que las FARC pudieran terminar
siendo narcotraficantes.
Esos analistas deben
despreocuparse. Las FARC son una organización armada insurgente, contrario a
los narco-paramilitares que eran –y son- una organización narcotraficante que
han sido utilizadas como herramienta contrainsurgente por las fuerzas militares.
Las FARC-EP no son narcotraficantes, ellas como
´estado´ que eran en su zonas de influencia cobraban un impuesto a los negocios
adelantados por los narcotraficantes que hacían negocios en esas zonas.
Ahora bien, el origen, el desarrollo y los objetivos de ambas
organizaciones son diametralmente opuestas y no pueden ser comparadas.
Las FARC-EP tienen una filosofía, el Marxismo-Leninismo, y sus objetivos eran –siguen
siendo- la toma del poder para el pueblo, por ello el acompañamiento fariano a
todas las luchas del pueblo colombiano.
Los ”narco-paracos” son organizaciones
delincuenciales comunes que no tienen principios y su objetivo no es
luchar por el pueblo, sino precisamente lo contrario, actúan contra el pueblo y
los mueven sus propios intereses –el narcotráfico- y los intereses de las
fuerzas que los utilizan, militares y politiqueros –contrainsurgencia, enemigo
interno, desplazar para apoderarse de las tierras de campesinos e indígenas,
etc-.
Podríamos continuar
detallando características diametralmente opuestas entre las FARC-EP y los
narco-paramilitares que definen una u otra organización, pero no es el objeto
de la presente reflexión. Solo queremos señalar que cualquier persona –por menos
inteligente que sea- sabe qué son las FARC-EP y como me decía un periodista “ninguna
persona que ha conocido a las FARC puede continuar hablando mal de ellas”.
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