EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS
No, alcalde, no va a ser suficiente con las disculpas por el retraso de ocho años y el sobrecosto de $127.000 millones en el túnel de la calle 94 de Bogotá.
Y no es suficiente porque el gesto encierra más el tufillo de lavatorio de manos, al estilo Pilatos, por las responsabilidades de una obra que terminó convertida en un monumento al desgreño, la corrupción y la politiquería, como lo fue en el pasado el intervenido puente de la 92.
Y porque representa el espejo retrovisor del cual no se ha querido desprender la actual administración, sin entender que con ello no solo polariza, sino que obliga a ciudadanos y funcionarios a comparar ejecutorias y estilos de administración, encerrados en un pasado del que pareciera que no se quieren separar.
De la hostigante verborrea de los que están y de los que se fueron ya está cansada la ciudad, especialmente en días críticos como el de ayer en el que la lluvia puso en jaque la movilidad y la paciencia de los bogotanos.
El “no fui yo”, el ”fue a mis espaldas”, el “hasta ahora me entero” y demás frases de cajón de nada sirven ante las urgencias de una urbe que, como lo señala el Ideam, está en alto riesgo de inundaciones cuando acentúe el invierno.
Sin profundizar en otros proyectos parados o en cámara lenta como la implementación del servicio de bicicletas públicas o el parque bicentenario que le están costando a la ciudad, según investigación de Caracol Radio, cerca de $270.000 millones.
Y mejor no hablemos de la frustrante falta de metro y sistemas de transporte decentes y seguros…
Si algo necesita esta ciudad son investigaciones que delaten a los responsables de esos actos vergonzosos, y después gerencia tangible para destrabar la ciudad del atolladero en que se encuentra.
Lo demás, alcalde, suena a eso, a disculpas por no estar tono con las exigencias de una ciudad que ha cambiado radicalmente en los últimos 20 años y requiere administraciones que “comprendan” sus retos.
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