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Una crónica del SÍ por la Paz y la salud mental

Written By Unknown on lunes, agosto 01, 2016 | lunes, agosto 01, 2016

“La mejor fórmula para vencer los embates de la guerra es el perdón”. Una historia desde Barranquilla
julio 29, 2016
Cada vez que alguien dice un NO contra los acuerdos del proceso de paz, suele ser por dos cosas: la primera por ignorancia a la más básica lectura de los acuerdos hasta ahora conciliados entre el Gobierno y la guerrilla, y la segunda por mera repetición del partido Centro Democrático, que de centro no tiene nada y de democrático mucho menos.
No todos lo que están en desacuerdo son uribistas, pero esos tampoco hacen mucho por no seguir repitiendo frases de que estamos en curso a un Estado “castrochavista”, así como también no todos los que nos declaramos a favor de los acuerdos de La Habana salimos a proclamarnos santistas.
Como hijo, como ciudadano, como oriundo de un departamento azotado por la guerra, desde pequeño fui acostumbrarme a mirar los periódicos con titulares sangrientos. Crecí con el fervor de que alguien con poder político y militar lograra comandar y poder destruir a quienes se encargaron de robar, asesinar y masacrar campesinos, ciudadanos y ganaderos. Crecí con el fervor de la rabia que provoca ver gente inocente sufrir. Una cosa era ver los llantos en la gente, pero fue muy distinto presenciar cómo mi hermanita de crianza, realmente mi primita de menos de dos años, se quedó sin padre por culpa de los miserables que lo asesinaron por el simple hecho de transportar profesores al corregimiento de Caracol, municipio de Colosó, en el departamento de Sucre. Eso solo fue una muy pequeña parte de todo el horror que se pasó en esa época.
Cuánta infamia, cuánta rabia, cuánto estrés en plena adolescencia. Obviamente todo eso encajaba en el presidente de la época y fue ahí cuando coincidí con sus ideales con la voz de comando, con la plena autoridad que ejercía sobre todo aquel que atreviera a desafiar su autoridad como jefe de estado. Incluso, en el 2003 lleve a mi abuelita y tías a ir a recibir a la plaza municipal a recibir las manillas y la información completa del referéndum de ese momento y a su vez el día de la votación juiciosamente les explicaba cómo votar por sí de ese entonces.
Todo ese “patriotismo”, esa fuerza en los discursos y el fervor era contagioso, hasta cuando en 11 grado, recién saqué la balota verde que indicaba que iba para la fuerza pública, alcancé a ser consciente de que quienes éramos egresados de colegios públicos íbamos a la guerra, y quienes terminaban en los colegios privados en Sincelejo iban a las universidades locales y de Barranquilla. Yo quería ir a la universidad pero las posibilidades en números eran solo restas en vez de sumas. Fue ahí donde comprendí que en Colombia existía un desbordado presupuesto para municiones, indemnizaciones a soldados muertos en combate y que la mayoría de ellos eran de pelaos como yo.
El ver sufrir a quienes amas, y ver crecer a niños sin sus progenitores  por culpa de la guerra, te crea una sensación de rabia. Pero la mejor fórmula es el perdón, algo que parece tan abstracto pero a la vez tan simple, algo que solo se puede dar desde la autoestima propia, algo que casi sublime que supera ilimitadamente la rabia y el inútil fervor de que exista una fuerza militar de venganza. Una querida profesora me enseñó que la libertad está en los libros. Primeramente leía periódicos, ahí entendí que la realidad social en nuestro país se deterioraba mientras inversamente el presupuesto nacional se volcaba a la guerra. Mi resumen solo fue pelaos como yo sirviéndole al país para ir al monte, luchar contra otros pelaos que posiblemente los reclutaron hace años para repetir las acciones del único mundo que han conocido. En pocas palabras, la universidad del crimen.
La salud mental se entiende como un estado dinámico que se expresa en la vida cotidiana a través del comportamiento, y la interacción de manera tal que permite a los sujetos individuales y colectivos desplegar sus recursos emocionales, cognitivos y mentales para transitar por la vida cotidiana, para trabajar, para establecer relaciones significativas y para contribuir a la comunidad”.  (Ley 1616 de 2003).
Bajo el punto de vista de ese concepto cabe una serie de preguntas que debes hacerte como colombiano, independientemente si has visto la guerra desde los noticieros privados o si la has visto en tus amigos o vecinos o familiares o si has vivido la crudeza y el rostro horrendo de la guerra.
  1. ¿Cómo puedes desplegar tus recursos emocionales sí aun te desgastas en discusiones pragmáticas e ideologizadas en apoyar la perpetuación de la guerra en vez de construir un futuro diferente al resentimiento?
  2. ¿Cómo puedes establecer relaciones significativas para los tuyos sí posees el deseo de venganza sangrienta a quienes marcaron con dolor la vida de personas inocentes?
  3. ¿Cómo puedes decir que eres “normal” cuando deseas ver a cada miembro de las fuerzas insurgentes bajo tierra, aún sin saber que alguno de ellos fueron reclutados siendo menores de edad?
  4. ¿Cómo se puede tener salud mental comentando desde las redes sociales con palabras soeces para quienes muestran su opinión frente al proceso de paz?
  5. ¿Cómo puedes pedir la guerra si le temes a ser el primero en fila en un escuadrón de soldados?
  6. ¿Cómo no puedes estar de acuerdo con el dialogo en vez que del conflicto?
Si bien es cierto no es un proceso de paz perfecto, pero realmente no existe, pero lo que sí se puede dar evidencia es que es el proceso de paz hasta ahora más completo, construido a pulso, acuerdo tras acuerdo, paciencia tras paciencia, en donde se otorga derechos políticos a quienes han sido desde ese lado los verdugos durante años. Pero solo será esta única oportunidad para que cumplan o la ley se los demandará.
El primer proceso de paz que debe iniciarse es con uno mismo: ser capaz de pasar la página, ser capaz de comprender que, por salud mental, debemos aceptar que los sentimientos de rabia o dolor deben ser dejados en el pasado y construir los cimientos personales en la reconciliación con nuestros sueños, metas y expectativas sin necesidad de recurrir al odio o al rencor colectivo con el cual hemos crecido. Por esa y por mil razones más vale leer, vale saber que un Sí por la Paz es un Sí por nuestra Salud Mental.
@DiegoVitola7
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