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Guerrilleros víctimas del conflicto social y armado (I)

Written By Unknown on sábado, agosto 23, 2014 | sábado, agosto 23, 2014

«En el mes de septiembre envió a su mamá el dinero que le había prestado y posteriormente ingreso a las filas de las FARC-EP, a la edad de 15 años» 
Por Equipo de Redacción Resistencia

Norbey
A principios del año 2000 en el municipio de El Castillo, del departamento del Meta, incursionaron paramilitares al mando de Martin Llanos, acompañados y apoyados de forma directa por el Batallón 21 Vargas establecido en Granada (Meta); la comunidad identificó que los militares se cambiaban las prendas oficiales por las empleadas por los paramilitares para cometer las criminales masacres en contra de la población civil, que era señalada de ser combatiente o colaboradora de la guerrilla; también dejaban sus armas de dotación oficial y empleaban fusiles AK-47 para con ellos asesinar a las víctimas.
En su avance por el territorio dejaron muerte y desolación; Norbey contaba para ese entonces con 13 años de edad y trabajaba en la finca de propiedad de don Gabriel Quiguanás, ubicada en la vereda La Floresta. Allí tuvieron noticias que indicaban que los paramilitares estaban en la vereda La Esperanza que era la más próxima a ellos. Ante la inminente llegada de los paramilitares, Norbey partió en la mañana de la finca donde trabajaba rumbo a casa de su mamá. Ese mismo día los hombres al mando del sanguinario Martin Llanos arribaron a la finca de los Quiguanás; allí fue golpeada y encerrada toda la familia, con excepción de dos de los hermanos. A uno de ellos lo torturaron introduciéndole el cañón de un fusil por el recto, al otro, llamado Edier Quiguanás, lo golpearon y posteriormente lo asesinaron a tiros.
Luego de estar donde su mamá, cuya casa era la última que había en la vereda La Floresta antes de comenzar la selva, Norbey se fue para la casa de su tía, que era donde usualmente vivía. Estando allí se enteró que el grupo paramilitar había llegado hasta la casa de su mamá, con la acusación de que era colaboradora de la guerrilla, dándole 10 minutos para abandonar el lugar, sacando sólo lo que pudiera en ese corto tiempo. Como es natural la mujer saco lo que pudo, incluyendo sus 7 pequeños hijos, para luego huir con rumbo a casa de su hermana (tía de Norbey).
A los tres días Norbey fue a la casa de su mamá, la cual encontró totalmente quemada. También vio algunos animales que se habían salvado, entre ellos un pequeño pato que tenía la cola medio chamuscada. En medio del dolor pensó: ¿Qué podrían estar pagando ellos? Eran unos campesinos humildes que vivían del cultivo del café. Resolvió de inmediato ingresar a la guerrilla, pero en las filas no lo recibían por su corta edad. Así que tomo la decisión de acompañar a su mamá y a sus siete hermanos y hermanas en su forzoso desplazamiento hacia la capital del país, el cual tuvieron que realizar solamente con el dinero del pasaje y unas pocas ropas que lograron salvar de la quema y destrucción de su vivienda.
Cuando iban saliendo hacia Bogotá pasaron por Puerto Esperanza, pueblito donde ellos solían comprar los víveres. Allí solo encontraron a 3 personas, ya que el resto de pobladores habían huido a causa de la incursión paramilitar. Estas personas les contaron que al primo Luis, de Norbey, que trabajaba como vaquero en la región, le habían quemado el rostro y el cuerpo con ácido y que luego lo habían matado haciéndole el sangriento “corte de franela”. La familia aterrada y conmovida no tuvo más que continuar con el desplazamiento.
A su llegada a Bogotá todo fue difícil, ya que llegaron sin nada a la casa de un familiar lejano. A los días siguientes se acercaron a una institución del Estado destinada a la recepción de ayudas a las víctimas del desplazamiento forzado; en este lugar recibieron unas cuantas colchonetas, algunos útiles de aseo y un mercado como para saciar el hambre por al menos 15 días.
No encontrando nada más que hacer, Norbey comenzó a trabajar vendiendo frutas y verduras en una carreta que el mismo empujaba por las calles de la capital. Por su parte, su mamá se dedicó a lavar ropas ajenas por unos cuantos pesos. A los 3 meses y ante la incomodidad que causaban a sus familiares por causa de tantos niños pequeños que había en la familia, tuvieron que buscar en arriendo un ranchito donde poder instalarse.
Poco tiempo después Norbey se comunicó con un tío suyo que trabajaba en la Uribe (Meta), y este le recomendó que se fuera a trabajar a dicha región como raspachin en cultivos de coca. Allí estuvo por cerca de un año, pero el asesinato de dos compañeros de trabajo suyos entre la Julia y Mesetas (Meta) y su posterior presentación como guerrilleros caídos en combate (crimen perpetrado por el Ejército), provocaron que Norbey nuevamente huyera hacia Bogotá.
El 8 de diciembre de 2001 llegó a Bogotá, donde empezó a trabajar con el compañero sentimental de su mamá, en un vehículo de tracción animal, mal llamado zorra, reciclando a partir de los desechos de los capitalinos. En este oficio se mantuvo hasta marzo de 2002, mes en que su madre le prestó dinero suficiente para irse al departamento del Vichada a trabajar con un primo. En el mes de septiembre envió a su mamá el dinero que le había prestado y posteriormente ingreso a las filas de las FARC-EP, a la edad de 15 años; la decisión, en palabras de Norbey, fue impulsada por la dura situación económica y social que padecía su familia y la totalidad de sus allegados, que como el resto del pueblo eran también víctimas de la violencia del Estado y sus fuerzas paramilitares… así que fue la única forma de defensa. Norbey dice que toda su familia ha sido víctima del Estado colombiano por ser partidaria de la lucha revolucionaria, y afirma que 17 familiares han sido muertos en combate haciendo parte de la guerrilla, solo recuerda los nombres de algunos: Arnulfo, Ricardo, Wilington, Armando, que eran sus tíos; Danilo, Wilder, Esteban, Alberto, Omerli, John Jairo, que eran sus primos; y Edilson, su hermano.
Norbey dedica esta historia a la memoria de su familia y todos los campesinos que fueron torturados, asesinados y desplazados en el Alto Ariari, por las tropas del Batallón 21 Vargas establecido en Granada (Meta), que actuaron en compañía de grupos paramilitares.
Montañas de Colombia, 22 de agosto de 2014

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