Alfredo Molano Bravo 5 Jul 2014 - 9:00 pm
El espaldarazo que los expresidentes de EE.UU.,
España, Chile y Brasil; el ex primer ministro de Inglaterra e Irlanda, y
el presidente del Banco Mundial le dieron en Cartagena a la política de
paz es tan significativo como el respaldo que ganó Santos en la segunda
vuelta.
Por: Alfredo Molano Bravo
La importancia está en que por primera vez Estado y guerrilla, ambos por parejo, se hacen responsables de ser victimarios. No se trata entonces de manzanas podridas sueltas ni de guerrillos extraviados, sino de responsabilidades del Estado y de la guerrilla como sujetos jurídicos. Sin duda se trata de un paso muy avanzado que facilita esa difícil álgebra entre el “tanto de justicia que se debe sacrificar para que haya paz”. Lagos lo dijo de otra forma: “No se puede sacrificar la paz por la justicia”. Uribe debe estar rechinando de la rabia en el Ubérrimo.
La declaración de Cartagena fue hecha ante un selecto público determinado, todo de blanco hasta los pies vestido. En otras palabras, los que mandan, y donde el uribismo ha tratado de cocinar su oposición a ultranza. Esta resistencia tiene armas con qué hacerla. De un lado, un importante sector de militares activos y uno no menor de militares en retiro. El ministro de Defensa cumple la función de tratar de calmarlos con sus declaraciones, pero todo parece indicar que logra lo contrario, ahucharlos más. El presidente debe pensar seriamente en mandarlo de embajador a Finlandia a que se le enfríe la cabeza. De otro lado, esa ultraderecha ejerce un poder innegable y peligrosísimo sobre las otras armas.
Luis Alberto Moreno puso sobre el tapete otro tema relevante. La paz y el desarrollo. Independientemente de lo que se entienda por las dos cosas, lo cierto es que el fin del conflicto armado liberará recursos. Dos puntos del PIB, ha dicho el ministro Cárdenas. A lo que se podría sumar, como sugirió Lagos, el 4% del impuesto de guerra, que, dijo, debería conservarse una vez firmado el acuerdo. Tiene razón. Los ricos —¿cómo llamarlos de otra forma?—, que sacarán de él grandes beneficios, deben renunciar a un pedacito de la desproporcionada tajada que apañan para poder dormir más tranquilos. Parte del problema está aquí. De la firma del acuerdo no puede salir solamente la dejación de armas sino también una prueba evidente y tangible de que el futuro va a ser mejor que el pasado, como dijo Clinton. Esas ganancias deben ser invertidas en la paz y se debe impedir que den la vuelta y regresen a las mismas manos de siempre.
El interés por la paz que se respiró en la reunión de Cartagena podría facilitar un compromiso mayor de EE.UU. en la reconciliación, que trascienda las simples declaraciones de simpatía y permita que Obama otorgue el perdón presidencial a Simón Trinidad como una evidencia tangible de su respaldo al proceso, verdadero punto de no retorno.
Nota: es increíble que nos sigamos matando después de cada triunfo de Colombia en el Mundial. ¿Y si pierde el equipo de Pékerman? Sólo en Bogotá han sido asesinados más de 17 ciudadanos. ¿Cuántos han sido los muertos, señor Gustavo Petro, después de las corridas de toros, consideradas por usted espectáculos violentos?
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