Una
publicación de la Agencia de noticias UN
–de la Universidad Nacional- nos da cuenta que “cada colombiano tiene su propia
concepción de Paz”. Y se escandalizan. Por qué? Acaso no es cada ser humano un
universo? Acaso no somos indivudialidades que “sumando” de mil maneras esas
indvidualidades llegamos a ser el “colectivo”? Acaso cada idea que tiene cada
colombiano sobre la Paz no es el “imaginario indivual-colectivo” que hemos
atesorado?
Ah,
diferente es que desde los medios oligárquicos –y la agencia UN es del sistema
imperante y lo reproduce- pretenda hacerse la “homogenización” del pensamiento
de los colombianos. Ah, diferente es que los medios en poder de la oligarquía
pretendan que la opinión que ellos producen y reproducen sea la única
verdadera. No.
Evidentemente
que las expectativas de cada colombiano sobre la Paz son diferentes, de acuerdo
con sus insumos. Un obrero tendrá como símbolo de Paz que la explotación, por
lo menos, sea menos violenta. Un campesino tendrá que el estado cumpla sus
obligaciones y supla sus carencias ancestrales de despojo de tierras,
desplazamiento, salud, vivienda, largamente incumplidas por el Estado en toda
su historia. Un estudiante conceptuará que la Paz es además de un mejor país,
una profunda reforma educativa que posibilite a los sectores de más bajos
recursos económicos el acceso a la educación. La mujeres tendrán su propia
opinión y así todas las clases y sectores de la sociedad.
Entonces,
lo que está en el centro de la discusión en la Mesa de La Habana, es
precisamente que el Estado colombiano tiene que modernizarse porque el lastre
que carga es del siglo 19, ni siqueira del veinte. Decimos “modernizarse”, lo
cual implica “reformas” estructurales ya que el obsoleto estado que usufruta la
oligarquía es un estado supremamente atrasado en la historia. La tenencia de la
tierra, por ejemplo, es una tenencia feudal, en donde el terrateniente-ganadero
es quien determina salarios y relaciones de producción, y ahí no hay estado-santo
que valga. Por ello, la política de desplazamiento forzado –agenciada desde el
Estado- sigue produciendo millones de desplazados –más de 1 millón en el
gobierno Santos- sigue aplicándose impúnemente y para eso tampoco hay organismo
internacional que valga, lo único que hacen es denunciar el “fenómeno”.
Y así,
todas las esferas de la vida estatal están impregnadas de un total marasmo
derivado de las atrasadas concepciones que prevalecen en el estado, y la frondosa
burocracia estatal no se mueve sino es al calor de las “mordidas”, lo cual
equivale a decir que el que paga –el rico- obtiene por lo que ha pagado.
Modernizar este paquidérmico y atrasado Estado es la tarea de las FARC-EP –por mandato
popular- en la Mesa de Conversaciones de La Habana y hacer que siquiera los
delegados gubernamentales acepten la necesidad de tratar, por ejemplo, la
feudal tenencia de la tierra –que ni siquiera tiene un Censo Agrícola- se
tropieza con el muro de la sacrosanta propiedad privada Un muro peor que el
Muro de Berlín), propiedad privada conseguida a fuerza de asesinatos, desaparecidos,
ejecutados extrajudiciales, masacres y desplazados. De hecho, las cifras del
gobierno nacional sobre empleo y pobreza nunca contemplan el millón de
colombianos que son arrojados a la pobreza y la marginalidad producto de esas
políticas de desplazamiento y despojo.
Hablar de
la Paz en serio implica “coger el toro por los cuernos” –así no le gusten a
Petro las corridas (por qué no prohiben las violaciones de derechos humanos?)-
y modernizar todo el Estado, que en las actuales circunstancias casi que
equivaldría a crear nuevos cimientos y nuevos edificios, cimientos que deben
ser sólidos y no como las “cajitas de cartón” del Space, construído por ricos
para clase media, para que se mueran los otros si se derrumba.
Evidentemente
que aquí sale otro “inamovible” muro de Israel que es el de que “no está en
discusión el modelo económico-político” y, mucho menos, las fuerzas militares –narcoparamilitares-,
olvidando que precisamente ese modelo y ese estado fue el que dió origen al
conflicto interno cuando en 1964 agredió a la vereda Marquetalia, incendiando
el país y lo convirtió en “laboratorio de contra-insurgencia”, cuyos frutos hoy
los vemos en los 6,7 millones de vítimas y convirtió a Colombia en país
exportador de muerte por cuenta de las “asesorías” que las fuerzas militares
colombianas hacen a otros países latinoamericanos, a un paso de convertirse el el
“Israel suramericano”, sueño dorado del presidente Santos.
Debemos,
entonces, si queremos la Paz de verdad, hablar en serio... No sigan con
mentiras, Santos, por favors.
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