Alfredo Molano Bravo 14 Jun 2014 - 9:00 pm
Soy de los que creen que en las elecciones de
hoy domingo se decide entre la paz —que está al alcance de la mano— y la
guerra, que está que se mete por la puerta de atrás, por donde siempre
entra la extrema derecha.
Por: Alfredo Molano Bravo
Las campañas electorales que hemos visto, pese a la trascendencia de la decisión que se juega, han sido pandas y tontas. El uribismo ha tomado como lema su brutal “le rompo la cara, marica”. Fue lo que casi hace Zuluaga con Santos en el último debate televisado. Un paso más fuera del atril y le pone la mano al presidente, que, la verdad, toreaba con la frialdad que lo caracteriza al energúmeno uribista. La loca de las naranjas es la fiel imagen de lo que nos espera si gana Zuluaga. Así fue su campaña: comenzó en voz baja y terminó gritando y disparando naranjazos. A Santos lo salvó el video que la gente con malicia ha llamado de la tía de la loca de las naranjas: una verdadera muestra del ingenio del pueblo raso, sin gomina, sin afeites, sin maquillaje. La tía dejó seco a Zurriaga, lo enmudeció, y sacó a los medios a Uribe a gritar que le van a robar las elecciones, un recurso clásico del talante laureanista, argumento con el que incendió el país.
Lo interesante, lo verdaderamente valioso del enfrentamiento electoral, ha sido la gran fuerza que se ha ido creando alrededor de la paz, que podría llegar a constituirse en un verdadero contrato social.
Las adhesiones del Polo —con la excepción consabida—, de un sector de los Verdes, de otro de Marta Lucía, desencadenaron una avalancha de apoyos a la candidatura de Santos: campesinos, indígenas, negros, mujeres, financistas, cacaos, obreros, artistas, judíos, gitanos, intelectuales, elegetebistas, sindicatos, maestros, camioneros, hip-hoperos, nos fuimos sumando no sólo contra la guerra, sino a favor de una paz de contenido social. Es lo que Santos estará obligado a sacar adelante. De otra manera, lo que escribe con la mano lo borraría con el codo y volveríamos a las mismas. Por primera vez, la izquierda decide en cabeza de mujeres. No es suficiente la paz, es necesario un profundo y sólido “acuerdo sobre lo fundamental” que impida volver a la guerra, que la derrote para siempre.
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