Especial para Cambio Total y Anncol.
Los revolucionarios
tenemos que pagar un alto precio por nuestra condición de transformadores
sociales. Es el precio injusto por ser los enterradores del sistema más asesino
de la historia de la humanidad. Algunos revolucionarios ofrendan sus vidas por
alcanzar la revolución. Otros tienen que purgar penas de cárcel, cárceles que
demuestran una vez más la inhumanidad del régimen burgués imperante. Otros ven
cómo asesinan sus familiares en inconmensurable sevicia contra el revolucionario
que se ha puesto fuera de las manos, sea cual sea el camino que ha escogido
para ello. Otros tienen que soportar vivir su vida en el exilio.
Contra los
revolucionarios se aplica con todo rigor el Terrorismo de Estado practicado por
los detentadores del poder. Ese terrorismo estatal ha producido 966.000
colombianos pobres asesinados y más de 5,7 millones de desplazados forzosos,
campesinos e indígenas a los que despojan de su única riqueza, su tierra, su
parcelita (que entre despojo y despojo suman 6,5 millones de hectáreas), en
marca vergonzosa para una nación que este año ha ocupado el 2o lugar en producción
de desplazados forzosos, detrás de Siria, en donde la agresión imperialista
muestra otra vez su feo rostro.
Esa connotación
violenta describe a las claras la naturaleza del régimen burgués. Esa es su
principal característica. Solo de manera violenta pueden adelantar sus nefastas
políticas. Ejecutan extrajudicialmente o como « falsos positivos »
como les llaman en Colombia, masacran, desaparecen, torturan. Es la violencia
física contra los luchadores revolucionarios. Y la otra violencia, la que está
legalizada, la de los « paseos de la muerte », la de los niños sin
qué comer, la de los niños que ya no están con sus padres porque se los
arrebató la « mortalidad infnatil », la de las mujeres embarazadas
que mueren sin atención, la de los niños que sufren el horror de no poder
asistir a una escuela y tener amigos y compañeros, también se aplica contra los
revolucionarios.
9.500 prisioneros
políticos son parte de esa violencia institucionalizada. Compañeros que son « castigados »
por querer construir una Patria en Paz con justicia social. La gran mayoría de
esos prisioneros políticos escogieron la vía legal para hacerlo. Otros
escogieron la vía ilegal. A todos por igual se les aplica el Terrorismo de
Estado en las mazmorras del régimen. Algunos viven los horrores de « la
Tramacúa », horrorosa prisión de Valledupar que recuerda los sufrimientos
vividos por Antonio Nariño en las mazmorras a donde fue recluído, nuevamente,
tras su captura en Santa Marta cuando esperaba poderse embarcar en cualquier
navío que lo llevara al Exilio en Europa y que lo obligó a exclamar : « Ya están cumplidos,
suspiraba con desesperado acento, ya están cumplidos los deseos de mis
enemigos, ya agregaron una nueva víctima á su furor y á mi corazón un nuevo
tormento para acabarme; mi desgraciada mujer no resistirá este nuevo golpe,
morirá ¿cuál es mi delito? Lo ignoro... ». Otros sufren su
superviviencia en celdas de 2x2, sin posibilidad de recibir el sol. Todos ellos
son calificados de « subversivos », « comunistas », « terroristas »,
« guerrilleros ».
Como si al
nombrarlos de esa manera pretendieran quitarles su esencia. Su cualidad
fundamental. Hombres y mujeres que luchan no por un mundo mejor, sino por
construir el mundo que nos merecemos como seres humanos. Un mundo en donde la
solidaridad, el amor, sean sus pulsiones emancipadoras. Un mundo que acabe la
explotación del hombre por el hombre, base de éste sistema oprobioso.
Explotación inmisericorde del hombre y la mujer al apropiarse ilegalmente de la
plusvalía producida por los únicos creadores de riqueza, los proletarios, la
cual es llevada a la enérsina potencia en la explotación del planeta Tierra,
nuestra casa, nuestro hogar.
En éstas estamos
los revolucionarios colombianos. Seguimos en la brega a pesar de todos los sufrimientos.
Los que gozamos de « libertad » dentro del régimen burgués
continuamos nuestra lucha desarrollando, además, como una nueva tarea, la
solidaridad con nuestros presos. Cada uno de los 9.500 presos políticos son
nuestros compañeros, camaradas, que tuvieron la desdicha de caer en manos de lo
peor de la sociedad, la cárcel y sus carceleros. Todos ellos sin distingo de
ninguna índole son hijos de nuestro pueblo y merecen nuestra más decidida
solidaridad y entrega.
Nos embriaga un
aire de esperanza. La solidaridad ha
sido fundamental no sólo entre los revolucionarios « legales », sino
entre los que han ofrecido su vida por la revolución, los guerrilleros. En la
Mesa de La Habana, sede gloriosa de estos actuales diálogos de Paz, sabemos que
están ad portas de adelantar el punto de las Víctimas en el Conflicto
Interno. Como hasta ahora lo han hecho, los revolucionarios populares esperamos
con ansiedad la discusión de éste punto,, que deberá abordar no sólo la
problemática de las más 6,7 millones de victimas que ha arrojado el conflicto
interno colombiano, de seguro abordarán la situación de los prisioneros
políticos y sus familas.
Por ello, estamos
seguros Joaquín, que en este momento entra a jugar la dinámica revolucionaria
que ha colocado en primer plano de la discusión, no sólo en la Mesa de La
Habana, sino en la discusión del país, cada punto que han abordado. Queremos
verte libre como el viento, volando bien alto como los pájaros, trinando por la
Paz con justicia social. Seguimos luchando desde nuestras tribunas, al lado de
la tribuna que les tocó en suerte a ustedes, por construir un país en Paz, con
justicia social, democracia, libertad, independencia y soberanía nacional.
En este empeño
estamos al lado de los campesinos que han adelantado siempre, y especialmente
los dos últimos años, heroicas jornadas por sus largamente aplazadas
reivindicaciones. Colombia ha sido testigo del empuje arrollador de las
masas. Desde el Bogotazo hasta los
dos últimos Paros Agrarios y Populares. Hemos visto el torrente de pueblo que
se manifestó por la Paz el 9 de abril del 2013, que a la vez sirvió para
relievar el papel de Jorge Eliécer Gaitán en nuestras luchas. Hemos visto las
carreteras inundadas de sudor campesino, ese sudor que produce los alimentos
que consumimos. Hemos visto las jornadas en calles, barrios, de obreros,
empleados, mujeres, trabajadores todos, que marchan eufóricos de mil maneras
porque el futuro se les presenta luminoso.
La respuesta del
Estado colombiano no ha podido ser más criminal. Ya comenzaron el « genocido » de la Marcha Patriótica, movimiento que agrupa
más de 2.500 organizaciones populares. Ya han contabilizado organizaciones de
Derechos Humanos más de 48 militantes de la Marcha Patriótica asesiandos por
los esbirros del régimen en los apenas dos años de su existencia. Pretenden
re-editar el « genocidio de la Unión Patriótica » para impedir que
los sectores populares se manifiesten y entren a jugar el papel que deben jugar
en la construcción de su futuro.
Ni las balas
asesinas, ni las cárceles, podrán impedir el avance revolucionario. Cuando
estamos presenciando el derrumbamiento del imperio actual, cuando estamos
viendo a pueblos enteros resistir a sus maniobras asesinas ; cuando a
nivel interno estamos viendo los tristes espectáculos de los « candidatos
presidenciales » ; se revitaliza nuestra energía para alcanzar los cambios
revolucionarios que necesita nuestra patira, la sufrida patria secuestrada por
la oligarquía y el imperio. Nuestro pueblo está demostrando el camino. Por él
estamos transitando.
Acompañamos las encallecidas manos de nuestro pueblo.
Estrechamos alegres las manos guerrilleras obligadas a empuñar el fusil como
única forma posible de luchar sin el miedo de ser asesiandos. Abrazamos enla
distancia a nuestos entrañables prisioneros políticos. Desde ésta fría Suecia « te
jondeamos » Joaco un fuerte abrazo y estamos seguros que en algún momento
te tendremos nuevamente entre nosotros. La vida nos ofrece distintos caminos.
Debemos transitarlos con la incertidumbre que nos da vivir la vida misma porque
vivir la vida en incertidumbre es la única forma revolucionaria de vivir la
vida. « Yo te nombro Libertad », Joaco. Vamos pa` esa !!!
Publicar un comentario