El líder guerrillero destapa las cartas del tema del narcotráfico que ha resultado uno de los más enredados en los díalogos de La Habana.
Jesús Santrich: Cómo así, no le entiendo…
JEB: Alguna droga…
JS: ¡Ah, no! Jamás.
Jesús
Santrich, integrante de la delegación de paz de las Farc no disimula su
sorpresa por el inicio de esta entrevista y se reacomoda en su silla.
Hace un par de horas él ha estado en la mesa de diálogos discutiendo el
tema denominado “Solución al problema de las drogas ilícitas”, tercero
en la agenda delAcuerdo general para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera,suscrito por el gobierno y las Farc en septiembre de 2012.
Pese
a que la mayoría de analistas vaticinaron que este tema sería evacuado
con mayor fluidez que los dos anteriores (Desarrollo Agrario Integral y
Participación Política), ya han pasado más de dos meses desde que se
inició su discusión y todavía no ha salido humo blanco desde el Palacio
de las Convenciones de La Habana, la inmensa mole de concreto donde se
reúnen las delegaciones de ambas partes.
Y aunque fuentes de la delegación gubernamental le dijeron a las2orillas que
aspiran a que este punto de la agenda esté terminado antes de las
elecciones de marzo, no es del todo seguro que ello suceda, no solo por
la complejidad del fenómeno (sin duda el que más ha afectado a Colombia
en las últimas cuatro décadas), sino por la muy distinta interpretación
que hacen las partes sobre el problema y sus posibles soluciones.
Pero oigamos lo que dice Santrich sobre drogas, después de admitir que ni siquiera se ha fumado unbareto.
JS: A veces me tomo mis tragos y me fumo uno que otro tabaco (pero puro)
JEB: ¿Y por qué nunca metió nada?
JS:
Porque mi entorno familiar, que es muy cohesionado, siempre ha sido muy
estricto en este asunto de los vicios. Pienso que eso me blindó, pues
desde que mis hermanos y yo éramos niños; padres y tíos nos hablaron de
manera directa sobre las dificultades que el consumo de drogas traía,
los problemas de salud y las fracturas familiares que se generaban
cuando alguien caía en el uso de sustancias psicotrópicas.
JEB: ¿Hay adictos a alguna droga en las filas de las Farc?
JS:
No, nosotros no tenemos ese problema. He conocido algunos casos de
personas que han llegado a las Farc provenientes de la ciudad y que
previamente han sido consumidoras de marihuana y que ya en filas han
tenido un espacio de recuperación. Nosotros tenemos un reglamento muy
rígido al respecto que prohíbe el consumo de cualquier tipo de
sustancias.
JEB: Lo cual contrasta con lo que ocurre en las filas de sus adversarios…
JS:
Bueno, yo no tengo un manejo a profundidad del tema y mal haría en
hacer acusaciones. Pero sí le puedo decir que muchas veces, después de
los combates con el ejército, encontramos en los morrales de los
soldados varios tipos de drogas ilícitas, especialmente marihuana. Sin
duda, ello es fruto de la manera en que estos muchachos son lanzados a
un combate cuyas causas y consecuencias casi siempre desconocen. Tal vez
es su forma de escapar a la terrible dinámica de la guerra.
JEB:
Y cómo tratan ustedes el tema en sus zonas de influencia, ¿cuál es su
política frente a los consumidores de la población civil?
JS:
Nosotros concebimos este asunto como un problema de tipo social, al que
debe dársele un tratamiento de tipo social. Pero debo aclararle que en
las zonas rurales el fenómeno del consumo es poco común. Hay casos
excepcionales que tratamos de resolver a través de las familias o de las
comunidades.
JEB: Me dicen que usted es una especie de experto en este tema. ¿Por qué le ha interesado tanto?
JS:
Bueno, este es un problema de orden internacional, que impacta sobre la
salud física y psicológica de millones de personas, especialmente de
los jóvenes e incluso de los niños. Es un grave problema social que
cruza prácticamente a todos los países del planeta y que hoy tiene alto
impacto también en Colombia. Antes se decía que nuestro país era
netamente productor y exportador, pero hoy en día el consumo ha
aumentado hasta convertirse en un problema interno de salud pública. Y
si nosotros somos revolucionarios y estamos luchando por un cambio
social, debemos hacer aportes para que ese problema se resuelva.
JEB:
Lo que usted me dice contrasta bastante con la opinión del gobierno y
de muchos expertos que aseguran que ustedes son un gran cartel de
narcotráfico…
JS:
Las Farc no apoyan ni estimulan la siembra de cultivos de coca, ni de
marihuana ni de amapola. Y entendemos que el problema no son los
cultivos como tal, las plantas en su condición natural, sino el uso que
se les da. También entendemos que cuando la gente cultiva este tipo de
plantas para uso ilícito, lo hace porque se ha visto obligada debido a
las políticas neoliberales que han generado miseria y hasta indigencia
en muchas zonas agrarias del país. Por eso decimos que hay que resolver
las causas que empujan a las poblaciones rurales a engancharse en este
tipo de economía.
JEB: En asuntos de narcotráfico, ¿quién está libre de culpa en Colombia?
JS:
Hay más víctimas que culpables. Las personas a las que más
estigmatizan, que más persiguen aplicándoles medidas punitivas, son las
menos responsables del fenómeno. Me estoy refiriendo a los indígenas, a
los campesinos, a las poblaciones afro, comunidades interculturales que
se han visto obligadas a engancharse en el fenómeno. Pero ellos no son
responsables sino víctimas, como lo son los consumidores. Los verdaderos
responsables son quienes se quedan con el grueso de las ganancias,
favorecidos por las políticas prohibitivas y de interdicción, que se han
aplicado en el marco de la llamada guerra contra las drogas trazada por
Estados Unidos. Yo diría que en Colombia esos tres puntos del PIB que
están cruzados por el narcotráfico y otras economías criminales
benefician principalmente al capital financiero. Son los señores
banqueros quienes más se lucran del negocio ilícito. Ahora, como decía
hace un momento, este es un problema mundial. La ONU estima que entre
tres y cinco puntos del PIB mundial se deriva del narcotráfico. De
hecho, más del 50 por ciento de los bancos que se lucran del negocio
tienen asiento en los Estados Unidos.
JEB: Entonces nadie puede lanzar la primera piedra en materia de drogas ilícitas…
JS:
Todas las campañas presidenciales desde Turbay Ayala hasta hoy han
estado financiadas, de una u otra manera, por el narcotráfico. Y ni
hablar de los parlamentarios, alcaldes, concejales. Toda la estructura
social y el aparato estatal colombiano están cruzados por el
narcotráfico y de hecho nuestro tejido social ha sido impactado por este
fenómeno. Si se estudia a fondo este problema, uno nota que no hay un
interés real en resolverlo: en el fondo y en la superficie lo que se ve
es la aplicación de las doctrinas contra insurgentes. Lo único que se
busca es lograr un control territorial para sacar a las Farc de las
zonas rurales donde se hace la resistencia para que penetren las
transnacionales a poner en marcha sus proyectos macroeconómicos.
JEB: ¿A qué horas terminaron las Farc etiquetadas como narcotraficantes?
JS: Desde finales de los 80, cuando la lucha contra el fantasma comunista perdió average,
la tomaron con el tema de narcotráfico y se acuñó el concepto de narco
guerrilla. Se trata de una política de propaganda sucia que no se
construyó de una día para otro sino que se fue cuajando durante años por
parte de los mismos que durante todo este tiempo se han lucrado del
narcotráfico
JEB: ¿Hay doble moral en el tratamiento de este tema?
JS:
¡Indudablemente! porque el gobierno conoce los diagnósticos, los
balances y resultados de las políticas prohibicionistas y de
interdicción. Los conoce y sabe que son negativos. Los mismos Estados
Unidos reconocen que después de las inversiones millonarias y las
consecuencias sociales y ambientales de las políticas punitivas, la
oferta de drogas ilícitas se mantiene incólume. Es posible que las
hectáreas cultivadas hayan disminuido, pero la productividad se
incrementa. También hay doble moral cuando más de un editorialista o un
columnista de opinión no puede escribir más de una letra si no están
bajo el efecto de la marihuana o la cocaína.
Por
eso nuestra propuesta no es la erradicación de los cultivos de uso
ilícito sino la sustitución de estos por proyectos de producción
alimentaria, proyectos alternativos en los que las comunidades puedan
tener una opción de vida digna. Y también hablamos de legalización de
las drogas, pues creemos que eso impactará negativamente el mercado.
Insistimos:
si de verdad se quiere acabar con el narcotráfico, hay que golpearlo en
el eslabón más fuerte: el sector financiero y los poderosos imperios
transnacionales que lavan los dineros derivados del tráfico de drogas.
JEB:
Durante un acto en La Macarena, en el año 2001, varios periodistas
fuimos testigos de la vaciada que les pegó el Mono Jojoy a unos 10 mil
campesinos por cultivar coca en vez de mantener la siembra de sus
cultivos tradicionales…
JS:
Esa ha sido política de las Farc. Por ejemplo, en el caso de la Sierra
Nevada de Santa Marta, los cultivos de marihuana se acabaron porque la
guerrilla emprendió desde los años 80 una política de ir casa a casa,
rancho a rancho, familia a familia, invitando a la gente a dejar esos
cultivos. Igual sucedió con la amapola en la Serranía del Perijá. Le
decíamos al campesino: bueno, si usted tiene una hectárea, siembre mitad
en comida y mitad en lo otro, pero de aquí a un año aumenta el espacio
de la comida y así sucesivamente, hasta que se acabó la amapola en las
áreas donde operábamos. Ahora, le repito que ese no es problema de que
las comunidades quieran cultivar una cosa u otra: es un problema real,
de necesidad, en zonas donde usted no puede sacar una carga de plátano o
de tomate, porque cuando llega al mercado más próximo lo que lleva ya
es una salsa de tomate podrida.
JEB:
También recuerdo la audiencia pública internacional que hubo durante
los diálogos de paz del Caguán, donde Manuel Marulanda propuso hacer de
Cartagena del Chaira un laboratorio de sustitución de cultivos de uso
ilícito ¿Esa propuesta es viable hoy?
JS:
Todos estos lustros en que nos han estigmatizado como narcos, nosotros
nos hemos pasado haciendo propuestas alternativas de solución. Lo
hicimos durante nuestra VIII Conferencia, lo hicimos en varios plenos y
durante los diálogos del Caguán propusimos una conferencia internacional
para buscarle una solución al problema. Creemos que hoy está vigente
esa propuesta. Las Farc estamos plenamente dispuestas a contribuir, pero
partiendo de que los protagonistas principales de la solución deben ser
las comunidades. Esa era la esencia del plan de Marulanda que hoy hemos
retomado, pero ya no para un escenario como un plan piloto, sino un
plan nacional, con visión estratégica, ligado a la reforma agraria
integral y a la participación ciudadana. La gente tiene que participar
en un proceso de este tipo.
JEB:
Como así que ustedes están proponiendo que el Estado estimule cultivos
de coca, marihuana y amapola que, según las Farc, deben incorporarse a
la economía agraria como generadores de empleo
JS:
Lo central de la propuesta es la sustitución. Pero en otro plano,
marginal, nosotros creemos que el Estado debe regularizar estos
cultivos, tanto para los usos culturales ancestrales, como para usos
industriales y medicinales. Esto, repito, es marginal pues en Colombia
no es que haya una cultura tan arraigada de la coca, como la hay en
Bolivia o en Perú.
JEB: ¿En cuánto se disminuiría la producción y exportación de cocaína si estas propuestas llegaran a aplicarse?
JS:
Desafortunadamente, al resolver el problema de los arbustos a través de
la sustitución, la reducción de la exportación de cocaína sería ínfima.
Quienes manejan este negocio, personas con mucho poder, no necesitan
que haya matas de coca en Colombia. En los 80 la pasta de coca llegaba a
nuestro país y aquí se procesaba y se exportaba la cocaína. Eso está
ocurriendo de nuevo y también sucede que la productividad de los
cultivos se ha multiplicado, así que –a riesgo de aparecer como un
aguafiestas- me temo que la reducción de las áreas cultivadas, por si
sola, no va a afectar la producción y exportación de cocaína. Por eso,
todo el esfuerzo se debe poner en atacar los eslabones fuertes de esta
cadena que están en el sector financiero. Todos los estudios y
diagnósticos dicen que ése es el eslabón más fácil de atacar, pero para
ello se necesita voluntad política. La otra manera de lograr una
reducción considerable de la exportación es atacando la enorme red de
corrupción que permite la salida de toneladas de cocaína desde
aeropuertos, puertos y fronteras de Colombia. El Estado colombiano está
necrosado, es un Estado gangsteril y mafioso porque la dirigencia que lo conduce está tocada hasta los tuétanos por el narcotráfico.
JEB:
¿Usted cree que a los Estados Unidos les interesa que, por sustracción
de materia, se acabe la llamada guerra contra las drogas que declaró
Reagan hace más de 30 años?
JS:
En el caso de Colombia, esta guerra contra las drogas no es más que una
excusa para intervenir en nuestro país y tener el control territorial y
el control de los recursos naturales. En eso consistió el Plan
Colombia, que era en su esencia un plan contra insurgente. Creo Estados
Unidos debería tener una participación directa en este debate,
planteando soluciones reales que deriven de una voluntad de solucionar
el problema. No creo que una sociedad como la norteamericana viva
tranquila teniendo el más alto nivel de adictos del mundo.
JEB: Cuántos hervores le faltan a este punto de la agenda…¿cree que estará cocinado para la época de las elecciones parlamentarias?
JS:
Bueno nosotros hacemos todo lo posible. Trabajamos de día, de noche, en
la madrugada. Generalmente los descansos los utilizamos para trabajar y
estamos haciendo lo posible para que esto no demore tanto. Ojalá
podamos tener, como en los otros puntos, un resultado pronto. Pero aquí
hay asuntos de grueso calibre y si ponemos el dedo en la llaga del
narcotráfico, se van a tocar intereses muy poderosos de criminales de
cuello blanco. Esperamos que el Estado tenga la valentía de afrontar el
problema en su conjunto, porque no se trata solamente de que se capture
un capo allí y otro allá: los capos no son más que instrumentos de los
cacaos del sector financiero.
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