Por Silvia ParraVer más artículos de este autor
SILVIA PARRADesde el Museo de los Vestigios de la Guerra, en la ciudad de Ho Chi Minh, se ve claramente que el tiempo no sana las heridas, más de cuatro décadas después, los vietnamitas claman a gritos justicia a los actos inhumanos de los estadounidenses.
¿Que terminó la guerra de Vietnam? No para miles de niños que aún hoy, después de 40 años, siguen cargando la cruz de una guerra que como todas, sólo trae miserias y desolación.
Hay que estar muy mal de la cabeza para fumigar como cucarachas las vidas de millones de niño
s y condenar las de otros miles que nacen y seguirán naciendo durante generaciones posteriores. Aunque en Occidente la historia que nos cuentan sobre la guerra de Vietnam es diferente, conocer las consecuencias de esta guerra desde la perspectiva asiática es escalofriante. Desde el Museo de los Vestigios de la Guerra, en la ciudad de Ho Chi Minh, se ve claramente que el tiempo no sana las heridas, más de cuatro décadas después, los vietnamitas aún no perdonan, y claman a gritos justicia a un acto cruel e inhumano que han hecho con su gente.
En los años 60, durante nueve años, el Ejército estadounidense roció sobre Vietnam (Laos y Camboya) más de 70 millones de litros de un herbicida conocido como “Agente Naranja” como parte de su programa de guerra química, causando la muerte y una vida indigna a millones de personas.
Este veneno es el hijo diabólico, fruto de la unión del Departamento de Defensa de EE. UU., con la corporación Monsanto y Dow Chemical, dos empresas químicas estadounidenses que se han beneficiado del sufrimiento de millones de personas y de atentar contra la naturaleza, los agricultores y los consumidores.
Los graves efectos del Agente Naranja se han mantenido en el medio ambiente y la cadena alimentaria durante años y provoca que cada año miles de niños nazcan con malformaciones en el país del sudeste asiático. Se trata de múltiples enfermedades como cáncer, leucemia, diabetes tipo 2, síndrome de Down, anormalidades reproductivas, desórdenes mentales y deformidades inimaginables que acompañan a los pequeños para toda la vida. La Cruz Roja de Vietnam calcula que actualmente 150.000 niños sufren de malformaciones físicas y hasta un millón de personas son discapacitadas o tienen problemas de salud hoy debido a este veneno.
A pesar de todas las evidencias y las imparables súplicas de las familias afectadas, y de que Vietnam evidencia al mundo las aterradoras imágenes de niños con unas deformaciones físicas lamentables, el Gobierno estadounidense no admite su culpa catalogando a los vietnamitas como sensacionalistas.
Si a quien compró y roció el veneno no le importan los miles de niños afectados en Vietnam, ni a quienes desarrollaron y vendieron el veneno tampoco les interesa saldar sus cuentas, entonces ¿quién asume la responsabilidad de pagar los daños causados a tantas familias víctimas de una guerra a la cual jamás quisieron pertenecer?
Los efectos de este letal veneno ya están presentes en la tercera generación y Dios sabrá cuántas generaciones más deberán pagar las consecuencias y vivir en la oscuridad. Como padre o madre ¿quién no quiere justicia para sus hijos? Es inconcebible que una madre tenga sus cuatro hijos con malformaciones físicas o con problemas mentales a causa del odio y la ambición de una conflagración que terminó hace más de 40 años pero cuyas secuelas permanecerán por siempre en miles de familias.
Vivir cada día con la incertidumbre de ¿Quién cuidará a mis hijos cuando yo muera? es el temor que lleva hoy a miles de vietnamitas a bajar la cabeza y a seguir suplicando desesperadamente “a quien pueda interesar”, una compensación a sus víctimas.
Tuve la oportunidad de estar en este Museo de los Vestigios de la Guerra de Vietnam (War Remmants Museum) y me estremeció el escalofriante testimonio gráfico que allí se expone. Comparto con ustedes algunas imágenes
Hay que estar muy mal de la cabeza para fumigar como cucarachas las vidas de millones de niño
En los años 60, durante nueve años, el Ejército estadounidense roció sobre Vietnam (Laos y Camboya) más de 70 millones de litros de un herbicida conocido como “Agente Naranja” como parte de su programa de guerra química, causando la muerte y una vida indigna a millones de personas.
Este veneno es el hijo diabólico, fruto de la unión del Departamento de Defensa de EE. UU., con la corporación Monsanto y Dow Chemical, dos empresas químicas estadounidenses que se han beneficiado del sufrimiento de millones de personas y de atentar contra la naturaleza, los agricultores y los consumidores.
Los graves efectos del Agente Naranja se han mantenido en el medio ambiente y la cadena alimentaria durante años y provoca que cada año miles de niños nazcan con malformaciones en el país del sudeste asiático. Se trata de múltiples enfermedades como cáncer, leucemia, diabetes tipo 2, síndrome de Down, anormalidades reproductivas, desórdenes mentales y deformidades inimaginables que acompañan a los pequeños para toda la vida. La Cruz Roja de Vietnam calcula que actualmente 150.000 niños sufren de malformaciones físicas y hasta un millón de personas son discapacitadas o tienen problemas de salud hoy debido a este veneno.
A pesar de todas las evidencias y las imparables súplicas de las familias afectadas, y de que Vietnam evidencia al mundo las aterradoras imágenes de niños con unas deformaciones físicas lamentables, el Gobierno estadounidense no admite su culpa catalogando a los vietnamitas como sensacionalistas.
Cual película de Hollywood donde siempre la víctima o el héroe hacen parte del mundo del tío Sam, a Estados Unidos se le olvidó la vergüenza durante la guerra en Indochina, les apagó la luz a sus víctimas y sólo deja brillar el orgullo por sus soldados muertos en combate, gasta millones de dólares buscando militares norteamericanos caídos en Vietnam para llevar sus restos y enterrarlos en casa.
Así mismo, las empresas generadoras del Agente Naranja han pagado 180 millones de dólares de compensación a un gran número de soldados estadounidenses que entraron en contacto con este tóxico, de los cuales los vietnamitas no han visto ni un solo céntimo.
Si a quien compró y roció el veneno no le importan los miles de niños afectados en Vietnam, ni a quienes desarrollaron y vendieron el veneno tampoco les interesa saldar sus cuentas, entonces ¿quién asume la responsabilidad de pagar los daños causados a tantas familias víctimas de una guerra a la cual jamás quisieron pertenecer?
Los efectos de este letal veneno ya están presentes en la tercera generación y Dios sabrá cuántas generaciones más deberán pagar las consecuencias y vivir en la oscuridad. Como padre o madre ¿quién no quiere justicia para sus hijos? Es inconcebible que una madre tenga sus cuatro hijos con malformaciones físicas o con problemas mentales a causa del odio y la ambición de una conflagración que terminó hace más de 40 años pero cuyas secuelas permanecerán por siempre en miles de familias.
Vivir cada día con la incertidumbre de ¿Quién cuidará a mis hijos cuando yo muera? es el temor que lleva hoy a miles de vietnamitas a bajar la cabeza y a seguir suplicando desesperadamente “a quien pueda interesar”, una compensación a sus víctimas.
Tuve la oportunidad de estar en este Museo de los Vestigios de la Guerra de Vietnam (War Remmants Museum) y me estremeció el escalofriante testimonio gráfico que allí se expone. Comparto con ustedes algunas imágenes
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