Hernando Hernández Tapasco
Resulta extraño o más
bien insensato siquiera pensar que en Colombia haya existido alguna vez
democracia; menos aun garantías democráticas.
¿Acaso una democracia
se sostiene con mentiras, con torturas, con desaparición forzada, con
masacres, con asesinatos selectivos, persecución política, muerte
política, delito de opinión o el genocidio de un partido político?
¿Qué
tan demócrata es un Estado que no previene, no sanciona, no investiga
la permanente amenaza y estigmatización a las madres de cientos de los
humildes jóvenes asesinados que luego fueron hechos pasar como bajas en
combate, en el mal denominado caso de los “falsos positivos”?
¿Acaso
se puede hablar de garantías democráticas para la oposición, cuando
todos los días la oposición es amenazada por los paramilitares, que
según los informes gubernamentales se decía que todos habían sido
desmovilizados? Y sin embargo, estos paramilitares desmovilizados,
siguen asesinando, desplazando e incluso promoviendo paros armados en
sendas regiones del país.
¿Quién realmente gobierna al país, las tres ramas del poder o los militares?
Y
si son los militares los que en la historia de Colombia han torpedeado
toda iniciativa de paz, de reconciliación, de construcción de justicia
social, ¿podría decirse catalogarse a Colombia como una democracia? ¿O
nuestra democracia, ha involucionado o existe una especie de democracia
restringida con súper-poderes para los militares?
¿O por el
contrario, la democracia más estable del continente es simplemente una
marioneta de los negocios de los militares y su defensa con tanques de
la democracia? ¿Y si hay paz, estarán de acuerdo los militares con el
fin de su lucrativo negocio de la guerra?
¿Quién estuvo detrás
de los asesinatos de Jaime Garzón, Jesús Bejarano, Edudardo Umaña
Mendoza, Carlos Pizarro, Jaramillo Ossa, Pardo Leal, Luis Carlos Galán ?
¿No estuvieron detrás los militares? ¿La Corte Interamericana de
Derechos Humanos, CIDH, no ha condenado al Estado colombiano por ser
connivente por acción y omisión con el paramilitarismo?
El
Presidente Santos ha tenido una postura tímida con respecto a los
militares y su permanente cuestionamiento del proceso de paz, como puede
demostrarse en las permanentes intervenciones del Ministro Pinzón, la
punta de lanza del militarismo, quien además de cuestionar los acuerdos
alcanzados entre los plenipotenciarios del gobierno y la insurgencia de
las FARC, ha dejado entrever tácitamente, el desacuerdo existente entre
los militares y el ejecutivo nacional, incluso haciendo alegoría a los
años maravillosos de la relación ejército – gobierno, en la época de
Uribe.
Las chuzadas a los plenipotenciarios del gobierno
confirmaron ese desacuerdo existente, siendo este desacuerdo,
inequívocamente una desafortunada señal para la contraparte en la Mesa
de paz de La Habana y no solo por la inexistencia de desacuerdo, sino
por las implicaciones políticas derivadas de la carencia de unidad y de
mando.
También puede entenderse como un boicot la mesa de La
Habana, que efectivamente pone en riesgo los acuerdos y la permanencia
de la misma. No obstante, las intervenciones o chuzadas son
especialmente graves por las fisuras al interior de las fuerzas
militares, con autonomía incluso de espiar y filtrar información
confidencial del alto gobierno.
El Ejército y la Policía
Nacional, tienen la potestad para intervenir las comunicaciones, si y
solo sí hay autorización judicial, procedimiento violado por los
oficiales de inteligencia del ejército en este caso de chuzadas a los
plenipotenciarios en La Habana.
Esta forma de intervenciones y
chuzadas, ratifica la existencia de una política de inteligencia
controlada por las fuerzas militares, por lo que no se trata de manzanas
podridas o de ovejas negras como lo definiera el entonces presidente
Alvaro Uribe Vélez. En otras latitudes, el problema se solucionaría
declinando aspiraciones y modificándose las estructuras de mando de los
ejércitos, por menos se ha recurrido a estas acciones.
En
Colombia, no solo no basta con que el Ministro Juan Carlos Pinzón, le
explique al país lo acontecido. Tampoco basta con su renuncia,
irrevocable e inmediata.
La nefasta política de inteligencia
militar, de los tiempos de la guerra fría cuando se decía que para ganar
la guerra, se debía quitar el agua al pez, política que condujo a
desapariciones, masacres, asesinatos, en síntesis a la agudización del
conflicto social y armado, debe cesar definitivamente. Una nueva
política de inteligencia sin intervenciones ilegales, aplicando los
procedimientos y protocolos convenidos y sin la injerencia de la CIA,
son la necesaria condición para la reconciliación nacional.
Pero
para que exista democracia, una verdadera y sólida democracia, con
participación de todos y todas, urge renovar la estructura de mandos en
las fuerzas militares, por oficiales sin manchas en sus hojas de vida.
Por oficiales respetuosos de los derechos humanos, formación que
comprometa éticamente al oficial y al soldado; que deje de ser el saludo
a la bandera como hasta ahora ha sido.
Los colombianos no
podemos adaptarnos a esta sociedad, porque como diría Krishnamurti, “No
es signo de buena salud el estar bien adaptado a una sociedad
profundamente enferma”.
(*) Hernando
Hernández Tapasco es Representante a la Cámara por la circunscripción
especial indígena, integrante del Movimiento de Unidad Indígena y
Popular por Colombia.
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Las fuerzas militares y el boicot al proceso de diálogo de La Habana
Written By Unknown on sábado, febrero 15, 2014 | sábado, febrero 15, 2014
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