Notas de Buhardilla
Mientras el odio de unos lagartos del
establecimiento sostiene la imposible tesis de que Petro no puede
defender su desastroso gobierno ahora que se avecina el proceso de la
revocatoria de su mandato porque intervendría en política, a ninguno se
le ha ocurrido detenerse en un curioso anuncio publicitario de El Tiempo
con ocasión de la inauguración de una nueva sede del edificio de la
poderosa y controvertida Federación de Ganaderos (Fedegán).
Por: Ramiro Bejarano Guzmán.
En esa publicidad pagada apareció el procurador Alejandro Ordóñez cortando la cinta con la que formalmente quedó inaugurada la nueva sede del gremio ganadero, delante de dos testigos excepcionales: el propio presidente de Fedegán, José Félix Lafaurie, y el ministro de Agricultura, Rubén Darío Lizarralde, ambos exponentes de la más rancia doctrina conservadora.La imagen no es cualquier cosa. Es la primera vez que se ve al jefe del ministerio público inaugurando sedes de organizaciones privadas de clara estirpe goda, presidida además por un vocero caracterizado de esa ideología, por cierto tan cercano a Uribe, que su mujer es hoy flamante candidata al Congreso por los uribeños. Es posible que a Ordóñez lo hayan llevado a inaugurar el edificio más en su condición de obispo laico que de funcionario, pero ni a él, ni a sus anfitriones, ni al resto de los colombianos, se nos puede olvidar que es el procurador, quien por su alta investidura está llamado a ejercer con pulcritud su oficio.
La fotografía muestra la lambonería nacional con un procurador arribista que por fuerza de sus arbitrariedades y persecuciones políticas hoy anda arrinconado y escondido de los medios, pues nadie entiende cómo en este acto de inauguración de la sede de Fedegán, al ministro de Agricultura —de quien se sabe que tendrá que dar explicaciones en la Procuraduría— no le permitieron ejecutar el simbólico honor de cortar la cinta, como si se tratara de un funcionario de menor rango.
El procurador Ordóñez a través de una de sus más belicosas subalternas —María Eugenia Carreño, la enterradora de las investigaciones por corrupción en el Consejo de Estado, en las que su jefe tiene que rendir explicaciones— decretó que Santos y sus ministros no podían inaugurar ninguna obra, privilegio que él se reservó para sí mismo, de manera que pueda hacerlo en asocio de ministros y copartidarios conservadores.
Todos pueden intervenir en política, menos el alcalde guerrillero, que por obra de haber sido un mal burgomaestre, sus enemigos esperaban que se dejara destituir sin mover un dedo, o pretenden que la ultraderecha laureanista le revoque su convulsionado mandato sin que pueda defender su accidentado periplo como gobernante. Allí están, por ejemplo, el exalcalde Jaime Castro, alabando a Ordóñez y pidiéndole a Petro que se retire de una vez y se dé por vencido, sin que el exalcalde informe que su hijo, Mauricio Castro Forero, está siendo investigado hoy por la Procuraduría segunda distrital (expediente 78458 de 2013). No se queda atrás tampoco el Savonarola de Juan Carlos Flórez, lánguido concejal de Bogotá, con su soberbio clóset de odios añejos del que no se atreve a salir del todo, pidiendo la cabeza del alcalde que no ha sabido combatir con éxito en el Concejo, acusándolo en los medios de intervenir en política porque ejerce su derecho a la defensa. Mejor dicho, esto no es más que la hipocresía nacional.
Preparémonos, pues, para lo que viene. Una campaña política en la que solamente el procurador-candidato Ordóñez y sus aliados del conservatismo y del Uribe Centro Democrático podrán participar a sus anchas. A ellos todo les será posible, hasta sancionar de por vida a quien se les atraviese; para eso están en el poder.
Adenda. Si Uribe denuncia la compra de los congresistas para favorecer la reelección presidencial, entonces empecemos por investigar a los parlamentarios que en su cuatrienio se vendieron por el articulito que le permitió el atropello de reformar en su propio beneficio la Carta Política.
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