Allende La Paz, Cambio Total.
Hemos sabido
desde hace muchísimos años, aún antes de que aparecieran las famosas
“encuestas” para dirigir la opinión de los colombianos, que los colombianos ansían
mayoritariamente la Paz. Es que a nadie le gusta vivir en guerra. Más en la
guerra « soterrada » que la oligarquía adelanta contra los
colombianos pobres.
Quién no recuerda
el horror de « La Violencia » ? Llegaban callados, sigilosamente
y asesinaban al « enemigo », liberal, comunista, etc. Ahí conoció el
mundo el horror del « corte de franela », el cual consistía en
decapitar a la víctima por el pegue del cuello al tórax. Esa violencia recetada
y aplicada desde el Estado produjo 300.000 muertos y 2 millones de desplazados
forzados. Allí nacieron también « nuevos » terratenientes entre los
del bando oficial que se apoderaron de las tierras de los campesinos.
Alguien ha
olvidado los horrores de la 2a Violencia, la violencia narco-paramilitarizada
ejecutada por el trio fuerzas militares-políticos
tradicionales-narcoparamilitares ? Ahí conoció el mundo el célebre « sicario
en moto », los « Mochacabezas » -que cortaban la cabeza y
jugaban al fútbol con ella-, los desaparecedores de desaparecidos, los « bebedores
de sangre humana » y demás aberraciones de los miembros –cerebros del mal-
del militarismo-narcoparamilitarismo.
Si alguien lo ha
olvidado, nosotros no. Esas dos violencias anudadas por el mismo ejecutor –el Estado-
no se borra de nuestras memorias. Nuestros padres vivieron y padecieron los
sufrimientos de la 1a Violencia. Nosotros vivimos y padecimos « en carne
propia » los horrores de la 2a violencia adelantada por las fuerzas
militares-narcoparamilitares estatales.
Ante esas dos
violencias siempre el pueblo tuvo que alzarse en armas para defender sus vidas.
En la 1a Violencia la dirección del partido liberal orientó las guerrillas –hecho
que hoy esconden vergonzantemente-, acompañados de miembros del PCC. En la 2a
Violencia, el Partido Comunista ayudó a los 48 campesinos que enfrentaron la
arremetida de 16.000 soldados, usos de aviación y armas biológicas, y cuando
tuvieron la « mayoría de edad » siguieron sus vidas solos como hacen
todos los hijos.
Porque sabemos
qué es vivir la violencia « en carne propia » sabemos la Paz que
ansiamos los colombianos. No se trata de una paz pegada con « saliva de
loro ». Tampoco una paz sazonada con la demagogia de la oligarquía. Mucho
menos una paz en que los representantes del pueblo –las FARC y el ELN-
entreguen las armas y se desmovilicen y después el Estado siga asesinando a los
colombianos pobres como siempre ha hecho.
La Paz que los colombianos å
pobres ansiamos es nada más y nada menos que el respeto del derecho a la vida.
Ya lo había dicho
el comandante Alfonso Cano en los diálogos de Caracas en junio de 1991: « Pongamos en el centro de
nuestra sociedad el derecho a la vida. Creemos la mentalidad nacional del
respeto a la vida como el bien natural y social primario de la gente que habita
nuestra patria.(…) todos y cada uno de nosotros tiene responsabilidad con la
solución negociada. La paz no es cuestión de resolver la situación de personas
o de organizaciones. No se trata de darles garantías electorales o curules a
los dirigentes, se trata de lograr acuerdos que permitan iguales derechos y garantías
para todos los colombianos sin excepción…esa es la esencia de la negociación».
Ese es el
nudo gordiano del conflicto interno. No es que la tierra nos la arrebaten los « empresarios del campo »,
sino que para poder adelantar el despojo, para poder acumular el « capital »,
los representantes de la oligarquía en el poder proceden a aplicar el más
terrorífico Terrorismo de Estado que nos arrebata nuestra vida, « el bien
natural y social primario de la gente que habita nuestra patria ».
Ello explica que
en las discusiones de la Mesa de La Habana se haya llegado más o menos
fácilmente a Acuerdos parciales sobre el punto primero, la tenencia de la tierra, y la « puerca
tuerce el rabo » cuando de derechos políticos y derechos humanos se
comienza a hablar. Aún no se ha llegado al punto de derechos humanos y el « derecho
a la vida » comienza a ocupar el sitial que le merece.
Empezamos la
corrida y a « agarrar el toro por los cachos ». Ninguna discusión ni
petición está por encima de la exigencia del respeto a la vida de los
colombianos. Una vez llegado allí, una vez alcanzado ese acuerdo, con
compromiso del gobierno de respetar la vida de todos los colombianos, ahí sí es
conducente seguir en la discusión –que no diálogo- de los demás temas. Y no de
cualquier manera debe ser ese compromiso gubernamental, sino que la garantía
para ello es la continuidad de las armas en poder de la guerrilla.
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