Por Yezid Arteta, Revista Semana.
OPINIÓNContrario a lo que muchos auguran, el gobierno de Santos sí puede firmar un acuerdo de paz con las FARC y probablemente con el ELN.
Sostener
un proceso de negociación y llevarlo hasta la firma de un acuerdo de
paz no es una decisión sencilla para los delegados de una organización
rebelde. Es un acto de valentía, me comentaba un dirigente de la
izquierda abertzale del país vasco.
La sombra de la t
raición martilla sobre el cerebro de los negociadores y
pueden llegar a creer que la dejación de las armas es una forma de
capitulación y que para nada han servido tantos años de penurias.
En
alguna ocasión escuchaba al filósofo Vicent Martínez disertar sobre La
Paz Perpetua de Emmanuel Kant en la Universidad Pompeu Fabra. El aula
queda frente al zoológico de Barcelona y cuando Martínez defendía con
vehemencia la filosofía de la paz, un león rugía desde su jaula de
encierro. Por supuesto que todos nos carcajeábamos pero no por eso la
argumentación se suspendió. No hay que dejarse asustar por los rugidos.
Cuando
renuncié a la lucha armada, nadie de la izquierda me jodió la vida.
Algunos no compartieron mi decisión pero la respetaron. En cambio la
derecha rupestre sigue jodiendo y algunos de sus gaticos continúan
escribiendo necedades contra mí. No tienen sentido del humor y pararle
bolas es como devolverse a la televisión en blanco y negro o al cine
mudo. Soñaban con verme junto a su camada de gaticos lanzado violentos
maullidos contra la izquierda. Su lógica política es elemental: a quien
no está en nuestra pandilla de chicos traviesos hay que combatirlo sin
cuartel.
Los refractarios al actual proceso de
paz sienten no haber iniciado una negociación con las FARC ¿Por qué
Santos y no nosotros? ¿Por qué Santos dio con la tecla y no nosotros?
Son preguntas que se hacen sin perder de vista la calculadora electoral.
Seguirán tirando balones fuera para enredar y ganar tiempo. Van a saco
contra el proceso de paz porque no lo están liderando y si la vaina
cuaja se pueden quedar con el trasero al aire.
Escoremos
ahora el barco hacía la izquierda. Hace poco, Hernando Calvo Ospina,
periodista de Le Monde Diplomatique, escudriñaba en la interioridad
intelectual de los negociadores de las FARC. ¿Hay oposición entre el
camino de las reformas y la ideología de la praxis?, preguntaba Calvo.
Algunas organizaciones de izquierda colombianas dicen que nos volvimos
una guerrilla reformista, respondía el delegatario Iván Márquez.
¿A
qué organizaciones de izquierda se refiere Márquez? Sé de algunos
curiosos personajes de mirada terrible que en sus comentarios les exigen
a los rebeldes colombianos que se sigan partiendo la cara y combatan
con un arma hasta la muerte.
Quieren que otros
se jodan por la causa mientras ellos siguen viviendo de la causa.
Recuerdo a uno de ellos que tildaba de traidores a no sé quien y sin
embargo una vez lo vi muy triste porque había perdido en el metro su
jersey color vinotinto, tricotado, con cremallera. A otra la vi llorar
inconsolable cuando murió su mascota, un ratón hámster, y sin embargo no
deja caer una sola lágrima por la gente que muere en combate o
asesinada por defender un pedazo de tierra.
Más
divertidos son los teóricos. Luego de varias noches de insomnio, por
fin dan con la cita para poner en duda los eventuales acuerdos que la
guerrilla firme con el gobierno. Siempre se puede sacar algo de los tres
tomos de las obras escogidas de Lenin publicadas por Editorial
Progreso. Deliran frente al computador. Golpean con furia las teclas. Se
desdoblan y escriben tal como si lo hicieran desde el tren de Finlandia
y una multitud de obreros esperaran su llegada a Petrogrado.
Se
perfila una traición en La Habana, subraya el libelista, desde su
MacBook. No tiene la menor idea de los padecimientos por los que han
pasado los rebeldes para sostener su causa y forzar una negociación,
pero continúa escribiendo. A estos tampoco hay que tomarlos en serio
pero se les puede leer como pasatiempo si no tenemos crucigramas o
sudokus a la mano.
Se pueden dejar las armas y
la violencia como métodos de lucha sin abandonar el talante
transformador. No es fácil tomar esta decisión cuando te has jugado el
pellejo por tus ideas. Cuando una organización rebelde decide en su
fuero interno conquistar sus ideales sin recurrir a las armas, no hay
lugar para pensar que tal decisión es un acta de rendición.
Por
razones académicas, concurrí a varios conversatorios con excombatientes
asiáticos y africanos. Había un denominador común entre todos los que
participábamos: las armas eran asunto del pasado. Unos porque habían
ganado la guerra y ahora ostentaban rangos de generales o de ministros
de Estado. Otros porque alcanzaron acuerdos de paz y dedicaban su vida a
reconstruir el tejido social afectado por la catástrofe o estaban
organizándose en partido político.
Conversé
largamente con algunos que habían sido procesados en una Corte Penal
Internacional y fueron absueltos. Pedí explicaciones a los
exguerrilleros nepaleses sobre el acuerdo logrado para liquidar el
régimen monárquico. Los sudaneses se preparaban para la creación del
nuevo Estado – Sudán del Sur - y los filipinos tenían acuerdos muy
avanzados con el gobierno. A pesar de las diferencias culturales y la
naturaleza de los conflictos, quedé con la impresión de que todas las
organizaciones rebeldes del mundo han tenido sus miedos a la hora de
poner punto final a su singladura de guerra.
El
gobierno de Santos puede firmar un acuerdo de paz con las FARC y
probablemente con el ELN. Creo que estas dos organizaciones tienen
futuro político en Colombia. No las tienen todas consigo pero con el
concurso de las agrupaciones de izquierda y otros motores sociales que
poseen una larga andadura legal pueden cambiar radicalmente el mapa
político del país. Tienen programa, ideas, cuadros y un capital social
en sus zonas de influencia. ¿Qué más se le puede pedir a la historia?
Hay pueblos en Latinoamérica que han arrancado con menos y allí están,
volteando la tortilla.
*Exguerrillero de las FARC, abogado, sociólogo y analista de conflictos.
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