Por Aram Aharonian
Quizá para captar
votos, el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) decidió convocar a
personalidades atrayentes del deporte y el espectáculo, sin
antecedentes políticos previos pero con popularidad en las actividades
en que se desempeñaban, para convertirlos en candidatos a alcaldes, de
cara a las elecciones del 8 de diciembre próximo.
La idea de los
estrategas pareciera ser la selección de personajes conocidos
–mediáticamente al menos- por la ciudadanía, y apostar a que el resto lo
ponga la “mística chavista” y el aparato electoral del partido, una vez
que desapareció el portaaviones de Chávez, sobre el cual se montaron
unas 15 comicios en los últimos 14 años. ¿Éste es el viraje estratégico
para recuperar los votos perdidos en abril y ganar adeptos más allá de
los convencidos?
Es cierto que Chávez llegó a contar con la
cercanía, la simpatía, el acompañamiento y el apoyo de personajes del
espectáculo y el deporte, pero nunca los ubicó como centro de atención y
definición de su estrategía : la de caminar hacia el socialismo del
siglo 21. Los asesores actuales del PSUV y del gobierno, quizá engolados
con tantos fracasos europeos, confunden participación popular con
“sábado sensacional” y tienen una visión reaccionaria sobre el pueblo
venezolano, su concientización, su idiosincrasia. Es más, en esta
ofensiva socialdemocratizante, que acompaña este proceso exigiendo en
forma paralela medidas seriamente reaccionarias como devaluaciones y la
dolarización de la economía, se trata de hacer olvidar la esencia del
movimiento bolivariano, ocultar todo rasgo revolucionario (más allá de
la redundante y consignera declamación), cuyas consecuencias fueron la
pérdida de casi 800 mil votos en la última elección.
Estos
“expertos” parten de la apuesta de que estos personajes sintonizan con
el sentido común, con la desconfianza que muchos ciudadanos les tienen a
los políticos, tanto civiles como militares. Piensan que eso hace que
mucha gente se identifique y apoye rápidamente, por simple simpatía con
personajes famosos, una alternativa electoral y suponen que los ayudará a
ponerse un escalón arriba en las encuestas .
La tentación de
igualar la farándula a la política no es un fenómeno sólo venezolano.
Carlos Saúl Menem lo puso de moda en los 90 en Argentina (Palito Ortega,
Carlos Reutemann) y en Brasil ocurrió con Fernando Collor de Mello, que
era un empresario representante de los medios (en especial de la Red O
Globo)… pero hay decenas de ejemplos internacionales.
Fueron
estrategias para cooptar sectores de la centroderecha. Muchos de ellos
llegaron a deslegitiman la política, las ideologías y hasta declarar que
no querían ser políticos. Otros apreciaron que la farandulización es la
degradación de la política.
Hay una confusión permanente sobre
lo que es la participación popular. Algunos suponen muy equivocadamente
que un “buen chavista” debe reducirse a que desde la cúpula de su
partido les participen por quién deben votar. No es así: Por el
contrario, es urgente revertir esta tendencia a la despolitización.
Recuperar la confianza del pueblo debiera ser la principal tarea de los
actuales dirigentes del gobierno y del proceso.
Todos los logros
políticos y sociales que ha alcanzado Venezuela, tanto dentro del país
como en forma de locomotora integradora reconocida y valorada en todo el
continente, no pueden ponerse en discusión no pueden ser comprometidos
por malas estrategias de campaña , como tampoco deben serlo por el
peligro y la degradación de una mala gestión que llevara a que se
tomaran medidas antipopulares para conformar a grupos e intereses que
complotan contra el país y el gobierno, ante reconocibles problemas
económicos que no son de tan difícil solución.
No cabe duda que
esta Venezuela bolivariana necesita una sensata gestión de gobierno,
colectivo; un esfuerzo decidido en la formación de servidores públicos
capaces, con conciencia social y revolucionaria; un gobierno cohesionado
y un cuerpo de funcionarios honesto y comprometido que ejecuten ese
Plan de la Patria 2013-2019 –elaborado por Hugo Chávez- aprobado en dos
elecciones.
El dinamismo que le había dado a la impronta chavista
la hoja de ruta diseñada por Chávez en la Constitución de 1999, los
Planes de Desarrollo de la Nación, las Leyes Habilitantes, han perdido
su motor. Dos años atrás se cuestionaba del hiperliderazgo de Chávez,
como llamado de atención sobre la ausencia de dirección colectiva.
Chávez era el articulador, el que distribuía el juego entre grupos con
veleidades y aspiraciones de poder, que hoy se han quedado sin el
árbitro.
En esta selección dedocrático-farandulera hay,
intrínsecamente, un reconocimiento que a seis años de fundado, el PSUV
no entusiasma, no suma militantes (quizá sí afiliados) y ni siquiera
cumple su función de aparato electoral. La debilidad de los grupos,
partidos, movimientos que debaten ideas en las bases, elaboran
propuestas que pasan inadvertidas, es visto como un síntoma de
despolitización, aunque más bien se trate de incapacidad de dirección en
un PSUV rutinariamente electoralero, que obliga a cumplir órdenes en
lugar de debatir ideas.
Hoy, el mayor logro del chavismo, que fue
convertir en sujetos sociales y políticos a quienes siempre fueron
objetos de política parece haber sido olvidado. Y el problema no radica
solamente en si la ciudadanía los va a votar, sino si tienen idea de qué
se trata la administración y gestión de un territorio, de ganar
eventualmente las elecciones.
El politólogo Nicmer Evans recuerda
que el rechazo a las prácticas tradicionales de la política venezolana
de la IV República, derivó de un proceso de despolitización denominada
antipolítica –impulsada por los medios comerciales de comunicación-.
Este tuvo como base la alta decepción ciudadana sobre la resolución de
sus problemas por la vía político-institucional, posterior al llamado
Caracazo de 1989, que produjo una serie de hechos políticos que
finalizaron en 1998 con la elección de la figura que podía generar los
cambios necesarios para transformar las prácticas políticas de la época.
Esto
podría describir a Chávez como un candidato hijo de la antipolítica,
tal como lo fue (la ex miss Universo) Irene Sáez en 1998, pero los
hechos ratificaron que lo que buscaba Chávez era repolitizar a los
ciudadanos: su estilo echaba mano del show pero él no era un artista,
era un político, que luchaba por el empoderamiento de la ciudadanía de
su soberanía, a través de la participación activa en los procesos de
toma de decisión.
Se está fracasando en sembrar el proyecto y,
más allá de sus éxitos profesionales, de su eventual adhesión al
proceso, lejos están estos candidatos dedocrático-faranduleros de ser
reflejo, imagen o síntesis del proceso bolivariano, anticapitalista,
antiimperialista y revolucionario. Quizá, lo próximo que propongan los
asesores socialdemocratizantes, sea, precisamente, ir borrando
paulatinamente esas definiciones ideológicas.
Las revoluciones
las hacen los revolucionarios, solía decirnos Chávez, parafraseando al
Ché. No se trata sólo de un escenario para las campañas publicitarias o
la firma de autógrafos. Y, quizá olvidando que Chávez, además de
presidente era líder de la Revolución Bolivariana, es Nicolás Maduro, el
presidente, quien anuncia las candidaturas. Más allá de todo lo dicho,
lo peor es que la farandulización tampoco garantiza un éxito electoral.
La "farandulización" de la política
Written By Unknown on domingo, agosto 11, 2013 | domingo, agosto 11, 2013
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