Por: Tatiana Acevedo
Hacia 1974 muchos celebraban la designación del país como posible sede del mundial de fútbol de 1986.
Sabían que sus críticas tendrían consecuencias. Pla fue agredido por el entrenador del equipo cuando, en una entrevista, hablaba sobre la necesidad de organizarse y exigir sus derechos. Brand estaba listo para represalias: “Estoy dispuesto a sufrir las consecuencias. Estas cosas tenía ganas de decirlas hace mucho tiempo.” Y Teófilo Campaz declaró: “Apenas comienza uno a hablar, lo tildan de una y otra cosa. Los directivos atacan furiosamente a los que toman la iniciativa, presionan al entrenador para que se invente un motivo que le impida jugar. Así que se queda uno apenas con el sueldo básico, sin primas ni premios: queda con la mujer los hijos y la amenaza.”
Estas declaraciones tienen todavía vigencia. Treinta y nueve años después, los que se quejan, ya sea porque no les pagan o porque el Estado no regula las condiciones laborales, son castigados, tratados de guerrilleros. Tras una huelga del gremio en 2005 hubo incluso hostigamientos contra jugadores y sus asesores legales.
Entre tanto, sectores influyentes del periodismo deportivo juegan un rol muy activo, pero en la fiscalización de los jugadores. Así, además de lidiar con los desquites de algunos dirigentes, los futbolistas son atacados por locutores y columnistas. Unos evitan el tema, restándole toda importancia. Otros, como Vélez o Mejía, ridiculizan a quienes protestan tildándolos de idiotas útiles, vagos y dipsómanos.
-
Elespectador.com| Elespectador.com
Publicar un comentario