Allende La Paz, Cambio
Total.
Por estos días
hemos leído algunos artículos hablando de « perdón y
reconciliación ». La mayoría de ellos descontextualizan, más en el caso
colombiano, el significado de un acto que por su trascendencia significa un
salto hacia adelante en la vida de una sociedad que evidencia que lalcanzar la
Paz es el « punto de quiebre » que necesita imperiosamente nuestro
país para inscribirse en la « modernidad » dejando atrás siglos de
barbarie oligárquica. Su explicación es sumamente compleja y difícil de
abordar. Por ello trataremos de subdivir los ámbitos en que se desarrolla la
guerra y por ende el perdón que se aplicaría al firmar la Paz o aún antes.
Ámbito de la Lucha de clases
Las FARC-EP, como
organización marxista-leninista, saben que adelantan el combate con las armas
en las manos en respuesta a la agresión de que fueron objeto con el ataque del
gobierno de Guillermo León Valencia a la vereda Marquetalia –Tolima- en 1964,
aun cuando sus causas se remontan desde 1928 con la Masacre de las Bananeras.
Ante tamaña agresión -16 mil soldados, utilización de la aviación, utilización
de armas biológicas con aspersión de la « Peste negra »-, estaba –y
está- más que justificada la respuesta popular de guerra de guerrillas.
Máxime cuando la
degradación de la guerra en los años subsiguientes corría –y corre- por cuenta
del estado quien usa desproporcionadamente la fuerza para tratar de derrotar a
las fuerzas insurgentes, al tiempo que involucra a los civiles en la
confrontación dándoles tratamiento de « enemigos internos », quienes
merecen todos los castigos posibles, incluso la violación del derecho a la vida
y la desaparición forzada.
Ésta forma de
adelantar la guerra transgrede incluso el ámbito de la lucha de clases y sume
en el horror no solamente a los combatientes, sino a la población civil,
violando todos los preceptos del derecho de guerra y del derecho internacional
humanitario. Ya hemos visto en múltiples Informes sobre Derechos Humanos la
crisis humanitaria en que han sumido al pueblo colombiano y se ha exigido a
través de sus discursos, de sus medios de comunicación y de la academia que las
FARC « presenten la otra mejilla » para ser consideradas
« civilizadas » en tanto el horror es llevado al campo y los barrios
populares bajo el pretexto de la guerra contra la subversión, subversión que
ellos mismos crearon con sus acciones y políticas.
Desde el punto de
vista marxista-leninista se considera que « la única guerra justa es la de
los oprimidos contra sus opresores », opresión que en el caso colombiano
se evidencia en la explotación a que son sometidos por las leyes laborales y el
arrebatameinto de sus conquistas, sino también en la opresión que desde las estructuras
se adelanta contra el pueblo : falta de empleo, hambre, desnutrición,
falta de salud y educación, etc.
El diario El
Tiempo, órgano de difusión del partido
liberal, con sus acostumbradas consideraciones nos muestra el punto de vista
oligárquico de entonces: « La moderación en ciertos casos si no es miedo se le
parece mucho, y miedo no debe tener el que ataca las demasías de los
gobernantes sosteniendo dignamente la causa popular, los fueros de la República
y la santidad de sus instituciones. Digamos, pues, la verdad en voz alta, con
la fuerza de la convicción y sin que nos detengan consideraciones egoístas o
motivos de interés precario. Si la tormenta se desata y no valen nuestros
esfuerzos para salvarla y salvarnos, perezcamos con ella, que esto es lo que
aconsejan la dignidad propia, la honradez política y el amor patrio contra las
previsiones del egoísmo y el cálculo frío de esos hombres de alma metalizada y
corazón de hielo […] ¿Se nos podría aconsejar, como un acto prudente que
transigiéramos con el bandido que roba nuestra propiedad y que atenta a nuestra
vida? Pues tampoco debe aconsejarse que, en obsequio de la paz, se transija con
un Gobierno que, haciendo traición a la confianza de los gobernados y
desdeñando sus más imperiosos deberes, vulnera premeditadamente los derechos de
la sociedad. A Gobiernos como ese hay que hacerles resistencia y procurar su
caída por medio de la prensa, de la tribuna y del sufragio; y si esta libertad
no existe, o se ha hecho irrisoria, se les debe resistir con las armas hasta que
sucumban con ignominia y que quede así la sociedad revindicada. (Artículo
del tiempo sobre el decreto expedido por el presidente Ospina en julio 23 de
1860) ».
De igual manera
el mismo diario evidencia en años recientes la misma posición de clase: « Según Enrique Santos Calderón: “…A un enemigo No Convencional no se le puede enfrentar con Métodos Convencionales. Hay
que volverse como él. No dar la cara,
golpear en la oscuridad…” (Citado en Tribunal Permanente de losPueblos: p. 497). Sin embargo, al reseñar el
magnicidio contra Manuel Cepeda Vargas,
en la sección Cosas del día, bajo el significativo título de Ojo por Ojo (ElTiempo, Agosto 11 de 1.994, p. 4-A), se afirma que
este diario nunca ha estado de acuerdo
con la retaliación que expresa el principio de la Ley del Talión, que reza :“Ojo
por Ojo, Diente por Diente”. » (Plan Colombia y Conflicto Internocolombiano. Libro virtual. Pág 37).
La cual es una
copia de lo planteado para la guerra de 1860 : « Madiedo, en su compendio
sobre el derecho de gentes, señalaba con un enemigo feroz y despiadado no es
posible una conducta magnánima: habría inhumanidad en no detenerlo en la vía de
sus atrocidades; y si para ello fuera preciso superarlo para imponerle respeto
por el espanto y obligarlo a refrenar sus malos instintos, y no hubiera otro
medio de obtener ese útil y necesario resultado, habría que escarmentarlo de
manera que comprendiera que le iba en ello su propia seguridad y la de sus
satélites. En este caso su conducta no sería el reflejo de la suya; y en
nosotros el cumplimiento de un sagrado deber: compeler a un enemigo bárbaro a
respetar los derechos del género humano. » (Madiedo, 1874, pp. 472-473. Citado
por María Teresa Uribe de Hincapié y Liliana María López Loper, Los discursos del perdón y del castigo en la guerra civil colombiana de1859-1862. llopezlo@eafit.edu.co
).
Evidentemente
según ésta óptica, una de las partes de la guerra –el Estado- se permite establecer criterios de legitimidad y
justificación del uso de las armas de manera indiscriminada, considerándose
superior incluso al constituyente primario que le dió potestad constitucional,
soslayando su responsabilidad como
creador del conflicto. En el caso colombiano quien debería respetar el
derecho de gentes –el estado- es precisamente su principal violador que ha
llevado la respuesta de los sectores populares agreidos, no exentos de ciertos
y pocos « errores » por parte de la insurgencia armada.
Se preconiza
entonces que no es lo mismo la causa que
el efecto y el primero es el principal responsable que debe comenzar a
reconocer sus faltas y consiguientemente a pedir perdón no sólo a las víctimas,
sino a la sociedad en su conjunto. Ello es así por cuanto el Estado es el causante responsable de más del 80% de las
violaciones de derechos humanos de las víctimas del Terrorismo de Estado
aplicado y es precisamente el Estado el que tiene la obligación constitucional
de velar por « la vida, honra y bienes de los ciudadanos », en tanto las guerrillas son el fecto resultante
cuyas acciones se ejercen contra la clase en el poder, no contra todas las
clases de la sociedad, clase oligárquica que adelanta sistemática y
consuetudinariamente la violación de los derechos humanos de los colombianos,
es decir, el efecto resultante se realiza en contra de menos de 10% de la
población.
Artículos relacionados:
Artículos relacionados:
Publicar un comentario