Las protestas en Norte de Santander revelan una
vez más la enorme brecha que existe entre la Colombia del discurso y el
país real, entre los comunicados de prensa y la vida de sus gente.
Las protestas también ponen en entredicho el discurso frente al proceso de paz. Luego de las exigencias respecto a la coca vinieron las demandas de los campesinos de la declaratoria de una Zona de Reserva Campesina (ZRC). Valga aclarar que la demanda no es nueva, sino viene de tiempo atrás y hasta el propio presidente ha reconocido que es una figura reglamentada por la legislación. Se supone que hay un acuerdo firmado por el Gobierno y las Farc, un acuerdo agrario, que casi todos los comentaristas han descrito como “histórico y trascendental”. Entre los puntos tratados está el de las ZRC, y las especulaciones sobre el tema nos arrojan una cifra de unos nueve millones de hectáreas que serían cobijadas por la figura de ZRC.
Si el Gobierno ya ha firmado un acuerdo sobre las ZRC, ¿por qué no dar una señal de buena fe y ceder en el Catatumbo? También le queda la opción de explicar a los campesinos que lo de ellos ya está acordado y toca esperar hasta el final del proceso en La Habana.
No sabemos cuántas ZRC han acordado ni cuánta tierra abarcarán, pero podemos estar seguros de que no lo han contemplado para el Catatumbo, o por lo menos el Gobierno no pretende cumplirles en la región, pues su futuro económico está cantado desde hace muchos años y si Bogotá tiene la última palabra no habrá una ZRC en el Catatumbo, ni ahora ni después de firmar la paz con las Farc, digan lo que digan en La Habana.
¿Por qué? En la ceremonia de desmovilización del bloque Catatumbo de las Auc, el entonces gobernador Luis Miguel Morelli Navia declaró que la zona es “un símbolo de enormes oportunidades: petróleo, carbón, palma africana, cacao, los bosques más ricos en biodiversidad del planeta”.
Ausentes de su discurso estuvieron los campesinos de la región. No podía ser de otra forma, su gobernación había inferido un potencial de casi 350 millones de toneladas de carbón en el Catatumbo para explotar a cielo abierto e incluía a Tibú en sus planes. Se pretendía abrir una mina de 71 mil hectáreas, tumbando selva y desplazando a los campesinos de sus fincas. La meta era aumentar la producción de carbón a ocho millones de toneladas para 2015. La mina aún es una proyección, pero no olvidada ni abandonada.
La creación de una ZRC supondría un obstáculo para el proyecto minero en pleno apogeo de la locomotora minera. Es poco probable que el Gobierno dé marcha atrás, siendo este uno de los renglones principales de la economía. La palma africana tampoco ha dado tregua. En 2001 existían muy pocas siembras. Entró el Usaid con proyectos para su siembra en Campo Dos, Tibú, con la meta de cultivar 6.500 hectáreas. Hoy hay más de 18.000 hectáreas de palma en el Catatumbo, principalmente en Tibú y el vecino municipio de Zulia. No es sorprendente que Fedepalma haya exigido que el Gobierno tome medidas para levantar el bloqueo y haga inversión en la zona, pues el proyecto palmero avanza incesante y nada indica que hemos llegado al tope de tierras que se pretende cultivar. Quieren proteger la inversión palmera y ellos también requieren infraestructura para sacar sus productos.
Desde la Concesión Barco de los años 30, el municipio de Tibú se relaciona con el petróleo. En los años 90 la producción de crudo entró en decadencia, pero tampoco es un renglón de la economía que el Gobierno pretenda abandonar. Existen varios proyectos de explotar lo que denominan campos maduros. Ecopetrol, con una inversión de US$849 millones espera aumentar la producción del campo maduro de Tibú a 26.800 barriles por día para 2015. Algo parecido pasa con el gas, aunque apenas están mirando suministrar el servicio a la población del municipio.
La región ha vivido muchas bonanzas de coca, petróleo, gas, carbón y los monocultivos. Siempre se ha visto la zona como una fuente de ingresos mediante la extracción de los recursos naturales. Se han hecho todo tipo de apuestas para la región, tanto legales como ilegales, todo menos apostar y jugar a favor de las comunidades campesinas.
A lo largo de la historia de la región ninguno de los proyectos extractivistas ha sacado a sus habitantes de la pobreza. Hoy día en Tibú 56,76% de la población rural y 40,31% de la urbana tiene una o más necesidades básicas insatisfechas. El Gobierno haría bien al escuchar sus demandas, sus súplicas, a fin de cuentas la región ha enriquecido a todos menos a sus pobladores.
En 1987 los campesinos del Catatumbo también se tomaron las vías en el marco de las movilizaciones de la Coordinadora Nacional de Movimientos Cívicos. Firmaron acuerdos y el Gobierno Nacional les incumplió. Volvieron a abocarse a la calle en 1996 y 1998 en protestas que tenían como trasfondo los cultivos ilícitos. También les incumplieron.
No puede haber una ZRC rodeada de pozos petroleros, minas de carbón y monocultivos, y es por eso que el Gobierno no cede. Es una opción o la otra, las dos no pueden convivir en el mismo tiempo y espacio.
*Investigador y escritor irlandés.
Autor de “El Catatumbo: un reto por la verdad”.
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