Allende La Paz,
Cambio Total.
Los colombianos estamos
acostumbrados a la marrullería de la oligarquía en el poder. Ha sido una
constante histórica que los gobiernos de turno lleguen a las regiones, prometan
« lo habido y lo por haber » y después, « si te ví, no me
acuerdo ». Si no apenas recuerden los damnificados del invierno que les
tocó « diluirse en el agua » y lo verán en los damnificados que
vienen por éste invierno.
Por ello, en las
actuales conversaciones en la Mesa de La Habana las FARC han sido en « extremo
cuidadosas », como dijo Andrés París ayer no más. Y es lógico que la
guerrilla le exija al gobierno « voluntad de cambio », ya que la
oligarquía –JMSantos incluído – nunca ha tenido ni un ápice de voluntad de
cambio. O sí, a veces cambia cosas, pero para bien de la oligarquía y para peor
del pueblo.
La oligarquía « cambió »
un articulito para beneficiarse ellos. Si algún día ese articulito cambiado
favorece a las fuerzas populares la marrullería de tahúr los llevará a tratar
de desconocerlo o cambiarlo, para lo cual tienen a las Cortes y al Congreso. Y
es que la oligarquía solamente tiene para el pueblo una política de estado, la
guerra. Para los oligarcas –financistas, empresarios, terratenientes, ganaderos-
tienen todas las políticas « habidas y por haber » : exención de
impuestos, préstamos blandos (AIS es sólo un caso), repartición de tierras
baldías, etc, etc, políticas que les hace la vida « más amable » a la
oligarquía parásita.
Al pueblo, todo
lo que ha conseguido, ha sido a fuerza de lucha, de movilizaciones, de paros,
etc. Nunca ha habido una política que le haga la vida « más amable »
a los trabajadores. Por el contrario, desde los medios en poder de la
oligarquía siembran en el ideario colectivo que los pobres son « flojos ».
Que los indios son unos perezosos, que los negros son unos « buena vida »,
que los mestizos heredamos lo peor de los españoles, la pereza, y así un
infinito etc.
Por ello, el pueblo
muy sabiamente ha respondido a la « combinación
de las formas de luchas oligárquicas », es decir, hambre, represión,
engaños, politiquería, etc, con la « combinación de las formas de luchas
populares », es decir, organización, unidad, movilización, y todo
confluye en las « acciones de masas ». Si los estudiantes de la MANE
tienen una propuesta para la Educación para poder hacerse oir tienen que « irse
a la calle ». Si los trabajadores tienen un pliego de peticiones que
mejoran sus condiciones de vida y de trabajo tiene que irse al paro y a las
manifestaciones. Si los campesinos quieren adelantar un proyecto como las zonas
de reserva de reserva campesina tienen que irse a las acciones, a la
movilización de masas. Si los caficultores sienten que también ellos han sido
abandonados por el estado tienen que hacer un « paro cafetero ». Si
los cañeros tienen un petotorio tienen que empezar planteando un paro para que
los escuchen. Y para colmo vemos a los gobernantes gritando que « están
infiltrados por las FARC ».
Y lo increíble es
que para que el gobierno cumpla los compromisos adquiridos el pueblo tiene que
estar presto a la movilización de masas. Por ello, la « movilización de
masas » es la única garantía que tiene el pueblo para que sus demandas sean
realmente satisfechas. Con razón siempre se ha planteado « lucha de masas,
acciones de masas, y nada de aventuras ».
Hoy las FARC-EP
están exigiéndole al gobierno ”voluntad de cambio”. Lo que en carta blanca
significa que el gobierno debe comprometerse –y llevar a la práctica- los Acuerdos
a que se lleguen en La Habana. Las FARC-EP y el gobierno son los acordantes de
solución de las causas del conflicto interno en la Mesa de La Habana y el
pueblo, con su accionar de masas, son los verificadores de que esos acuerdos se
están cumpliendo en la práctica.
Bien hacen las FARC en involucrarse –ahora y
siempre- en las acciones de masas –reuniones, manifestaciones, paros, en todas
las movilizaciones populares- que realiza nuestro pueblo por construir un Nuevo
País, en Paz con justicia social. Esa sintonía pueblo-FARC será la garante de
que los Acuerdos logrados en la Mesa de Conversaciones de La Habana no se
conviertan en « letra muerta », cosa a la que apuesta el gobierno y
la totalidad del estado burgués colombiano.
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