Por: Alfredo Molano Bravo, El Espectador
La búsqueda, casa por casa, alcantarilla por alcantarilla, potrero por potrero, del patrullero de la Policía Jairo Díaz Vargas, desaparecido en el barrio El Codito, en el norte de Bogotá, ha sido valiente y denodada.
150 unidades armadas de 
la Policía, del Ejército y de los servicios de inteligencia han sido 
movilizadas para dar con el paradero del muchacho, que había participado
 en la incautación de 30 kilos de marihuana a la banda de Los Pascuales,
 y apenas han encontrado el chaleco antibalas, por lo que se deduce que 
no se cayó por un precipicio. La Policía Nacional ha repartido miles de 
volantes con la foto de la víctima y ofrece 20 millones de pesos por 
información que permita encontrar a Díaz. Un formidable y loable 
esfuerzo de las autoridades. Ejemplar esquema. Así debían hacer con 
todos los desaparecidos, aunque salieran muy costosos los operativos si 
se tiene en cuenta que en Colombia se perdieron en los primeros 28 días 
de enero de este año 690 personas, es decir, 24 personas cada día. En 
plata, 20 millones por 690 casos daría 13.800 millones de pesos y la 
movilización de 100.000 policías. Hay que reconocer que las campañas 
contra la desaparición han tenido relativo éxito: el año pasado se 
reportaron 746 casos en los primeros 25 días de 2012. O sea, 29 personas
 desaparecidas diariamente, un 8% menos. De las que desaparecieron en 
enero, solo 69 han regresado a su casa y ocho han sido encontradas 
muertas. Desde 2007 se han reportado 80.000 desaparecidas, de las cuales
 4.000 han aparecido vivas. ¡Escalofriante!
En
 2011, el defensor del pueblo, Vólmar Pérez, levantó el telón que 
escondía nuestra más escabrosa y repugnante tragedia: 61.604 personas 
han desaparecido en Colombia desde que comenzó la Violencia en 1947. 
¡Impunidad absoluta! De esa cifra, certificada, han sido víctimas de 
desaparición forzada 16.665 personas; solo 249 se han encontrado vivas y
 557 muertas. Sin duda, el capítulo más brutal de nuestra miseria 
humana. La desaparición forzada es un delito cometido por agentes del 
Estado o por personas actuando con su autorización, apoyo o 
consentimiento, que conlleva a numerosas violaciones a los derechos 
humanos. De las 8.295 investigaciones que se llevaban a cabo cuando la 
Fiscalía era dirigida por Viviane Morales, 1.598 eran homicidios 
cometidos presumiblemente por agentes del Estado. Según la Oficina 
Internacional de los Derechos Humanos Acción Colombia (Oidhaco), la 
fuerza pública es responsable de 3.000 ejecuciones extrajudiciales. 
Según Medicina Legal, entre 2005 y 2010 los paramilitares mataron a 
173.183 personas y desaparecieron a 34.467. De los informes de Medicina 
Legal y la Fiscalía se deduce que 13.000 personas desaparecen en 
Colombia cada año. Desde 1984 se han registrado 951 casos de falsos 
positivos con 1.741 víctimas. La negra Piedad Córdoba habló de 200.000 
desaparecidos y cayeron sobre su turbante rayos y centellas. Como 
siempre. Superamos el holocausto de la dictadura argentina de los años 
70 y nos acercamos a paso firme y heroico a las que hoy ensangrientan a 
Sri Lanka y el Congo Belga.
El
 10 de agosto pasado entró en vigor la Convención internacional para la 
protección de todas las personas contra la desaparición forzada, pero 
está pendiente de ratificación. Quién sabe si el gobierno de Santos dé 
ese paso. Los enemigos de hacer claridad sobre el pavoroso delito de la 
desaparición forzada tienen mucha fuerza dentro del Estado, como se 
comprueba con la aprobación del nuevo fuero militar. A José Miguel 
Vivanco no le falta razón cuando dice: “la justicia penal militar es un 
ejemplo de impunidad —y no de rendición de cuentas— por delitos 
atroces”. El último informe de Human Rights Watch sobre la situación de 
los DDHH en Colombia repite lo que ha denunciado desde hace tres 
décadas: “La impunidad crónica en casos de violaciones de derechos 
humanos continúa representando un grave problema”.
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Alfredo Molano Bravo | Elespectador.com
 

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