Porque desde el Estado siempre se
han propugnado las soluciones de guerra, los revolucionarios, incluídas
las FARC, han luchado -y luchan- por la Paz. Siempre.
La paz no tiene tiempos en un
país en guerra. Una guerra decretada por la oligarquía en el poder con
la dirección del imperio estadounidense. La paz es una lucha permanente
por acabar la guerra. Es, además, una lucha permanente contra los
guerreristas. Contra sus agenciadores. Contra sus propagandistas
(políticos, medios, etc). Contra sus realizadores. A sabiendas de que
quién decide hacer la guerra debe tener siempre la paz en su horizonte.
Por eso hemos visto y vemos a los
revolucionarios dando inclusive la vida por la paz. Las FARC, por ser
una organización que nace de la decisión de guerra oligárquica, han
enarbolado desde sus inicios la bandera de la Paz. Bandera que es el
resultado de su profundo espíritu humanista, derivado de sus principios
ideológicos, el Marxismo-Leninismo. Por qué sus enemigos no pueden tener
la misma magnanimidad?, nos preguntamos.
Y en esa lucha, nosotros,
civiles, desarmados, no combatientes, confluímos con las FARC, sin que
ello signifique militancia o pertenencia. Los colombianos de bien
estamos con todos aquellos que quieran la paz en Colombia. No queremos
que el ruido ensordecedor de los fusiles acalle la voz de la Paz.
Por ello insistimos e
insistiremos en la necesidad de comenzar a transitar caminos de paz,
permanentemente. Precisamente en medio de la guerra. En esa guerra
ideada y aplicada desde la suciedad de sus ideólogos, la oligarquía y el
imperio; luchamos por la paz. No le tememos a las persecuciones. No le
tememos a la muerte porque la guerra nos ha quitado a nuestros seres
queridos y nos ha dejado sin ganas de vivir. Solo el ansia de paz nos
devuelve las energías y nos hace levantar.
La Paz no puede tener tiempos
porque entonces estaríamos perdidos. Aun en el canto luctuoso de las
ametralladoras, de los fusiles, de las bombas, de los aviones asesinos,
vislumbramos un cántico de paz, de esperanza. En la carne destrozada de
los muertos por la guerra vemos el significado de la paz.
La esperanza que convierte
nuestro camino en más ligero. En menos barrialoso. La esperanza de que
nuestro pequeño accionar del ”aleteo de mariposa” hará producir cambios
en las mentes de hasta los más asesinos y renuentes. El futuro del
hombre no puede ser el exterminio de su especie. No nos convirtamos en
Homo sapiens necans definitivamente y no llevemos al mundo a un
cataclismo.
Empecemos ya. La paz no tiene
tiempos, su vida es atémpore porque su enemigo siempre está agazapado
esperando el momento de darle el zarpazo. Paremos la guerra hoy y
construyamos la paz del mañana y transitemos el camino de la
fraternidad, la reconciliación, de la rehabilitación. Vivamos como seres
humanos a partir de acabar la guerra y busquemos otras maneras de
resolver nuestras diferencias. Dialéctica y dialógicamente.
Nunca debemos olvidar, perder de
vista, que el amor es el recurso dialógico que nos lleva a resolver de
manera pacífica, sin armas asesinas, las contradicciones. Brindemos amor
a los nuestros, al vecino, al camarada, al lejano. Porque nuestra
tranquila sonrisa dibuja en nuestros labios una mariposa revoloteando
por la vida.
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