Ante una acusación infamante contra el padre de la antropología colombiana que reprodujo la revista Arcadia, este texto señala las inconsistencias y examina la calidad ética de la investigación que sustenta aquellos cargos.
Una grave acusación
Un juicio sin defensa y sin jurado. Esto fue lo que vieron[T1] , asombrados, los asistentes a uno de los paneles del 54° Congreso de Americanistas reunido en Viena el pasado mes de julio
Las acusaciones se conocieron en uno de los paneles del 54° Congreso de Americanistas reunido en Viena el pasado mes de julio. Foto: facebook.com/54ICA |
El escenario: una reunión de académicos de todas las nacionalidades y disciplinas. El juez: un arqueólogo colombiano de nombre Augusto Oyuela, profesor en una universidad de Florida. El acusado ausente: el fundador de la antropología y de la arqueología en Colombia, el profesor Gerardo Reichel Dolmatoff(nacido en 1912, muerto en 1994).
El evento tuvo lugar en una sala donde el profesor Oyuela leyó su conferencia ante una audiencia desprevenida. Con la voz entrecortada citó algunos pasajes de un diario escrito por un tal Erasmus Reichel quien, supuestamente, es el mismo antropólogo que vivió en Colombia entre 1939 y 1994. Eso, al menos, es lo que se desprende del video de la conferencia de Oyuela que aparece en You Tube y de oír a los colegas que asistieron al evento.
Sin prestar atención a las consecuencias de su presunta intervención “académica”, el profesor Oyuela lanzó una bomba de impacto al afirmar que un tal Erasmus Reichel era en efecto Gerardo Reichel Dolmatoff, quien por lo tanto habría sido un militante activo de las juventudes hitlerianas entre los 14 años y los 21 años de edad, entrenador de guardias en el campo de Dachau e integrante de la guardia personal de Hitler.
Una acusación temeraria sin duda, a juzgar por sus “pruebas” sobre la identidad del acusado, apoyándose en algunas fotos de infancia y juventud que nada dicen, en dibujos hechos por Reichel Dolmatoff que poco aportan como prueba de sus instintos criminales, y en cartas y fragmentos de un diario que supuestamente lo inculpan.
Fue toda una aventura de “investigación académica”, atrevida e irresponsable, que afecta no solo al fundador de la antropología colombiana, sino a su familia, a sus allegados, a sus numerosos alumnos y a la profesión en su conjunto.
Inconsistencias de bulto
En este texto me limito a señalar algunas inconsistencias en esta narrativa acusatoria y a formular algunas preguntas desde mi condición de antropóloga estudiosa del Holocausto. Comienzo por las inconsistencias.
El acusado ausente: el fundador de la antropología y de la arqueología en Colombia, el profesor Gerardo Reichel Dolmatoff (nacido en 1912, muerto en 1994). Foto: INÉS REICHEL, en Banrep.gov.co |
-En primer lugar quisiera señalar que la narrativa del profesor Oyuela es tramposa y facilista porque aborda únicamente una parte de la historia personal de un intelectual tan complejo y prolífico como lo fue Reichel Dolmatoff. En esta narrativa omite lo que habría sido el trayecto más contradictorio de su vida: la transición de nazi a miembro de la resistencia anti-nazi.
Resulta muy poco creíble que un integrante activo del nazismo durante la década de 1930 hubiera podido ser parte activa de la resistencia francesa a finales de esa misma década: Gerardo Reichel Dolmatoff militó en el movimiento Francia Libre, y fue condecorado por el General Charles De Gaulle con la Orden Nacional del Mérito.
-Tampoco es fácil de creer que Reichel Dolmatoff, quien llegó al país en 1939, se hubiera insertado sin despertar sospechas en la colonia de ciudadanos austro-húngaros radicados en Colombia, entre quienes se contaban y se cuentan intelectuales notables, o cómo pudo convivir con familias tan respetables como los Ungar, los Uprimny, los Cahnspeyer y otras más que lo frecuentaron a lo largo de sus 55[T2] años en Colombia.
-Una tercera duda resulta de la constante presencia y proyección públicas del profesor Reichel Dolmatoff, quien fue profesor en universidades destacadas de Estados Unidos, de Europa y de Japón, asistió a innumerables seminarios y [T3]congresos nacionales e internacionales, se dejó fotografiar en espacios públicos y fundó el departamento de antropología en una de las universidades más prestigiosas de Colombia. Este no es el proceder de un nazi que huye de su pasado criminal, se refugia en un país lejano, cambia su nombre y su apariencia física y trata de comportarse como un ciudadano del común, tal como hizo Eichmann en Argentina.
La ética del historiador
Yo llevo muchos años investigando criminales y homicidas. Después de ver el video de la conferencia-acusación, y de leer el artículo publicado, de manera irresponsable, por la revistaArcadia, tengo algunas consideraciones respecto de la calidad ética de la investigación que adelantó el profesor Oyuela.
Gerardo Reichel Dolmatoff habría sido un militante activo de las juventudes hitlerianas entre los 14 y los 21 años. Foto: fotosmilitares.org |
Cuando se investiga la historia de un criminal de guerra que se arrepiente (y tal parece ser el caso de Erasmus Reichel) resulta éticamente indebido dejar de lado una parte de la historia, evadiendo la explicación sobre qué implica arrepentirse y admitir la culpa. Según el relato de Oyuela, Erasmus Reichel fue expulsado del Partido Nacional Socialista, se arrepintió de su pasado criminal y (sin que conozcamos detalles del proceso) entró a formar parte de la resistencia antifascista francesa para acabar viviendo en Colombia convertido en el antropólogo que todos conocimos, dedicado a la investigación de las culturas indígenas. ¿No es lo suficientemente compleja una trayectoria vital como la descrita para que quien aborde su estudio tenga la obligación moral de dar cuenta de todo el recorrido vital?
Y en cuanto a las pruebas que aporta y la veracidad de las fuentes que utiliza, me vienen a la memoria el estudio y documentación de casos como las masacres de El Salado y La Rochela hechos por el grupo de Memoria Histórica, donde el grupo aplicó criterios rigurosos para constatar la veracidad y confiabilidad de las fuentes. Pero en el caso que nos ocupa al parecer resultó más fácil para el profesor Oyuela optar por construir un personaje siniestro sin asumir la responsabilidad por la totalidad del ser humano.
Todo este lamentable episodio trae a la memoria algo que decía Claude Etherly, el piloto responsable de la bomba de Hiroshima, en una de sus cartas al profesor Gunther Anders que lo acompañó y apoyó a lo largo de su atormentada vida y sostuvo con él una larga correspondencia; decía Etherly que los responsables de tirar las bombas suelen ser personas sin imaginación porque son incapaces de vislumbrar las consecuencias de sus actos.
*Antropóloga, Universidad del Rosario.
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