Domínico Nadal, El
Cuento de la Semana.
Dicen los viejos sabios
que… había un país muy religioso. O eso aparentaba ser.
Iban todos los domingos
a misa. Oraban antes de ingerir sus alimentos. En las noches rezaban el Rosario.
Se daban golpes de pecho y constreñían su corazón.
Y hasta ahí llega su
piadosa cristiandad. De ahí en adelante no hay un mínimo de piedad con sus semejantes.
Eran
dueños de haciendas y en ellas sometían a los trabajadores a la más despiadada
explotación. Jornadas laborales que se extendían desde las 3 de la madrugada (con
el ordeñ de sus vacas) hasta las 5-6 de la tarde (con el encierro de las vacas).
Eran defensores a
ultranza de sus posesiones. Ni un milimetro de tierra dejaban que
ensuciaran las manos de los pobres. Si
los pobres pretendían apoderarse de la tierra les respondían con sus armas.
Armas aceitadas por la burocracia oficial que siempre y por siempre defendían
la propiedad privada.
Propiedad privada
acrecentada por el despojo de las tierras que los colonos iban civilizando con
duras jornadas de trabajo. Los hacendados esperaban que los colonos civilizaran
esas tierras y luego les enviaban sus ejércitos de matones para que recuperaran
“sus tierras” porque según ellos hasta los baldíos eran de su exclusiva
propiedad.
Al que se resistía lo
mataban. Al que se negaba a entregar la tierra lo desplazaban forzosamente.
Fuera! Ustedes
no tienen cabida en nuestro ordenamiento territorial, decían. Y siguieron
enriqueciéndose al acumular tierras en su poder, amen de la explotación de ”sus”
trabajadores.
Para los hacendados era normal vivir en guerra. La guerra
era el caldo de cultivo de sus riquezas. Por ello nunca permitieron que se
hablara de la Paz. El que lo hiciera lo mataban, también. Y para adelantar la
guerra tenían a su ”estado”. Miles de millones de pesos mal gastados en la
guerra, cuando con esos millones hubiera sido suficiente para resolver todos
los problemas de los pobres.
Incluso obligaron a sus
trabajadores a votar contra el Acuerdo de Paz que firmó el gobierno con la
guerrilla. Se oponen con todo a que haya paz en su país. Incluso siguen matando
a los líderes populares defensores de derechos humanos, incluído el derecho a
la paz y a la vida.
Los “patronos” llegan a
sus casas después de haber realizado sus no heroicas acciones. Se lavan las
manos y pasan a comer. Oran. Le piden perdón a su Dios. En la noche rezan el Rosario
y se acuestan. A veces hacen el “amor”. Y roncan…
“Oración de camándula
durante el día y perversiones sexuales durante la noche”. Su Dios no absuelve
sus pecados. No hay amor al prójimo, como predijo Jesús. No basta rezar...!!!
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