Hernando Vanegas Toloza,
Postales de Estocolmo.
No hay ningún
contrasentido entre Paz y Política. Por el contrario, ambas se refuerzan una a
otra y viceversa. Mas en Colombia, si hay un contrasentido. Es entre Paz y
Politiquería.
Sabemos que la Paz es un
imperativo ético. Igualmente que es uno de los más preciados derechos humanos,
el cual va de la mano con el derecho a la vida. Sabíamos, también, que la Paz
firmada entre las FARC-EP y el gobierno Santos correría el inmenso riesgo de ser
desnaturalizada en su paso por el congreso, como en efecto está suediendo, y ni
se diga con el retorcido “Plebiscito” o en manos de la politiquería en las
Cortes.
Hoy día, el problema
mayúsculo corre por cuenta de la Corte Constitucional (CC) que se ha alineado
con los “enemigos de la Paz”, mejor dicho, ha “pelado el cobre”, y ha declarado
ante los colombianos que no quiere la Paz. Una institución estatal, que se
esperaría estuviera en consonancia con los nuevos aires que se respiran en
Colombia, definitivamente declara ante el mundo que no quiere la paz, así trate
de disfrazar su sentencia de leguleyada.
La Paz como política
estatal no ha sido una prioridad del establecimiento colombiano. La única
política estatal ha sido la guerra y la muestra es que a las instituciones
estatales colombianas –ejecutivo, legislativo, judicial, militar- les es supremamente
difícil salir del marco legal de la guerra para adelantar con todo grandeza la
causa de la Paz, la cual se está construyendo no por el querer de éstas
instituciones, sino por el empuje que las FARC-EP y el pueblo han puesto en
ello.
Evidentemente que en
esas instituciones hay sectores que apoyan decididamente la Paz, el presidente
como persona, por ejemplo, pero el conjunto de las instituciones estatales no
muestran un decidido apoyo y menos su decisión –y mucho menos su determinación-
de echar a andar la locomotora de la Paz hacia adelante y se contentan, como
siempre, en torpedear el camino ya de por sí dificil de salir de una guerra
interna fratricida de 53 años.
Ello es así porque el
establecimiento colombiano no practica la política en toda su extension, sino
que viven inmersos en la politiquería, la trapisonda, la corrupción y la
maniobra para torcerle el destino al otro, sin saber que en la medida en que
practican la politiquería se envilecen ellos aún más.
El pueblo en su
sabiduría ha entendido que la Paz no puede ir separada de la imperiosa
necesidad de luchar por sus reivindicaciones, precisamente porque en la causa,
la base, del conflicto interno están las necesidades políticas, sociales,
culturales, económicas, que ha padecido el pueblo colombiano por más de 200
años y que han sido de su exclusión de la toma de decisiones.
No puede ir separada lucha
por la Paz, por un lado, y lucha por las reivindicaciones económicas,
políticas, sociales, culturales, por el otro, porque todas ellas hacen el summun
de una vida en Paz. No hay paz cuando mueren en combate colombianos pobres,
pero tampoco hay paz cuando los niños mueren de hambre y desnutrición (violencia
estructural), tampoco cuando no se satisfacen las necesidades del pueblo en
materia de empleo, salud, educación, cultura, recreación, etc.
Las FARC-EP y el
gobierno Santos han dado un gran paso en dirección de la Paz al decretar el
Cese Bilateral de Fuegos y al haber firmado el Acuerdo Final del Teatro Colón, pero
ello debe ir acompañado de la implementación total del Acuerdo Final ya que no
hacerlo implicaría una desastrosa decepción para el pueblo colombiano, el cual
está demostrando de qué es capaz cuando se decide a luchar por lo suyo (caso
Buenaventura, por ejemplo, o la Marcha Indígena, o el paro de Maestros).
No es mediante la
politiquería a que nos tienen acostumbrados los representantes de los sectores
económicamente poderosos como vamos a construir una Colombia en Paz con
Justicia Social. Es enlazando creadoramente la causa de la Paz entre pueblo, entre
ellos FARC-EP –que algunos llaman Paz Grande-, y sectores que amen la Paz, con
las reivindicaciones populares. No hay contrasentido en éste desarrollo de la
política, entendiendo ésta como el servicio en favor del pueblo, de las clases
más desfavorecidas del favor del estado. No podemos desligar la lucha de las
clases populares de la Paz ya que una conduce a la otra, y viceversa, y es su
sustrato íntimo.
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