La politiquería
que ha adelantado la participación del « sector político » colombiano
–léase liberales, conservadores, de la U, Cambio Radical y todos los demás
partiditos burgueses-, está fuera de toda duda, le ha hecho un daño tremendo a
las Conversaciones en la Mesa de La Habana. Evidentemente que la politiquería
en Colombia significa, además de la enorme corrupción en lo relativo a lo
electoral, una inconmesurable corrupción aportada por el contubernio impúdico
entre ese « sector político » y el narco-paramilitarismo, creación
viva del monstruo parásito militar.
Ausencia de una política estatal de Paz
La Paz quiere
tratarse como se tratan todos los problemas colombianos. A la brava. Y de
acuerdo a la conveniencia de cada cual. Por ello es que no hay una política de
Paz en el Estado. Política de Paz que hubiera evitado todo ese ruido nefasto de
vagabunderías, chuzadas, « mermelada », etc, etc. Ello hubiera
permitido una discusión más apacible –ya que la discusión de los temas a tratar
en éste intento de alcanzar una solución política a la guerra decretada por el
imperio y sus cipayos nativos es de por si escabrosa-, ya que de lo que se
trata es, precisamente, abordar las causas que originaron el conflicto interno.
Si el estado
colombiano tuviera una política de Paz –el triunfo sobre las FARC-EP es el
objetivo de su política de guerra-, de nada valdrían las pataletas de los « enemigos
de la Paz », o sea, los Uribhitler, los militares guerreristas y parásitos,
los Fedegán, los SAC, etc. Nada tendrían que decir esos « adoradores del
ídolo de la guerra » y su lengua la tendrían que mantener bajo cualquier
oquedad de sus horripilantes cuerpos.
Hemos visto cómo
el presidente se ha ido « robando » los principios de la izquierda y
del pueblo, o sea, de comunistas, demócratas, etc, y sale diciendo frases
verdaderas que en su boca suenan huecas y falsas. Y suenan huecas porque no hay
ni un pasado, ni un presente, ni un futuro de Paz en esas frases que « roba »
y dice JM Santos. Es que las políticas de avanzada, progresistas, tienen que
estar sustentadas por toda una vida de lucha por los preceptos que se esgrimen.
Además, si
JMSantos –oligarca tradicional- habla de Paz, todos entendemos que está
hablando la guerra. Uno de los más grandes guerreristas –junto a Uribhitler y
al procurador- es precisamente JMSantos, a quien acompaña en su intento por re-elegirse
otro especímen de la troglodita, Germás Vargas Lleras. Porque ellos lo único
que saben es cumplir los dictados del imperio del Norte, el verdadero hacedor y
beneficiario de la guerra.
Por su parte, Uribhitler,
quien representa al sector mafioso-cavernario de la extrema derecha, « pelea »
con JMSantos porque no hace las cosas a « su » manera, es decir, a la
manera mafiosa. No se da cuenta que sea quien sea que esté en la « Casa de
Nari » las políticas que tienen que desarrollar –la guerra en este caso- los
unen y son dictadas por el amo de ellos. Es de resaltar que de las más de 2.800
procesos de paz adelantados en el mundo, ninguno ha sido auspiciado por el
imperio estadounidense porque precisamente todos los imperios viven y
sobreviven de la guerra como manera de expoliar a los otros pueblos.
La política de Paz de las FARC-EP
En este contexto
de las Conversaciones de la Mesa de La Habana queda más que patente que las
FARC si tienen una política de Paz, llamada « Solución Política al
Conflicto Interno », y su creación arranca desde la misma creación de esa
guerrilla heroica. Cada acto político-militar adelantado por las FARC era –y es-
un aporte a su política de Paz, la cual con el paso de los años se ha ido
decantando y puliendo.
No hay que
ahondar mucho en este aspecto ya que si algo está demostrando la Mesa de La
Habana es precisamente que las FARC-EP saben para donde van y que quieren,
objetivos que se entrelazan y ligan con los deseos del pueblo colombiano en su
conjunto.
Política de Paz contra la politiquería
Es menester decir
que es imprescindible adelantar una política de Paz para desarrollar durante la
construcción del Nuevo País que pretendemos los colombianos. O sea, un política
de paz permanente que esté por encima de los avatares de la política misma y,
por supuesto, de la politiquería de los partidos tradicionales y no
tradicionales colombianos.
Ello implicaría,
desde luego, sustraer la política de Paz del amenjo estatal y configurar un
marco especial y constitucional que la preserve de los raponazos de los
tramposos tahúres politiqueros colombianos. Y si somos consicentes, en la Nueva
Colombia no tendrían cabida esos animales rapaces y egoístas que han entregado
el pais al imperialismo por un mendrugo de paz, o por sus migajas.
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