Cambio Total.
Colombia ha
producido unos incomparables portentos en diferentes ramas, aún a pesar del
abandono en que la oligarquía ha sumido a su pueblo. Podemos afirmar sin temor
a equivocarnos que « el pueblo ha sido superior a sus dirigentes
oligárquicos ».
A los « Kid »
Pambelés, « Rocky » Valdés, Bernardos Caraballos, « Lucho »
Herreras, Catarine Ibarguen, « Tino » Asprillas, y los miles de miles
de muchachos que a golpe de patadas y/o puños –su físico- le han ganado la
existencia a una oligarquía que mantiene su « nivel de vida » a costa
de la explotación de sus semejantes pobres.
A nivel musical
no estamos exentos de esos portentos. A José A. Morales, José Benito Barros el « rey
de la cumbia », Arnulfo Briceño, se suman los « juglares vallenatos »
que dieron origen al « boom » musical de nuestra tierra, los cuales con
su cultivo armonioso y armónico han hecho sonar bien alto los aires musicales colombianos
allende nuestras fronteras. Y desde luego, hay ejemplos entre la llamada « Música
culta » como el maestro Gerardo Arellano, Francisco Zumaqué –apellido indígena-, y
otros que se escapan en el momento.
Hoy 25 de
diciembre será enterrrado en Valledupar uno de esos portentos. Diomedes Díaz.
El cual evidencia su extracción de clase
desde la más tierna infancia –es el « espantapájaros » enviado al
campo por el « patrón » dueño
de la finca en que trabaja su padre para que le cuide la cosecha de los
pájaros que se la comen (trabajo infantil sobre el cual los medios y
periodistas burgues ven como « normal »)-, cultivando a más de su
trabajo y amor por la tierra –hijo de
proletario agrícola pues carece de tierra para ganarse el sustento diario-,
su voz por vocación ya que nunca
tuvo un « maestro » que le enseñara y su « don » fue
cultivado como cultivan su canto los « vaqueros » en sus cantos de
vaquería (también proletarios que tienen que venderse al « patrón »
para poder subsistir).
La « vocación »
de cantante y canta-autor de Diomedes Díaz lo lleva a la cumbre, mas en su
interior sigue siendo un muchacho humilde, que apenas tuvo el dinero suficiente
compró la finca en que trabajaron él y su padre, y se la regaló a éste último,
tratando de subsanar un estado de cosas que le hizo vivir carencias y
penalidades porque « la vida es un
baile y hoy le damos la vuelta ». Como dice un músico popular muy
nuestro, « Diomedes era un
campesino (por convicción) y un artista por vocación ».
Con la fama, el
dinero y la gloria, en este sistema capitalista narco-paramilitarizado que
vivimos en Colombia, llegaron aparejadas las males compañías y los vicios (el capitalismo todo lo prostituye). Los
excesos en la vida son casi que propios en las personas que el estado no ha
preparado para el éxito y la gloria. Nunca Diomedes recibió del « estado
burgués » una formación intelectual, política, ideologica, que lo
enfrentara con éxito a los « cantos de sirena » que sonaban a su
alrededor. Hasta un candidato presidencial –y posterior presidente-, por
recomendación de sus amigos « narco-paramilitares » le solicitó una « parranda
con Diomedes » a un capo mafioso de la Costa Caribe con quien estaba
negociando su apoyo en las elecciones.
Mas Diomedes
siguió demostrando lo que era. No importaban los vicios y las malas compañías,
él era el « cacique » que nada lo alejaba de lo realmente importante
en su vida : su vocación y su convicción. Un artista que componía
canciones –aunque se dice que muchas de las canciones registradas por él no
eran de su autoría y tenía dos o tres « diomedes » que le componían
(algo usual entre los vallenatos)-, y se entregaba totalmente a su público. Su « ser
social » lo hacía sentir realmente realizado en la tarima, con su
público, y a él se entregaba por horas y horas para desgaste de los músicos de
su conjunto.
Diomedes tenía
una capacidad interpretativa tal que su estilo lo acomodaba al acordeonero de
turno, sin perder su esencia, y le sacaba lo mejor que éste tenía. Ahi era el « cacique »,
el manda-callar de la música vallenata. Con él tocaron los mejores acordeoneros
y algunos no tan buenos sobrevivían a su lado. La lista es larga como cientos o
miles son sus logros. Éxito total.
Los excesos de la
cocaína y el alcohol le pasaron factura. El corazón lo mató. « El
que por amor nació por amor se muere ». El cuerpo de Diomedes será
enterrado hoy en Valledupar, en la eterna paradoja de la música vallenata que
se nutre de todos los pueblos que componían la tribu « chimila » y « roba »
los talentos a esos pueblos (Incluso la música vallenata traspasó fronteras).
Ese robo es el designio trazado por la oligarquía vallenata que para defender
sus privilegios de clase ha abrazado el narco-paramilitarismo, la estrategia
contrainsurgente del estado colombiano, y hacia esa estrategia conduce a todo
aquel que asimilan o cooptan.
Mas no podrán
decir que Diomedes era de su clase. No. Jamás. Como los Alejos
Durán, los Luis Enrique Martínez, los « Pacho » Radas, los Alfredo
Gutiérrez, los Ismael Rudas, los Rafael Orozcos, y cientos más, todos de
extracción humilde que interpretan una música hecha por indígenas y negros en
su principios, después continuada por el mestizaje, Diomedes era un alma
humilde, de pueblo. Y ahí está su pueblo despidiéndolo, llorándolo, escuchándolo.
La vida efímera
se acaba, mas los seres de valía dejan su obra y su impronta. Diomedes Díaz
deja su obra para deleite de los cultores de la verdadera música vallenata y,
por qué no, para deleite de todos los melómanos. Algún día en la Nueva Colombia
le daremos el sitial que se merece. Q.e.p.d. Vamos, "Cacique"!
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"Ahí viene la perra..."
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