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Estados Unidos: Los bancos secuestran al gobierno

Written By Unknown on sábado, octubre 19, 2013 | sábado, octubre 19, 2013

Jorge Gómez Barata (especial para ARGENPRESS.info)

En evitación de males mayores, los constituyentes norteamericanos trataron de poner el dinero del país fuera del alcance, tanto del gobierno como de la banca privada y dieron todo el poder al Congreso. No pocas veces el partidismo y la corrupción política y pecuniaria han echado por tierra las intenciones de aquellos revolucionarios. La Constitución mandó que: (1) Sólo el Congreso podrá imprimir y acuñar moneda y tomar dinero a préstamo y no se cuestionará la validez de la deuda pública autorizada por ley. (2) No se podrá retirar ninguna cantidad de dinero del Tesoro sin una ley del Congreso, (3) Sólo el Congreso podrá aprobar impuestos pero…“No se impondrá capitación u otra contribución directa, sino en proporción al censo…” En el críptico lenguaje del texto, el subrayado significa que la constitución prohibía los impuestos sobre los ingresos personales.

A finales del siglo XVIII había en Estados Unidos tres bancos, circulaban diversas monedas extranjeras (en oro plata y papel) y los bancos, las tiendas, las empresas, las alcaldías, incluso los individuos emitían: vales, bonos, pagarés y diversas obligaciones de pagos y títulos de deuda. Según cierta corriente esta situación planteaba la necesidad de crear un banco nacional, hecho que para otros contradecía los preceptos liberales.

El banco de Estados Unidos


La fundación del Banco de Estados Unidos propuesta por Alexander Hamilton, fue aprobada por el Congreso en 1791 y su objetivo era acumular fondos para pagar las deudas contraídas por la nación, recaudar impuestos y establecer una moneda nacional estable. Thomas Jefferson se opuso.

Según el proyecto la financiación del banco, se haría mediante la venta de acciones por valor de 10 millones de las cuales el gobierno compraría dos. A aquel banco, una institución privada en la cual el gobierno depositó parte de sus activos, se le prohibió comprar bonos del gobierno (para no incurrir en el absurdo de adquirir deuda del gobierno con dinero del gobierno) y los accionistas extranjeros no podían ocupar cargos ni intervenir en las decisiones.

No obstante las previsiones, tras 20 años de funcionamiento, para 1791 el banco acumuló un déficit derivado de la actividad especulativa y cayó en “default”. Para salvar a una entidad privada, Hamilton propuso imponer un impuesto gubernamental al alcohol; así sobrevino la Rebelión del Whiskey en 1794. La anécdota adquirió relevancia porque el propio presidente Washington, al frente de un destacamento militar encabezó la represión, cosa que nunca más se ha repetido.

La licencia tenía una vigencia de 20 años que el Congreso no renovó, lo cual provocó la ira de los accionistas privados encabezados por Meyer Amschel Rothschild que según se afirma provocaron la guerra de 1812.

En 1816 el Congreso otorgó una nueva concesión para lo que sería el Segundo Banco de los Estados Unidos con atribuciones para emitir dinero público como préstamos contra interés. Aunque el banco tuvo éxito financiero, fundó 25 sucursales y aumentó el valor de sus acciones, por razones políticas que todavía se discuten, el presidente Andrew Jackson la emprendió contra la institución y en 1832 vetó el acuerdo del Congreso que extendía su licencia retirando los fondos públicos depositados en el banco, lo que decretó su ruina.

De ese modo Estados Unidos retornó a la antigua práctica de depositar los fondos federales en diversos bancos privados (según se afirma manejados por partidarios de Jackson). Dos secretarios del Tesoro se opusieron a esta modalidad y por primera vez en 1834, el Congreso promovió un voto de censura contra el presidente, que sin embargo se hizo inmensamente popular.

Un inmenso país en constante expansión económica, sin banco nacional ni central (durante 70 años), con un gobierno federal pequeño y amplia autonomía de los estados, gastos públicos mínimos, bajos impuestos y un liberalismo económico absoluto, Estados Unidos que con la conquista del oeste, la anexión de territorios mexicanos, el descubrimiento de oro en California y un mercado interno con una dinámica antológica, comenzó a atesorar dinero y valores y a experimentar enormes superávits, lo cual promovió la creación de numerosos bancos locales y regionales que realizaban el trabajo financiero para el gobierno.

Todo iba bien hasta que la Guerra Civil disparó los gastos federales y exigió cantidades de dinero que la banca privada no podía y no quería proveer y, en todo caso, prestaría con enormes intereses. Por tercera vez (el primero fue Jefferson y el segundo Jackson, un presidente se enfrentaba a los banqueros.

Con un ejército por crear y una guerra que librar, Lincoln ordenó al Departamento de Tesoro imprimir dinero para el gobierno. Aparecieron así los Green-backs (billetes verdes). Ese es otro capítulo de la historia. Luego se las cuento. Allá nos vemos.

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