Jorge Gómez Barata (especial para ARGENPRESS.info)
En evitación de males mayores, los constituyentes norteamericanos
trataron de poner el dinero del país fuera del alcance, tanto del
gobierno como de la banca privada y dieron todo el poder al Congreso. No
pocas veces el partidismo y la corrupción política y pecuniaria han
echado por tierra las intenciones de aquellos revolucionarios. La
Constitución mandó que: (1) Sólo el Congreso podrá imprimir y acuñar
moneda y tomar dinero a préstamo y no se cuestionará la validez de la
deuda pública autorizada por ley. (2) No se podrá retirar ninguna
cantidad de dinero del Tesoro sin una ley del Congreso, (3) Sólo el
Congreso podrá aprobar impuestos pero…“No se impondrá capitación u otra
contribución directa, sino en proporción al censo…” En el críptico
lenguaje del texto, el subrayado significa que la constitución prohibía
los impuestos sobre los ingresos personales.
A finales del siglo XVIII había en Estados Unidos tres bancos,
circulaban diversas monedas extranjeras (en oro plata y papel) y los
bancos, las tiendas, las empresas, las alcaldías, incluso los individuos
emitían: vales, bonos, pagarés y diversas obligaciones de pagos y
títulos de deuda. Según cierta corriente esta situación planteaba la
necesidad de crear un banco nacional, hecho que para otros contradecía
los preceptos liberales.
El banco de Estados Unidos
La fundación del Banco de Estados Unidos propuesta por Alexander
Hamilton, fue aprobada por el Congreso en 1791 y su objetivo era
acumular fondos para pagar las deudas contraídas por la nación, recaudar
impuestos y establecer una moneda nacional estable. Thomas Jefferson se
opuso.
Según el proyecto la financiación del banco, se haría mediante la venta
de acciones por valor de 10 millones de las cuales el gobierno compraría
dos. A aquel banco, una institución privada en la cual el gobierno
depositó parte de sus activos, se le prohibió comprar bonos del gobierno
(para no incurrir en el absurdo de adquirir deuda del gobierno con
dinero del gobierno) y los accionistas extranjeros no podían ocupar
cargos ni intervenir en las decisiones.
No obstante las previsiones, tras 20 años de funcionamiento, para 1791
el banco acumuló un déficit derivado de la actividad especulativa y cayó
en “default”. Para salvar a una entidad privada, Hamilton propuso
imponer un impuesto gubernamental al alcohol; así sobrevino la Rebelión
del Whiskey en 1794. La anécdota adquirió relevancia porque el propio
presidente Washington, al frente de un destacamento militar encabezó la
represión, cosa que nunca más se ha repetido.
La licencia tenía una vigencia de 20 años que el Congreso no renovó, lo
cual provocó la ira de los accionistas privados encabezados por Meyer
Amschel Rothschild que según se afirma provocaron la guerra de 1812.
En 1816 el Congreso otorgó una nueva concesión para lo que sería el
Segundo Banco de los Estados Unidos con atribuciones para emitir dinero
público como préstamos contra interés. Aunque el banco tuvo éxito
financiero, fundó 25 sucursales y aumentó el valor de sus acciones, por
razones políticas que todavía se discuten, el presidente Andrew Jackson
la emprendió contra la institución y en 1832 vetó el acuerdo del
Congreso que extendía su licencia retirando los fondos públicos
depositados en el banco, lo que decretó su ruina.
De ese modo Estados Unidos retornó a la antigua práctica de depositar
los fondos federales en diversos bancos privados (según se afirma
manejados por partidarios de Jackson). Dos secretarios del Tesoro se
opusieron a esta modalidad y por primera vez en 1834, el Congreso
promovió un voto de censura contra el presidente, que sin embargo se
hizo inmensamente popular.
Un inmenso país en constante expansión económica, sin banco nacional ni
central (durante 70 años), con un gobierno federal pequeño y amplia
autonomía de los estados, gastos públicos mínimos, bajos impuestos y un
liberalismo económico absoluto, Estados Unidos que con la conquista del
oeste, la anexión de territorios mexicanos, el descubrimiento de oro en
California y un mercado interno con una dinámica antológica, comenzó a
atesorar dinero y valores y a experimentar enormes superávits, lo cual
promovió la creación de numerosos bancos locales y regionales que
realizaban el trabajo financiero para el gobierno.
Todo iba bien hasta que la Guerra Civil disparó los gastos federales y
exigió cantidades de dinero que la banca privada no podía y no quería
proveer y, en todo caso, prestaría con enormes intereses. Por tercera
vez (el primero fue Jefferson y el segundo Jackson, un presidente se
enfrentaba a los banqueros.
Con un ejército por crear y una guerra que librar, Lincoln ordenó al
Departamento de Tesoro imprimir dinero para el gobierno. Aparecieron así
los Green-backs (billetes verdes). Ese es otro capítulo de la historia.
Luego se las cuento. Allá nos vemos.
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Estados Unidos: Los bancos secuestran al gobierno
Written By Unknown on sábado, octubre 19, 2013 | sábado, octubre 19, 2013
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