José María
Carbonell, Cambio Total.
Si bien todos los
puntos acordados para la discusión –que no diálogo- en la Mesa de
Conversaciones de La Habana son de capital importancia, el de la Participación
Política centra la atención de todas las clases de la sociedad colombiana.
Ello es así
porque la oligarquía y el imperio en 1964 cerraron la puerta de la
participación política de los campesinos de Marquetalia, dando origen a las
FARC, la cual abrió su « boquete » -una ventana apenas- para seguir
participando en política. Los Marquetalianos estaban desarrollando su « participación
política » al desarrollar su forma de vida en una zona a donde no llegaba
la mano del Estado. Y lo estaban haciendo bien. Hasta que llegó el Estado y los
bombardeó, es decir, les negó toda participación política a regir sus propios
destinos y se inventó el cuento de las « repúblicas independientes ».
La negativa
gubernamental de entonces parece que se repite ahora. Los delegados
gubernamentales repiten la letanía del NO a todas las propuestas de las FARC.
Especialmente en puntos sensibles. En el primero, fue la tenencia latifundista
de la tierra (1,44 de los terratenientes acaparan el 52% de la tierra). Hoy en
el de participación política es la Constituyente. Por qué el miedo oligárquico ?
Por qué el pavor ante la presencia del Constituyente primario ? Por que le
tienen tanto miedo al pueblo ? Por qué los ventrílocuos gubernamentales a
estos puntos les dicen No, NO, NO !?
Es el miedo a la
expresión popular. La oligarquía está muy acostumbrada a tener el poder en
sus manos. Y todo lo que signifique perder el poder les produce « terronera ».
El miedo es tal que sus cálculos –las llamadas « encuestas »- les
muestran que la Constituyente se podría convertir en un « caos » -del
malo dice un investigador colombiano porque según él hay un caos bueno-, y el
poder irse a manos del pueblo. Esa es la razón del NO repetitivo del
representante gavirista-trujillista en la Mesa de La Habana, aunque hay otras de
índole personal como que Gaviria Trujillo no quiere perder el « honor »
de ser la « madre » de la Constituyente que malparió la Constitución
del 91.
Viendo las cosas
desde el punto de vista electoral podremos vislumbrar esas causas de miedo. La
oligarquía ha manejado el país con el 20-25% del padrón electoral –con todo y
su maquinaria, con todo y sus vagabunderías y delitos al sufragio y a los
electores-. Cuando han alcanzado « votaciones históricas » lo han
hecho a través de fraudes en la Registraduría. Lógico que piensen que si las
FARC logran nuclear a su
alrededor al campesinado -35% de la población-, y a las otras expresiones
organizativas populares en las ciudades, pasarían fácilmente del 35%, incluso
llegarían al 40% y más allá.
Eso si contaramos
con una Registraduría impoluta, pero todos sabemos que ella se mueve a partir
de los billetes que les metan en sus bolsillos. Por ello tocaría direccionar
esa « avalancha popular » para controlar el conteo en la
Registraduría y en los puestos de votación. Significaría entonces una
movilización popular no solo para llevar los votantes a depositar sus votos,
sino para defender su voto ya depositado.
Mas tenemos que
lograr obtener primero lo primero. Que es que la Mesa de La Habana acuerde la
Constituyente, segundo gran pulso de las Conversaciones –el primero es la
tenencia de la tierra, que por estos días estamos viendo como escamotean las
leyes en el caso de Rio Paila-. El pueblo, sus organizaciones de masas, sus
organizaciones barriales y veredales, deben de mil y una manera expresarse en
favor de la Constituyente que deberá ser citada por el pueblo, refrendada por
éste y votados sus representantes, para convertirse en actores de su propio
destino. No debemos
esperar que el gobierno produzca acciones en favor del pueblo. No. El gobierno
es un gobiernode clase, oligárquico, y responde a los intereses oligárquicos e imperiales.
Nada bueno puede esperar el pueblo de él. Así que nos toca movernos y
movilizarnos. Pellizquémonos, ala!
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