Este
año en Argentina se conmemora el Bicentenario de la Asamblea del Año
XIII, "también conocida como la Asamblea General Constituyente y
Soberana del Año 1813, fue un congreso de diputados de las Provincias
Unidas del Río de la Plata convocado por el Segundo Triunvirato, que
sesionó en Buenos Aires desde el 31 de enero de 1813 hasta el 26 de
enero de 1815. Sus objetivos eran que los representantes de los pueblos
libres reconocieran la soberanía del pueblo, proclamaran la
independencia de las Provincias Unidas y redactaran una constitución que
definiese el sistema institucional del nuevo estado".
José Ernesto Schulman, Militante
por los derechos humanos, y actual secretario de la Liga Argentina por
los Derechos del Hombre, escritor y educador popular, nos ha compartido
su
análisis
a propósito del Bicentenario y la vigencia hoy de la lucha por la
defensa de los derechos humanos, por la eliminación de todo tipo de
tortura y esclavitud, así como la importancia del poder popular
constituyente.
LA CUESTIÓN DE LOS DERECHOS HUMANOS A DOS SIGLOS DE LAS RESOLUCIONES DE LA ASAMBLEA DEL AÑO XIII
La
recordación del 200º aniversario de la victoria de las fuerzas
patriotas y revolucionarias comandadas por el General Manuel Belgrano en
la Batalla de Salta ha puesto sobre el tapete las resoluciones de la
Asamblea del Año XIII, convocada para redactar la constitución de la
nación liberada; y productora de medidas trascendentes a pesar de no
haber podido lograr su propósito por la división entre los propios
(pocos) patriotas consecuentes que había en la época (básicamente, entre
los que seguían a Artigas –por lejos el más radical de los protagonista
del drama independentista del Río de la Plata- y los sectores
“jacobinos” de la ciudad de Buenos Aires).
Al
relacionar la batalla con los logros constituyentes, el historiador
Leonardo Juárez[1] dice que …”el triunfo posibilitó la radicalización de
medidas como por ejemplo, la “libertad de vientres”, que se otorgó el
dos de febrero de 1813, la“supresión del tributo indígena”, el 12 de
marzo de 1813 o la “abolición de los tormentos”, el 21 de mayo de
1813[2]. Grandes medidas, porque muchos consideramos a la Asamblea del
año 13 como la constitución mas importante de lo que después sería la
República Argentina.”
Repasemos
•
“la libertad de vientres” ambicionaba y anunciaba al fin de la
institución de la esclavitud, introducida por el Imperio Español ante el
“agotamiento” de la mano de obra indígena por el genocidio inaugural
(el de los primeros cincuenta años desde 1492 en adelante que se llevó
decenas de millones de habitantes originarios) y las masacres continuas
(Galeano ha relatado magníficamente el modo en que morían los indios en
las minas –en Potosí por ejemplo, tan cerca de nosotros-, en los
yerbatales o en la continuación de la conquista de tierras para el
dominio colonial o semicolonial como fue la llamada Guerra de la Triple
Alianza contra los guaraníes del Paraguay (exterminio de dos de cada
tres varones vivos al momento de la Guerra) o en la supuesta Campaña del
Desierto que, como ha explicado mil veces Osvaldo Bayer, no fue ni una
“campaña” ni se hizo en un “desierto”. Una buena parte de los esclavos
“libertos” murieron en las guerras de la Independencia. Se dice que
hasta un tercio de las tropas que cruzaron los Andes con San Martín eran
negros libertos. Luego del año 13, la esclavitud perdió posiciones pero
continuó en los confines de la patria: los yerbatales, las minas y en
las residencias de los comerciantes y funcionarios que mantuvieron el
servicio personal con esclavas, las que fueron reemplazadas luego de la
Conquista del Desierto por los cientos de niñas y niños indios que Roca y
su gente “regala” a las familias de buen nombre de la ciudad, los que
ya habían fundado el Club del Orden, el Jockey Club y por supuesto, la
Sociedad Rural y el Colegio Militar.
•
“la supresión del tributo indígena” ambicionaba y anunciaba el fin de
la dominación brutal, explotadora, colonialista y genocida que los
europeos habían establecido por medios militares (violentos, como les
gusta decir a los comentaristas pacatos cuando hablan de las luchas
populares) sobre la población originaria, lo que había llevado en
algunos países como Cuba a la cuasi eliminación total de la población
originaria de los Tainos o en nuestra La Rioja al hecho poco conocido
que a los pocos años del dominio de Velasco sobre los calchaquíes, el
número de estos es tan mínimo que habían sido superados por los esclavos
“importados”: “Juan Ramírez de Velazco había estimado en 1591 que los
tres pueblos sumaban algo así como 32.000 aborígenes; y si sabemos que
para 1795 los negros esclavos (importados para reemplazarlos en las
tareas mineras, agrícolas y de servicio) ya superaban en número a los
indios, y que en 1820 el total de habitantes de La Rioja apenas superaba
los 20.000 individuos de los cuales solo 3.178 eran descendientes de
los bravos diaguitas, podremos entonces comenzar a tener una idea del
grado de crueldad y salvajismo con que procedieron los colonialistas
españoles con los primeros habitantes de estas tierras, tan lejos del
mito (justificador del colonialismo) de la cruz y la espada.”[3]
Durante décadas, la invisibilización de los pueblos originarios fue tan
grande que llego a haber grandes intelectuales argentinos que creían
que “descendíamos de los barcos”, como si no tuviéramos orígenes en la
tierra propia. La masacre de Rincón Bomba (entonces territorio nacional
de Formosa) en 1947 puso de manifiesto que los ingenios azucareros
salteños y jujeños seguían con la mita y el yanaconazgo, seguían
explotando a los qom, como en épocas del español.
•
“la abolición de los tormentos” ambicionaba y anunciaba el fin del uso
sistemático de la tortura como método de interrogación, de obtención de
auto incriminaciones por parte de la Inquisición, de la cual también
fue anunciado el fin de su actividad por parte de la Asamblea. La
Inquisición fue introducida en Nuestra América casi al mismo tiempo que
la Invasión Imperial porque muchas veces se olvida que en el “año 1492”
no solo Colón llegó al Caribe, también los Reyes Católicos consumaron la
“reconquista” de Granada y con ello el fin del Reino Moro lo que
precedió a la expulsión de judíos y musulmanes del Reino, la
“conversión” de muchos de ellos al catolicismo y el crecimiento
exponencial de la Santa Inquisición como instrumento de la lucha por la
“pureza” religiosa primero, y cultural/política, luego. Como principal
ciudad del Imperio en la región, la sede principal de los Tribunales de
la Inquisición estaban en Lima, pero contaba con “sucursales” en
Córdoba y las principales ciudades del Virreinato donde, como precedente
de las luchas independentistas se desarrolló una campaña de
estigmatización sobre los lectores de Rousseau y de la Declaración de
los Derechos del Hombre y el Ciudadano a quienes se clasificaba de
“afrancesados” y perseguía con saña; persecución que retomarían Rosas y
sus continuadores casi sin interrupción hasta llegar al año 1902 en que
la persecución cambia de nombre y pasa a llamarse lucha contra los
“inmigrantes indeseables o ácratas o comunistas libertarios” para los
cuales se sancionó la Ley 4144, que permitía su expulsión sin pasar por
tramite judicial alguno, por mera resolución policial, con vigencia
hasta el año 1957.
Cuando
todavía no habían desaparecido los rastros de la Revolución de Mayo,
Esteban Echeverría analizaba (y así lo asume el Amauta José Carlos
Mariátegui en su obra) que la revolución se frustró porque de las
posibles alianzas sociales, entre los comerciantes y los pobres o los
comerciantes y la oligarquía (pensando en una división social simple de
muy ricos: oligarcas dueños de la tierra conquista a los pueblos
originarios y funcionarios de la Corona y la Republica, ricos:
comerciantes de la ciudad y empleados de diversos rangos, y pobres: los
indios, los esclavos y los gauchos) terminó prevaleciendo la alianza
entre la oligarquía y los comerciantes que ahogó la Revolución y aplastó
literalmente a los patriotas como Castelli, Belgrano, Monteagudo,
Artigas y expulsó hasta el mismo San Martín. Como bien le hace decir
Andrés Rivera al Manco Paz: “Volví a leer aquella suntuosa línea que
atribuyen a Napoleón: “La revolución es una idea que ha encontrado
bayonetas”… ¿Por cuál revolución empuñaron bayonetas mis hombres, a los
que no lloré cuando murieron?”[4]
Conmemorar
acríticamente la Revolución de Mayo, hablar sin más del Bicentenario de
la Independencia Nacional sin hablar de la derrota de los
revolucionarios y la frustración del proceso, no solo es históricamente
falso, también le hace el juego a quienes buscan hacernos creer que no
hace falta la lucha por la Segunda y Definitiva Independencia, esa gesta
a la que sigue convocando el Comandante Guevara desde “su histórica
altura” y pretende que el mundo de nuestros días es el paraíso de los
derechos humanos; mito que se derrumba con solo repasar qué fue de las
resoluciones tomadas hace doscientos años en la mítica Asamblea del año
13.
Puesto
¿qué fue de la supuesta abolición de la esclavitud, de la tortura y de
la discriminación de los pueblos originarios?, es la pregunta que la
historia le hace al movimiento de derechos humanos y la respuesta es
dura y dolorosa puesto que es indudable que en la Argentina del año 2013
subsisten formas de trabajo esclavo (como las propias agencias
gubernamentales han denunciado sobre los talleres clandestinos textiles
de Flores en Capital o diversas fincas agropecuarias en el interior del
país); la tortura es una práctica sistemática en las cárceles, las
comisarias, los centros de reclusión de las personas con enfermedades
psiquiátricas y aún en algunos geriátricos; y nadie puede ignorar la
persecución que sufren los Qom en Formosa o la nunca cumplida
reivindicación y reparación histórica por los robos cometidos contra los
Mapuches en la Patagonia que no son más que algunas de las muchas
expresiones de una práctica estatal que pretende ignorar el carácter
pluri nacional y pluricultural de la Argentina real, no la que
inventaron los liberales del siglo XIX ni los revisionistas del siglo
XX.
Eduardo
Rosenzvaig, impactado por la masacre Cromañón, comparaba las
incursiones genocidas de Roca contra los pueblos originarios al sur del
río Colorado con las políticas de exterminio que la burguesía nacional
dedicaba en los 90 a los jóvenes resultantes de las políticas
neoliberales anunciadas por la dupla Martínez de Hoz/Videla y
concretadas por la otra dupla Cavallo/Menem. En aquellos días, el
historiador tucumano recordaba que si la generación del 80 (del siglo
XIX, la que “organizó” el país), entusiasmada con las promesas del
“progreso ininterrumpido” que creía iniciar con el siglo XX anunciaba su
mayor promesa con las palabras de Rubén Darío “juventud, divino
tesoro”, la burguesía mafiosa resultante del Genocidio nacional mostraba
como muestra de su agotamiento histórico, las políticas del gatillo
fácil y el futuro Cromañón: vivir para consumir y morir consumiendo,
como único horizonte posible para las nuevas generaciones.
Estallado
aquel país en el diciembre popular del 2001, llevamos más de diez años
de promesas de finalizar el ciclo neoliberal y abrir para la juventud
las puertas de la política liberadora y el trabajo digno. ¿Cómo explicar
entonces que la Bonaerense y la Santafesina, la Neuquina y la
Formoseña, que las policías provinciales todas y también la Federal y
también la Gendarmería y los Servicios Penitenciarios –tanto el Federal
como los provinciales-, sigan matando jóvenes con el Gatillo Fácil y la
tortura, sino porque las promesas de aquella Asamblea del año XIII
siguen pendientes de cumplimiento? ¿Acaso porque un tercio de los
trabajadores sigue en condición precaria y otro tercio orilla la
desocupación siendo la mayoría de estos jóvenes y porque hay cientos de
miles que siguen sin encontrar lugar alguno en la sociedad argentina: ni
trabajo digno, ni educación, ni deporte, ni cultura; para ellos solo el
paco y el hastío antes del gatillo fácil o la cárcel.
Una
vez más, proponemos que para iniciar el debate sobre la democratización
de la Democracia Argentina, para que podamos poner en correspondencia
la mirada crítica y descalificatoria sobre el pasado reciente, con su
extraordinaria conquista de Juicio y Castigo para Videla y algunos de
sus oficiales, colaboradores civiles, judiciales, médicos, políticos y
religiosos, etc., con la mirada sobre los crímenes que el Estado comete
cotidianamente, es urgente e imprescindible cumplir con lo más elemental
que requiere la vida democrática y republicana: terminar con la tortura
en sede policial y en las unidades penitenciarias, respetar los
derechos de los pueblos originarios al menos con el mismo nivel con que
se respetan los derechos mal habidos de los que se apoderaron de casi
todo lo publico en los periodos del Terrorismo de Estado y del
Neoliberalismo fundamentalista y anular sin más tramite la Ley
Antiterrorista de la que los Torquemada y sus verdugos estarían más que
orgullosos. Es simple entonces, para los que preguntan y preguntan
por los cambios que la Constitución requeriría para mejorar la
democracia argentina, les proponemos comenzar por algo más que sencillo:
cumplamos las resoluciones del año 1813, y habremos comenzado un camino
de honra y dignidad nacional verdadera.
________________________________________
[1]
http://cronicasdelnuevosiglo.wordpress.com/2013/01/31/un-analisis-marxista-sobre-la-asamblea-del-ano-xiii-por-leonardo-juarez-historiador-comunista-y-salteno/
[2] en la verificación de los datos históricos ha colaborado el compañero Emiliano Morón
[3]
La Rioja que resiste. educación y lucha de clases. Cincuenta años de la
A.M.P., libro del autor disponible
enhttp://www.amplar.org.ar/documentos/LaRiojaqueResiste.pdf
[4] “Ese Manco Paz”. Andrés Rivera. Editorial Alfaguara
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