Cambio Total.
Una Víctima es “todo ser viviente sacrificado o destinado al sacrificio. (…) Desde el
punto de vista utilizado habitualmente, una víctima es la persona que sufre un daño o perjuicio, que es
provocado por una acción u omisión,
ya sea por culpa de otra persona, o por fuerza mayor”.
“El Victimista se diferencia
de la víctima porque se disfraza consciente o inconcientemente simulando una
agresión o menoscabo inexistente y/0 responsabilizando erróneamente al entorno
o a los demas” (Wikipedia).
El Victimario es el que sacrifica consuetudinariamente –regularmente- a
sus víctimas por política o conducta sociopática y los somete a muerte y/o insoportale
dolor y sufrimiento. En ésta categoría se engloban los definidores de políticas
victimizantes (presidentes, ministros, etc) y los que por pertenecer a las
fuerzas militares (oficialidad, suboficialidad) deben adelantar las “políticas”
que los comandantes superiores definen como tales.
Ahora bien, según
Wikipedia “en Guerra, se denomina víctima
a la persona física, ya sea militar o no, que muere o es herido en el
transcurso de una batalla o acción de guerra. Por ello se pone un mayor énfasis
en los daños corporales, diferenciándose en este caso entre heridos y
fallecidos (siendo todos ellos víctimas). (…) También se suele diferenciar
entre víctimas militares (soldados de uno u otro bando) y civiles (llamado
también daños colaterales)”.
Desde luego, no podemos
dejar de lado las lesiones psicológicas que se infringen a los combatientes y a
los civiles en desarrollo de las acciones militares, las cuales son desechadas
normalmente por los hacedores de la guerra. La tortura, dejada de lado como
violación de derechos humanos de los colombianos, es una muestra de esas
prácticas y las inconmensurables lesiones dejadas por ella, que en la mayoría
de los casos tienen un sustrato orgánico y manifestaciones psicológicas.
Por ello, no hay que
confundir las cosas y no nos dejemos confundir por la palabreria de los
sociópatas. Porque quien pretende confundir lo que trata es de salir limpio de
una situación que lo compromete totalmente. Es el caso de Uribe Vélez, Lafaurie
y los llamados “civiles, terceros” que quieren presentarse como víctimas cuando
son victimarios/victimistas que han participado directamente en el conflicto o guerra
interna.
Por ello, debemos estar
claros que no es lo mismo víctima, victimista y víctimario.
Una víctima, en Colombia, son aquellos hijos del pueblo que
han tenido que soportar los atropellos de todo tipo de parte del Terrorismo de
Estado. Ese sufrimiento es producido por la definición de una política estatal
(”guerra al comunismo”, ”repúblicas independientes”, “guerra contra las drogas”,
etc) y de ella se derivan unas acciones de guerra que sufre el pueblo.
Muchos de los miembros de las FARC-EP resultaron en la
guerrilla producto del genocidio de la U.P., y de las persecuciones del
campesinado por parte de las fuerzas militares-narcoparamilitares estatales,
así como de la persecución de diferentes sectores de la ciudad y el campo.
Esas acciones de guerra han producido más de 220.000
víctimas mortales dice el CNMH -660 mil y 1 millón dicen otras fuentes-, de las
cuales el 83% de masacres, el 83,3% de ejecuciones, 97,7% de desapariciones
forzadas y 100% del desplazamiento forzoso son responsabilidades del Estado
colombiano.
En esa guerra se involucraron –y se siguen involucrando-
sectores poderosos: empresarios, ganaderos, terratenientes, etc, y ellos han
contribuído a acrecentar los efectos de la guerra y a aumentar el número de víctimas.
Es más, no es solo contribuyendo con los impuestos de guerra a los cuales los
obligan los gobiernos para sufragar parte de su política de guerra, sino que
ellos voluntariamente contribuyen al sostenimiento de los ejércitos
narco-paramilitares y de restitución de tierras, a fin de desarrollar los
efectos primordiales para esos sectores, el desplazamiento forzoso y el despojo
de las tierras.
Las guerrillas ante tal escenario desarrollaron acciones de
guerra contra esos sectores y, desafortunadamente, en ocasiones se dió un exceso
en tales acciones. Es necesario clarificar que los hijos de los ricos no
soportaron esas acciones de guerra por parte de los agentes estatales –ni siquiera
fueron a la guerra- y ni siquiera fueron objeto de acciones militares por parte
de la otra parte que se vió obligada a levantarse en armas, la guerrilla.
Aún hoy vemos a victimistas/victimarios
tratando de victimizar aún más las verdaderas víctimas.
Debemos manejar un
lenguaje claro, diáfano, que permita entendernos y avanzar hacia una Colombia
en Paz con Justicia Social. La JEP, la verdadera JEP aprobada en La
Habana, es un paso hacia ello. Debemos implementar los verdaderos Acuerdos de
Paz.
/hvt
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