Hernando Vanegas Toloza,
Postales de Estocolmo.
La
anormalidad de la guerra convertida en normalidad en la vida de un país.
Contrario a los que
creyeron que con la Dejación de Armas por las FARC-EP ya habían cumplido su
cometido y lo que se avecinaba era la lucha contra la corrupción, el pueblo ha
puesto de presente que en la Colombia de hoy la lucha por la implementación del
Acuerdo de Paz es la consigna movilizadora.
Así lo han signado las
movilizaciones campesinas y la Minga indígena, quienes también marchan por sus
propias reivindicaciones, y han develado que si el gobierno no pone en
ejecución lo acordado con ellos, mucho menos pondrá en ejecución la
implementación de la paz de manera real y verdadera.
Así las cosas, el
cumplimiento de la Implementación va aparejada con el cumplimiento de los
Acuerdos con los sectores populares movilizados desde hace varios años atrás,
los cuales han soportado la represión y el masacramiento por la lucha por sus
reivindicaciones. Así de ésta manera, la Paz es un asunto
prioritario para el pueblo que ha soportado la guerra, una guerra injusta
impuesta desde los centros de poder oligárquicos e imperiales.
Desde luego, Colombia ha vivido una situación de anormalidad producto de la guerra decretada
en 1964 en contra de 48 campesinos, convertida así en laboratorio de guerra
contrainsurgente por el querer de los halcones de la guerra, el imperialismo
estadounidense.
Reforzada esa anormalidad en la permanencia de un estado de
sitio durante más de 30 años, de manera permanente, y en la legislación de
guerra que todos los gobiernos oligárquicos sin excepción hacían aprobar por
los parlamentos, legislación que se incluía al ordenamiento jurídico como algo
”normal” convirtiendo lo anormal en
normal en la vida del país.
Por ello, en Colombia el horror de las desapariciones
forzadas, las masacres, las ejecuciones extrajudiciales, el desplazamiento
forzoso y la acumulación de tierras en manos terratenientes-ganaderas, terminaron
siendo vistas como algo ”normal” con el san benito de la guerra
contra-insurgente.
Habrá algo más anormal en la visión de un militar, y de toda
una sociedad, que la categorización de sus conciudadanos como un ”enemigo
interno” al que había que acabar ”a sangre y fuego”? Esa visión las reforzaban
los mandatarios de turno con expresiones acuñadas según el ”sabio” entender de
cada uno, como la de aquel que dijo ante las ejecuciones de jóvenes inocentes
que seguramente ”no estaban recogiendo café”.
Esas visiones y esa legislación de guerra aún están
presentes en la vida nacional y corresponderá a los colombianos de bien
realizar todos los esfuerzos por hacerla desaparecer de nuestra realidad de
vida.
Es necesario entonces seguir en la lucha por la implementación
del Acuerdo de Paz ya que la construcción de la paz es la vuelta de la vida del
país a la normalidad dejada 53 años atrás.
No queremos dejarles a nuestros hijos y nietos un país
envuelto en la anormalidad de la guerra, en el cual todos los desafueros e
irrespetos a los derechos humanos fundamentales se justifiquen precisamente por
esa anormalidad de la guerra.
Colombia hoy, por primera vez, se está inscribiendo en el
concierto de las naciones precisamente por haber firmado el gobierno nacional y
las FARC-EP el Acuerdo Final para una paz estable y duradera, el cual se está
convirtiendo en un referente mundial, aún con la implementación pendiente. Imaginemos el grado de respeto que habremos conseguido
de cumplir a cabalidad el gobierno nacional con todo lo pactado en el Acuerdo
de Paz…
Defender la paz es
entonces el imperativo histórico del momento. No podemos ser inferiores al reto
que tenemos como colombianos amantes de la Paz.
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