Hernando Vanegas Toloza, Postales de Estocolmo.
Hemos sido puntuales en señalar que todo indicaba que al
gobierno Santos solo le interesaba la dejación de armas por parte de las
FARC-EP y que después la implementación del Acuerdo de Paz le iba a importar un
”sieso”.
Desafortunadamente ese
mal pronóstico está resultando verdadero. Ello se evidenció en la no
construcción de los campamentos en que iba a vivir los guerrilleros. Siguió con
la no aplicación de la Ley de Amnistía y al día de hoy hay más de 1.000
guerrilleros –los llamaré así hasta que no sean liberados ya que no están
siendo objeto de las leyes del Acuerdo de Paz-. Continuó con la no realización
de la RRI y la entrega de tierra a campesinos y ex-guerrilleros a fin de que
adelantaran sus proyectos productivos para sus sostenimientos.
Quedó evidenciado fehacientemente
con el torpedeo de la Reforma Política, con el torpedeo a la aprobación de la
las circunscripsiones de paz para las zonas azotadas por la guerra, con el
torpedeo de la aprobación de la JEP.
El hecho de solo haber
sido aprobados por el Estado el 18% de los compromisos adquiridos ante la
comunidad nacional e internacional –ONU, países garantes, Unión Europea, etc-,
mas sin embargo pasearse “muy orondo y muy majo” por el mundo ostentando el
Nobel de Paz y entregando la soberanía nacional bajo el pretexto de recibir
ayudas para el posacuerdo, es la muestra de que el gobierno Santos ni siquiera está
dispuesto a cumplir así sea por el hecho de que su única obra para mostrar como
acto de gobierno exitoso es la paz.
Lo anterior está
evidenciado en el total de 98 normas
expedidas y ejecutadas de las presentadas al Congreso: 7 actos legislativos, 5
leyes por Fast track, 36 decretos de
ley, 46 decretos ordinarios. Pírrico resultado de un congreso atosigado por las
denuncias de corrupción y malos manejos que continúa pidiendo “coimas” o como
la llaman los colombianos “mermelada” a fin de expedir los Acuerdos de Paz
presentados por el gobierno Santos.
El pueblo colombiano
vivió momentos de esperanza y alegría con las firmas del Cese Bilateral de
Fuegos y posterior con la firma del Acuerdo de Paz, y esa esperanza lleno de positivismo
a nuestro pueblo que comenzó –sería mejor decir continuó con nuevas energías- la
lucha por sus reivindicaciones, entre las cuales está para los campesinos el
recibir las tierras despojadas por el desplazamiento y la entrega de baldíos
para los campesinos –casi todas mujeres- que no la tenían. En cambio, los
potentados como Luis Carlos Sarmiento Angulo recibían el apoyo del estado para
apoderarse de cientos de miles de
hectáreas de las tierras baldías destinadas a los campesinos.
Al día de hoy la
incertidumbre es total entre los campesinos y, más, entre los ex-guerrilleros, que
ven como paso a paso, gota a gota, el gobierno va incumpliendo los compromisos
adquiridos con el Acuerdo de Paz. Ello es más evidente cuando el presidente
Santos muestra más energía amenazando a los ex-guerrilleros que decidan irse –ante
sus incumplimientos y marrullerías- “otra vez para el monte” para defender sus
vidas por razones de seguridad.
Ello compele a los
sectores populares a realizar manifestaciónes exigiendo sus derechos. Ante un
estado decrépito, incapaz de reformarse a sí mismo, le corresponderá al pueblo
sacudirse y entrar a construir una nueva institucionalidad, un nuevo país que
contemple la Paz como bien supreso con justicia.
La base de ese nuevo estado
será la implementación del Acuerdo de Paz para reconstruir las instituciones de
nuestro país. Cada vez son más los sectores populares que se suman a la lucha.
Ya estamos claros que la oligarquía no tiene capacidad, ni el deseo, de
reformarse a sí misma. Ellos están plácidamente satisfechos con el statu quo.
La movilización popular
los sacudirá de ese estado de aletargamiento y los sacará de los plácidos
sillones institucionales. A la vez de las movilizaciones del ahora,
debemos ir preparándonos para las elecciones del 2018 en donde les mostraremos
el verdadero poder del pueblo.
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