Domínico Nadal, El Cuento de la Semana.
Érase un país… que producía matas de coca y cocaína
para satisfacer los apetitos drogómanos de los estadounidenses y europeos.
Ese país producía coca a través de dos Carteles. El
Cartel de Medellín, el precursor. Y el Cartel de Cali, el seguidor.
El Cartel de Medellín estaba liderado por el “Don”
Pablo Escobar Gaviria, primo de José Obdulio Gaviria y patrón de Álvaro Uribe Vélez,
y acumuló tal poder en sus manos –dólares, sicarios, propiedades, etc- que
mafia al fin se preguntó por qué tenía que rendirle cuentas al gobierno de
turno y se decidió a participar en política –como hoy lo hacen JEG y AUV-.
Ante la negativa de la clase politiquera que quería
los dólares pero no la “cercanía” nauseabunda de los narcos, el Cartel de
Medellín desencadenó una campaña de terror contra todos los colombianos. Por su
parte, El Cartel de Cali fue desarrollándose como “caballeros” que igualmente
asesinaban colombianos y violaban las mujeres que les gustaban.
Los dos Carteles terminaron enfrentados por sus
intereses mafiosos.
El Cartel de Cali conformó lo que se llamó como “Los
Pepes”
perseguidos por Pablo Escobar-, el cual se alió con el
gobierno
(policía)
en otro contubernio impúdico –el otro fue de las fuerzas
militares aliadas con el narcotráfico para adelantar la Guerra
sucia contrainsurgente-, lo cual terminó en el asesinato del “Don” Pablo
Escobar y la extradición del Cartel de Cali a los Estados Unidos (“Así paga el
diablo a quien le sirve”).
Hoy tenemos la re-edición de los dos Carteles. El Cartel de Medellín re-editado por JOG y AUV, y el
Cartel de Cali, o ”Los Pepes”, por el ”coscorronero”. Al igual que sus
predecesores ambos pretenden hacerse al control del estado, el aparato politico-económico,
mediante la más sucia campaña electoral que se pueda imaginar –eso que todavía
no arranca-.
Ambos Carteles están
disputándose los favores –votos- de la extrema derecha, el ala más extrema de
la sociedad, y adelantan una campaña sistemática de exterminio de líderes
populares, a fin de que no les disputen el poder, en cuyo propósito les ayudan
algunos miembros de las fuerzas militares, policías, empresarios, y, claro
está, narcotraficantes y narco-paramilitares.
Por cuenta de esos dos Carteles estamos viviendo una nueva
etapa de terror en Colombia. Atacan
con todo su sevicia y odio al Acuerdo de Paz suscrito entre las FARC-EP y el
gobierno nacional en representación de todo el estado.
Los colombianos de bien,
el pueblo, tenemos que organizarnos y unificarnos para impedir que los Carteles
vuelvan a hacer de las suyas. Sólo la acción mancomunada de los campesinos,
indígenas, obreros, estudiantes, mujeres, etc, será capaz de dar al traste con
las malévolas intenciones de las mafias.
No lo permitamos por el
bien de nuestros hijos y nietos!
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