Allende La Paz.
Es una verdad del tamaño
de una catedral que los dineros del narcotráfico permearon toda la vida
colombiana. La economía no podía ser la excepción.
Desde la “ventanilla
siniestra” del Banco de la República los dineros del narcotráfico entraban
raudos a la economía y paliaban la crisis económica colombiana, economía
subdesarrollada con rasgos feudales dependiente del imperialismo
estadounidense, quien era –y es- el que dictaba las políticas económicas (ALBA,
TLC, etc) y las políticas de Guerra para imponer esas políticas económicas.
Por ello, decir que
Colombia es un país dependiente del narcotráfico es lo mismo que decir que los
Estados Unidos han permitido tal política y la han dictado desde los centros de
poder de Washington.
Cuando el narcotráfico
inundaba Colombia –Carteles de Medellín con el capo Pablo Escobar, jefe de
Álvaro Uribe Vélez, Cartel de Cali, Cartel del Norte del Valle, etc- ello era
evidente para todo el mundo. Hasta le construyeron una cárcel –la Catedral-
conforme la quería el capo (gobierno Gaviria Trujillo).
A la muerte de Escobar,
los más favorecidos fueron los del sector financiero que se quedaron con miles
de millones de dólares depositados en sus cuentas, y lógicamente la economía
subterránea y legal del narcotráfico. Miles de haciendas propiedad
del capo Escobar quedaron en manos de sus testaferros.
La policía, los militares, los jueces, los políticos
tradicionales (politiqueros), los comerciantes de todo tipo, todos recibían su
parte del porcentaje del negocio, consciente o inconcientemente, al punto que
era una máxima que quien mandaba erael “verde”.
Los dineros del narcotráfico entraron de igual manera a las
campañas políticas de los partidos tradicionales y los nuevos nacidos al calor
de la borrachera de los ”verdes” y hasta llevaron al propio Escobar al congreso
colombiano.
El contubernio impúdico del estado con las bandas del
narcotráfico quedó develado con el entrenamiento de las bandas armadas de
narcotraficantes –pagadas por Uribe Vélez según el instructor israelí Yair
Klein-, y se evidenció en masacres, ejecuciones, despariciones forzadas, y en
el desplazamiento forzado que favorecía directamente a los
ganaderos-terratenientes.
Sumieron entonces a
Colombia en una inconmensurable tragedia humaniataria, que al día de hoy
todavía estamos en la tarea de reconstruir.
El
narco-praramilitarismo se disparó en toda Colombia de la mano de Álvaro Uribe
Vélez con las Convivir –las Autodefensas Unidas de Colombia de Carlos Casataño-
cuando fue gobernador de Antioquia y posteriormente como presidente de
Colombia.
Uribe Vélez adelantó un
fementido proceso de paz con los narco-paramilitares. Los narco-paramilitares
reconocieron más de 120.000 asesinatos, recibieron 33 condenas por la Ley de
Justicia y Paz, y sus capos traicionados por el propio Uribe Vélez –fueron extraditados-
cuando éstos comenzaron a contar sus conexiones de él y la clase política. Lo
que en realidad sucedió fue el intento de Uribe Vélez de institucionalizar el
narco-paramilitarismo en la vida nacional.
El negocio del
narcotráfico nunca fue tan exhuberantemente existoso como en los tiempos de
Uribe Vélez. Ya no perseguían a dos cartels, sino que éstos se habían
multiplicado y existían 300 de éstos que suplian la demanda de Estados Unidos y
Europa.
Al día de hoy el narcotráfico
sigue siendo una fuente de divisas -ilegal- para la economía colombiana, sumida
en crisis por pasar de país exportador a importador de petróleo, entre otras causas. Mas tenemos
que reconocer que la época dorada comenzó con el Cartel de Medellín y ha tenido
un declive a partir de la terminación del Segundo período de Àlvaro Uribe
Vélez.
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