Revista Semana.
“Acá no nos violan”, es una de las frases que más repetían las mujeres en uno de los 26 puntos de concentración de las FARC, el día en que el Teatro Nacional y la fundación Yo aporto a la paz llevó la obra de teatro Monólogos de la Vagina.
El campamento queda a una media hora en carro del municipio de Icononzo (Tolima). Luego hay que andar unos 20 minutos más por un camino lleno de lodo por el que es fácil caerse.
En la recepción del campamento hay una carpa construida sobre una estructura de guadua donde el techo y las paredes son de plástico, los mismos insumos con los que está construido casi todo el campamento. Allí, conviven alrededor de 300 personas entre hombres, mujeres y niños. Varios de ellos vienen de Guaviare, Caquetá y Vichada y Tolima. Llegaron a este lugar a finales de enero de este año.
Algunos están almorzando, otros están viendo noticias. En este momento se ve en imágenes a cientos de personas protestando en Venezuela.
En los muros de plástico hay varios carteles. Uno dice “Mitos y realidades: salud sexual y reproductiva. Mitos: Si uno tiene relaciones con el periodo no puede quedar embarazada. Se puede tener relaciones con copa. La gonorrea solo les da a los homosexuales. Los homosexuales son los únicos que tienen enfermedades. Si uso condón no voy a quedar en embarazo. Realidades: El método efectivo de planificación es el DIU, ligadura de trompas, vasectomía, entre otros. El flujo anormal puede ser por una infección”.
Se pueden ver varias hojas de papel con algunos de los sueños de los integrantes de las FARC. “Quiero estudiar ingeniería civil”, “Quiero que haya igualdad”, “Quiero que juntos construyamos un país mejor”. Además, hay notas en las que se refieren a las muertes de mujeres en los últimos días en Bogotá “por un país igual, ni una más”.
Hay que subir un poco más, a otra carpa donde el grupo hace sus reuniones y donde se presentaría la obra de teatro. Luisa, una de las mujeres del campamento enciende un cigarrillo y sube la loma con tranquilidad. Luego toma su celular y hace una llamada. Pide que le guarden comida a Siria, la perrita que adoptó hace 15 días.
En una de las casas está Jerónimo cargando a Alix, una bebé de ocho meses de edad. Está saludando al grupo de periodistas y camarógrafos que vienen para el evento. “Ella es una hija de la paz. Antes no se podía. Ahora muchas mujeres quieren tener bebés. Ya hay cerca de ocho niños en este campamento”, dice el padre de la pequeña.
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Mientras los técnicos terminan de armar una tarima, de acomodar el sonido y la indumentaria, varias personas se toman fotos con las actrices. “¿Los besos que se da en la novela son de verdad?”, pregunta una de ellas. “Son de mentira, todo lo que pasa en las novelas es mentira”, contesta Indhira Serrano. Entre mujeres socializan más, mientras que los hombres se ven un poco tímidos.
Icononzo es uno de los campamentos más visitados por su cercanía con la capital (aproximadamente cuatro horas en carro). Varios universitarios, grupos de mujeres, LGTBI, docentes y organizaciones de salud han ido a conocer el lugar.
“Lo que me molesta es que digan que acá nos violan. Tengo 29 años. Llegué a las FARC a los 13 y nunca he escuchado que acá nos violen. Por eso me gusta que la gente venga y vea con sus propios ojos que no somos la clase de monstruo que piensan”, dice Denis Aguilera, quien se unió a la guerrilla, porque según cuenta, el Ejército Nacional le quemó su casa, el ganado y ya no tenían nada más.
“Lo que pasa es que las violaciones en las FARC o la violencia contra una compañera puede ser motivo de fusilamiento. Acá además hay que pedir permiso para tener novio y si uno tiene novia toca con una sola, porque también lo castigan si se mete con varias, y lo mismo a las mujeres”, dice Fardei Aldana, de 24 años y quien llegó a la guerrilla cuando solo tenía ochos.
“Uno acá se acuesta con alguien porque quiere. Y también hay cortejo: Nos mandamos notas, nos acompañamos en la guardia, vamos a caminar o a tomarnos un tinto... No es que a uno le gustó alguien y ya se va a acostar con él, como también han dicho sobre nosotros”, agrega Aguilera
Varios de ellos dicen que lo más interesante de las actividades que han hecho últimamente son los talleres sobre género y sobre personas de la comunidad LGTBI. Según relata Aldana, los homosexuales no podían ser militares porque la organización tenía que mantener su “prestigio”.
En la presentación de la obra varios pasan de la perplejidad a ataques de risa. La representación de Diana Ángel, Carolina Cuervo e Indhira Serrano trata sobre la violencia sexual y la desigualdad de género, sobre la naturalidad del lesbianismo, la sensualidad, el deseo, el placer, la infidelidad, y sobre todo del silencio y el sufrimiento de las mujeres.
Integrantes de las Farc. Foto: Cortesía Teatro Nacional/Catalina Salamanca.
Todos los que están en el campamento toman fotos y graban con sus celulares, y el grupo de farianos que estudian periodismo lleva sus cámaras de video. Sin duda, es la obra de teatro en la que más celulares se haN visto y en la que se pudo grabar toda la presentación sin que los organizadores se molestaran. Varios de ellos tenían Facebook y acceso a Whatsapp a través de los planes prepagados que ofrecen los servicios de telefonía móvil. Así podrían intercambiar lo que grabaron de Monólogos de la vagina.
Al final de la obra, varias de las habitantes del campamento se levantan para hacer paralelos un poco inesperados. “Le hablo desde una vagina guerrillera a una vagina artista. Ustedes están hablando de los mitos de la sexualidad, de cosas que no se hablaban antes. Me alegra que estén acá para que también puedan desmitificar a la mujer de las FARC, porque acá siempre han reconocido el papel de la mujer”, dice una de ellas.
“Veo que el arte es otra forma de denuncia y que puede ser una forma para que escuchen nuestras voces porque los que cuentan la historia son los hombres y muchas veces no se habla de la tristeza, la inseguridad, el sufrimiento que también pasamos las mujeres”, afirma otra.
Integrantes de las Farc. Foto: Cortesía Teatro Nacional/Catalina Salamanca.
Las actrices que estaban en la tarima se ven conmovidas. Cada vez que alguien se animaba a hablar y a agradecerles por la presentación, ellas responden con la voz quebrada. “Yo estoy muy agradecida de poder estar acá. Pensé que jamás iba a ser posible que tuviéramos un encuentro. Y estoy feliz de saber que la paz es posible y que a través del arte podemos encontrarnos”, dice Carolina Cuervo tratando de contener las lágrimas.
Lo sorprendente para muchos es que algunos llegaron con la intención de enseñar sobre educación sexual, pero en realidad fue un espacio para compartir: “Acá no hay diferencia entre hombres y mujeres. Todos trabajan, todos cocinan, todos prestan la guardia, todos estudian. Para nosotros son bienvenidos todos los que vengan a enseñarnos aunque tenemos muy claro los temas de educación sexual, anticonceptivos, periodo, aborto, embarazo y demás... No siento que haya desigualdad en las FARC entre hombres y mujeres”, explica Valentina.
Por su parte, Camila Hernández, licenciada en lengua y una de las profesoras del campamento, dice que le parece importante siempre reivindicar el papel de la mujer. “Celebro cada vez que se reivindica el papel de la mujer. La historia de nuestras guerrilleras en muchos casos se ha perdido... Es importante tener este tipo de encuentros que hasta eso nos había negado el Estado, la mayoría nunca estuvo en una obra de teatro”, afirma.
Integrantes de las Farc. Foto: Cortesía Teatro Nacional/Catalina Salamanca.
Una neblina espesa rodea todo el campamento, pero en pocos minutos todo vuelve a estar despejado. Desde arriba se pueden ver otras montañas y las luces que se empiezan a encender en Fusagasugá y Pandí. Dos de los integrantes de las FARC se animan a cantar.
El humor hizo que los hombres perdieran la pena. Incluso uno de ellos se animó a pedirle clases de escritura a Carolina Cuervo:
— Señorita usted también escribe libros, ¿cierto?
—Sí señor.
—¿Usted me podría dar su teléfono? A mi me gustaría que me enseñaran a escribir un libro.
— Me imagino que tiene muchas historias buenas…
— Pues la verdad sí.
La actriz Diana Ángel dice que le ha sorprendido los sentidos que le dieron a la obra y que su imagen de los guerrilleros cambió. Se sorprendió de lo disciplinados que son, de su forma de hablar, de lo cariñosos que son entre ellos y de sus sueños: Muchas quieren estudiar, ser bailarinas, cantantes, periodistas y sobre todo participar de forma activa en la política.
La actriz también manifestó que se siente preocupada por la forma como las FARC están viviendo: “A uno le dicen que están en hoteles cinco estrellas, en grandes fincas, pero no. Esto es muy angustiante. Ellos necesitan vivir en un lugar digno porque están en cambuches, y como hemos visto, en esta zona llueve mucho. Acá nos dicen que este es uno de los mejores campamentos, cómo será el peor... Ellos necesitan vivir de una forma digna”.
Las farianas dicen que hasta el momento el Gobierno no les ha cumplido pero que van a esperar y van a agotar todas las formas pacíficas para que el proceso llegue a un buen término. Mientras tanto, van a seguir mejorando, en la medida de lo posible, el campamento donde planean seguir viviendo.
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