Hernando Vanegas Toloza, Postales de Estocolmo.
Decía sabiamente V.I. Lenin sobre las guerras: ” Los socialistas [comunistas] han
condenado siempre las guerras entre los pueblos como algo bárbaro y feroz. Pero
nuestra actitud ante la guerra es distinta, por principio, de la que asumen los
pacifistas burgueses (partidarios y propagandistas de la paz) y los anarquistas.
Nos distinguimos de los primeros en que comprendemos
el lazo inevitable que une las guerras con la lucha de clases en el interior
del país, y en que comprendemos que no
se puede suprimir las guerras sin suprimir antes las clases y sin instaurar el
socialismo; también en que reconocemos plenamente la legitimidad, el
carácter progresista y la necesidad de las guerras civiles, es decir, de las
guerras de la clase oprimida contra la clase opresora, de los esclavos contra
los esclavistas, de los campesinos siervos contra los terratenientes y de los
obreros asalariados contra la burguesía. Nosotros, los marxistas, diferimos
tanto de los pacifistas como de los anarquistas en que reconocemos la necesidad
de estudiar históricamente (desde el punto de vista del materialismo dialéctico
de Marx) cada guerra en particular. La historia ha conocido
muchas guerras que, pese a los horrores, las ferocidades, las calamidades y los
sufrimientos que toda guerra acarrea inevitablemente, fueron progresistas, es
decir, útiles para el progreso de la humanidad, contribuyendo a destruir
instituciones particularmente nocivas y reaccionarias (como, por ejemplo, la
autocracia o la servidumbre), y las formas más bárbaras del despotismo en
Europa (la turca y la rusa). Por esta razón, hay que examinar las
peculiaridades históricas de la guerra actual”.
Ver: V. I. Lenin EL SOCIALISMO
Y LA GUERRA
Es claro, entonces, el carácter de la guerra que la oligarquía nativa y
el imperialismo estadounidense han adelantado en Colombia desde 1964 con el
ataque a Marquetalia, pero jamás la justificamos. En ese orden de ideas,
siempre apoyamos desde nuestra civilidad la lucha que los guerrilleros de las
FARC-EP –y otras formaciones guerrilleras- en el entendimiento que la propuesta
de la organización insurgente armada nos llevaría necesariamente al silenciamiento
de los fusiles.
Recordemos la famosa máxima de Clausewitz: “La guerra es la prolongación
de la política por otros medios”, la cual ha servido para analizar y concluir
el carácter de las guerras en cada caso particular. Aplicándola a la guerra interna
colombiana concluímos que fue una guerra
injusta contra el pueblo colombiano, el cual fue sometido a un laboratorio
contra-insurgente que les permitió aplicarlo en toda América Latina y el mundo.
Siempre insistimos en que los hacedores de la guerra –el estado
colombiano- terminarían por convencerse de la inutilidad de la guerra y de que
una guerrilla con amplia base social –el campesinado fundamentalmente y
sectores populares en las ciudades- era prácticamente indestructible. El tiempo
vino a darnos la razón. Hoy estamos en el proceso de la implemantación del
Acuerdo Final para una Paz estable y duradera firmado entre el gobierno de JM
Santos y las FARC-EP. Igualmente se está
en proceso de negociación con el ELN.
Durante los años de la guerra
el pueblo se manifestó de diferentes maneras en favor de buscarle una salida
política al conflicto armado interno. Esas peticiones siempre cayeron en los oídos
sordos de la élite que detenta el poder, el establishment.
No eran solamente los campesinos, sino sectores obreros, estudiantiles,
mujeres, ancianos, que deseaban vivir en un país en Paz para que cesaran los
efectos nocivos de la guerra fratriciada, muertes, desaparición forzada,
ejecuciones extrajudiciales, desplazamiento forzado, robo de las tierras de los
campesinos, etc.
Lógicamente que desde la actual administración de JM Santos llegaron al
entendimiento de la necesidad de parar la guerra interna toda vez que el
agotamiento de los inversores en la guerra –los empresarios, financistas, terratenientes,
ganaderos- ya no aguantaban más y dada la imposibilidad de vencer militarmente
la guerrilla de las FARC-EP, para lo cual ensayaron todas los formas posibles
incluídas el Plan Colombia, considerado “el más grande esfuerzo
contra-insurgente adelantado por los gobiernos de Estados Unidos y Colombia”.
Ese esfuerzo fue vano y los resultados están a la vista de todo quell que
quiera ver.
Además, es imposible alcanzar una Paz, así sea una paz relativa, sin el
concurso de la insurgencia armada. De igual manera y a pesar de que desde el
estado, la élite en el poder sigue aplicando toda la legislación de guerra creada
durante los más de 52 años de confrontación armada contra el pueblo, estamos
transitando –con atrasos y marrullerías- por el proceso de implementación del
Acuerdo Final de Paz firmado en el Teatro Colón de Bogotá.
Nuestro pueblo ha manifestado
su “estado de ánimo” en favor de la Paz. Son conocidas las manifestaciones del
Silencio y las diferentes manifestaciones en las diferentes ciudades
(campamento estudiantil en la plaza de Bolívar de Bogotá, marchas en otras
ciudades, comunicados, etc). Sin embargo, aplicando la legislación de guerra desde
los centros de poder bogotanos implementan el más salvaje neoliberalismo ejerciendo la más violenta forma de aplicar
la violencia contra un pueblo, la violencia estructural estatal. Las leyes, la represión
a la justa protesta popular contra el neoliberalismo, el encarcelamiento y las
ejecuciones extrajudiciales de líderes popular –las cuales han aumentado
significativamente desde el año pasado (120 según informa la ONU en 2016 y 15
durante éste año)- nos indican que la guerra la continúa adelantando el estado
y sus gobiernos contra el pueblo.
Para nosotros los revolucionarios es claro que a la vez de mostrar el carácter
reaccionario de la guerra y de mostrar las bondades del cese de la
confrontación armada, debemos enfatizar que las otras formas de violencia
ejercidas desde el estado contra el pueblo solo serán superadas con la
construcción de una Nueva en Paz con justicia social.
Solo si el pueblo toma el poder para sí se podrán superar las violencias
contra él y cesarán los saqueos de las arcas estatales –corrupción- y el saqueo
de nuestros recursos naturales. Todo aquel que desee una Paz real y estable
debe manifestarse en favor de ella de todas las formas posibles y luchar por
conseguirlo.
La lucha por la Paz continúa. Las
FARC-EP están dando los pasos hacia su consecución, pero necesita la presencia
manifiesta de los obreros, campesinos, estudiantes, mujeres, etc, para lograr
confluir todos en un gran movimiento que defienda la Paz, su implementación,
paso previo hacia la construcción de la Nueva Colombia con justicia social que
tanto anhelanos los colombianos.
Vamos pa´esa !!!
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