A medida que se consolida el proceso de paz con las Farc, aumenta el volumen de las voces de quienes quieren seguir apostando por la guerra e impedir que el país pueda tener la opción de vivir sin una guerra de guerrillas.
Se critica que las Farc esperen tener seguridad jurídica, que se respetaran los acuerdos, antes de proceder a la dejación total de las armas. Armas que están silenciadas desde el inicio del cese unilateral del fuego. ¿Qué pensará un guerrillero desmovilizado, antes de dejar su arma, cuando oye a dirigentes políticos decir que si llegan al poder modificarán el acuerdo? Es obvio que pedirán la seguridad jurídica de que se respetará lo firmado.
Un nuevo obstáculo surge: los enemigos del proceso de paz le atribuyen completamente a este el aumento del área sembrada con hoja de coca, aduciendo que la prohibición de la fumigación aérea fue una exigencia solo de la guerrilla. Se olvida que, con el criterio del principio de precaución, las autoridades de salud pidieron la suspensión de la fumigación aérea por los altos riesgos para la salud de los habitantes. El método de fumigación por aspersión aérea además de costoso es ineficiente. Las cifras son sencillas: el mercado requiere 650 toneladas anuales de cocaína, de estas, 600 se dirigen a EE.UU.; teniendo en cuenta las incautaciones, se requiere una producción 1.000 toneladas, las áreas de cultivo se distribuyen en Colombia, Perú, Bolivia y Ecuador; si baja en un país, sube en el otro. Políticas que busquen disminuir el consumo, o concentrar su acción en la destrucción de los laboratorios y en el desmantelamiento de las redes de distribución en los países consumidores, son más eficientes y hacen menos daño a las personas y al ambiente.
El senador Uribe ha sido reiterativo en el sentido de que si su partido gana el poder en las próximas elecciones, procederá a modificar lo pactado con las Farc. Podría pensarse que hace estas declaraciones por interés electoral. En realidad no, lo hace porque ama la guerra y parece incapaz de vivir y dejar vivir en paz a un país.
Una reciente declaración en Telesur del jefe paramilitar alias Alberto Sierra, detenido por ser el autor de varias masacres, caracteriza al senador Uribe como un hombre de guerra. Es muy elogioso del carácter de quien llama “comandante integral”, en varias referencias lo describe como “nuestro referente”, reconoce que ayudó a financiar su primera campaña presidencial con $270 millones recaudados en La Pintada. El jefe paramilitar dice que su organización ayudó a miembros del Ejército en la ejecución de los crímenes denominados “falsos positivos” como una forma de presentarle resultados al entonces presidente. Afirma que Uribe apoyó la creación de estructuras paramilitares
Retomando un tema de actualidad, alias Alberto Sierra aconseja a los guerrilleros del las Farc y del Eln que no se desarmen, pues Uribe con su espíritu guerrero hará lo posible por combatirlos con armas, aun si están desarmados.
Por supuesto que las declaraciones de un delincuente como es el paramilitar Sierra hay que tomarlas con beneficio de inventario, pero si este quiere obtener reducción de penas, sus afirmaciones no pueden alejarse totalmente de la verdad.
La sociedad debe exigir que se le permita apostar por la paz. La historia también reconocerá los aportes que para lograrla hicieron en su momento los gobiernos que precedieron al actual, así hoy Pastrana y Uribe se opongan a su implementación.
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