Jesús Pérez González-Rubio. Foto: Semana.com
Por Jesús Pérez González-Rubio (*)
Tengo la sospecha de que la inmensa mayoría de los colombianos, tanto los que votaron por el No como los que lo hicieron por el Sí no se tomaron el trabajo de estudiar a fondo el Acuerdo de paz con las FARC, quizá porque el tiempo para hacerlo fue muy corto.
La Ciencia tiene claro lo que sucede cuando al electorado se le envía el mensaje de que va a perder ciertos valores como el de la justicia porque los guerrilleros no pagarían cárcel; la democracia en razón del castro-chavismo; la familia en virtud de la ideología de género; la propiedad privada por cuenta de eventuales extinciones de dominio, etc. En estos casos opera: “Un concepto básico de la psicología social es que las personas son más fáciles de persuadir al mostrarles lo que pueden perder, más que lo que pueden ganar... ante una posible pérdida, la amígdala toma el control logrando inhibir el neocórtex (la parte lógica del cerebro) y nos impide tener control racional”... (Felipe Riaño Jaramillo, El Espectador, lunes 17 de octubre 2.016, p.6).
Es el caso de los “Cristianos” que vieron en los Acuerdos un atentado contra la familia porque supuestamente consagraban la llamada “ideología de género” cuando no hacen más que repetir algo ya consagrado en el a.13 de la Constitución: Prohibir la discriminación negativa en contra de la mujer ya sea esta blanca, negra, albina, indígena, campesina, urbana, madre soltera o casada, en unión marital de hecho, heterosexual o lesbiana.
Deseo aclarar este punto porque es indispensable que ellos tomen conciencia de su equivocación y de la difícil situación por la que atraviesa el proceso de paz, situación que evoca pavorosamente el siguiente verso cantado de Bob Dylan ya que si no hay paz con las FARC tampoco la habrá con el ELN ni con las Bacrims: “¿Y cuántos muertos harán falta para que comprendamos que ya han muerto demasiados?”.
Dice el Diccionario de la Real Academia Española: género femenino: “El de los nombres sustantivos que significan personas y algunas veces animales del sexo femenino”. Género masculino: “El de los nombres que significan personas y algunas veces animales del sexo masculino”. Es el sentido en el que el Acuerdo de paz con las FARC toma la palabra género. Así, por ejemplo, en la Reforma Rural Integral (R.R.I.) se dice: “esa transformación estructural requiere también que se promueva la equidad de género mediante la adopción de medidas específicas para garantizar que mujeres y hombres participen y se beneficien en pie de igualdad de la implementación de este Acuerdo” (Negrillas, mías) Es claro que equidad de género quiere decir igualdad de género. Que la mujer esté “en pie de igualdad” con el hombre para efectos de beneficiarse de la implementación de los Acuerdos. ¿Habrá algún equívoco o duda respecto del alcance que se le da a la expresión “equidad de género”? ¿Habrá que poner “equidad de sexo” donde el Acuerdo dice “equidad de género” para, aunque algo ridículo, dejar satisfechos los caprichos de quienes recelan por este término del Acuerdo?
Otro ejemplo: “los planes y programas acordados como parte de la RRI deben tener un enfoque territorial, diferencial y de género que implica reconocer y tener en cuenta las necesidades, características y particularidades económicas, culturales y sociales de los territorios y las comunidades rurales —niñas, niños, mujeres y hombres, incluyendo personas con orientación sexual e identidad de género diversa— y garantizar la sostenibilidad socio-ambiental”. ¿Tendrá la expresión de “enfoque de género” un alcance diferente del de excluir todo tipo de discriminación en los planes y programas de la R.R.I.? ¿Habrá que reemplazar la palabra “género”? ¿Al hacerlo cambia en algo el fondo de lo allí dicho?
Otro ejemplo: “igualdad y enfoque de género: reconocimiento de las mujeres como ciudadanas autónomas, sujetos de derechos que, independientemente de su estado civil, relación familiar o comunitaria, tienen acceso en condiciones de igualdad con respecto a los hombres a la propiedad de la tierra y proyectos productivos, opciones de financiamiento, infraestructura, servicios técnicos y formación, entre otros; atendiendo las condiciones sociales e institucionales que han impedido a las mujeres acceder a activos productivos y bienes públicos y sociales”. (Negrillas, mías) ¿Habrá duda respecto de que, de nuevo, la expresión “enfoque de género” significa igualdad con respecto a los hombres en relación con la propiedad, proyectos productivos, opciones de financiamiento y formación?.
¿Qué tiene que ver todo lo anterior con la llamada “ideología de género” que la han definido como la afirmación de que no se nace hombre o mujer sino que se llega a serlo? Esto es totalmente distinto de los roles que la cultura de las sociedades le asignan tanto al género masculino como al femenino. Antes de la revolución que arranca en los 60‘s del siglo pasado el rol asignado a la mujer era el de ama de casa, de madre de familia encargada de levantar a los niños, de cocinera, de planchadora, etc. El rol que hoy se les asigna es muy diferente: Son gerentes, presidentes de grandes empresas, grandes juristas, médicas, profesionales y trabajadores que al medio día llenan los restaurantes, todo ello en igualdad de condiciones con los hombres en los más modestos oficios y en los más encumbrados. Y a los hombres se les asignaban los roles de trabajar fuera de la casa, de llevar el pan de cada día porque era quienes recibían ingresos, el de ser duros, fuertes, macho machotes para quien las lágrimas eran prohibidas pues sólo las “nenas” podían llorar. Hoy los hombres cambian pañales, hacen mercado, cuidan de los niños en la casa, no tienen que avergonzarse por llorar, etc. Los roles han cambiado, en mi opinión para bien.
¿Qué tiene que ver el tema de los roles que la cultura social le asigna a hombres y mujeres de manera cambiante con el tiempo con la tal ideología de género? Pues nada, absolutamente nada.
Es que los acuerdos no consagran esa mentada ideología. Pero el miedo a que ella afectara a la familia, aunque se tratara de un temor infundado, llevó a las urnas muchos votos por el No de manera injustificada. ¡Qué lástima! De otro lado, en ninguna parte el Acuerdo de paz pone en duda o controvierte el derecho de los padres a educar a sus hijos con absoluta autonomía.
Queda uno sorprendido. Pero al mismo tiempo optimista. Porque si para que los “Cristianos” en su inmensa mayoría apoyen el Acuerdo de paz con las FARC lo que se requiere es cambiar la palabra “género” por otra, creo que no habría ningún problema, o no debería haberlo.
Y es que lo que los “Cristianos” quieren que el Acuerdo diga respecto de la familia es lo que dice; y no dice lo que ellos no quieren que diga. Pero me atrevo a pensar que no tenían conciencia de esto salvo algunos pocos como el Pastor Ricardo Rodríguez que advirtió a su feligresía que en los Acuerdos no había ningún atentado contra la familia ni ninguna ideología de género.
Quiero creer que se equivocaron y no que actuaron por razones de bandería política tomando como pretexto la supuesta “ideología de género” y la defensa de la familia que nadie atacaba, para acompañar al Centro Democrático en su oposición radical al Acuerdo de paz con las FARC.
Y una palabra adicional: da tristeza que los pastores de mi iglesia católica no hayan seguido al Papa Francisco en su entusiasmo por la paz de Colombia. ¿Será que la jerarquía olvida las enseñanzas del Cristo? Es que lo que Jesús de Nazareth dijo fue: "Bienaventurados los que procuran la paz, pues ellos serán llamados hijos de Dios”. Tenían que tomar partido a favor del Sí de manera resuelta como lo hizo el Papa Francisco que se jugó no una sino varias veces por la paz representada en el Acuerdo con las FARC.
* Constituyente 1.991.
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