Hernando Vanegas, Postales de Estocolmo.
Porque desde el Estado siempre se han propugnado las soluciones de guerra, los revolucionarios, incluídas las FARC, han luchado -y luchan- por la Paz. Siempre.
La paz no tiene tiempos en un país en guerra. Una guerra decretada por la oligarquía en el poder con la dirección del imperio estadounidense. La paz es una lucha permanente por acabar la guerra. Es, además, una lucha permanente contra los guerreristas. Contra sus agenciadores. Contra sus propagandistas (políticos, medios, etc). Contra sus realizadores. A sabiendas de que quién decide hacer la guerra debe tener siempre la paz en su horizonte.
Por eso hemos visto y vemos a los revolucionarios dando inclusive la vida por la paz. Las FARC, por ser una organización que nace de la decisión de guerra oligárquica, han enarbolado desde sus inicios la bandera de la Paz. Bandera que es el resultado de su profundo espíritu humanista, derivado de sus principios ideológicos, el Marxismo-Leninismo. Por qué sus enemigos no pueden tener la misma magnanimidad?, nos preguntamos.
Y en esa lucha, nosotros, civiles, desarmados, no combatientes, confluímos con las FARC, sin que ello signifique militancia o pertenencia. Los colombianos de bien estamos con todos aquellos que quieran la paz en Colombia. No queremos que el ruido ensordecedor de los fusiles acalle la voz de la Paz.
Por ello insistimos e insistiremos en la necesidad de comenzar a transitar caminos de paz, permanentemente. Precisamente en medio de la guerra. En esa guerra ideada y aplicada desde la suciedad de sus ideólogos, la oligarquía y el imperio; luchamos por la paz. No le tememos a las persecuciones. No le tememos a la muerte porque la guerra nos ha quitado a nuestros seres queridos y nos ha dejado sin ganas de vivir. Solo el ansia de paz nos devuelve las energías y nos hace levantar.
La Paz no puede tener tiempos porque entonces estaríamos perdidos. Aun en el canto luctuoso de las ametralladoras, de los fusiles, de las bombas, de los aviones asesinos, vislumbramos un cántico de paz, de esperanza. En la carne destrozada de los muertos por la guerra vemos el significado de la paz.
La esperanza que convierte nuestro camino en más ligero. En menos barrialoso. La esperanza de que nuestro pequeño accionar del ”aleteo de mariposa” hará producir cambios en las mentes de hasta los más asesinos y renuentes. El futuro del hombre no puede ser el exterminio de su especie. No nos convirtamos en Homo sapiens necans definitivamente y no llevemos al mundo a un cataclismo.
Empecemos ya. La paz no tiene tiempos, su vida es atémpore porque su enemigo siempre está agazapado esperando el momento de darle el zarpazo. Paremos la guerra hoy y construyamos la paz del mañana y transitemos el camino de la fraternidad, la reconciliación, de la rehabilitación. Vivamos como seres humanos a partir de acabar la guerra y busquemos otras maneras de resolver nuestras diferencias. Dialéctica y dialógicamente.
Nunca debemos olvidar, perder de vista, que el amor es el recurso dialógico que nos lleva a resolver de manera pacífica, sin armas asesinas, las contradicciones. Brindemos amor a los nuestros, al vecino, al camarada, al lejano. Porque nuestra tranquila sonrisa dibuja en nuestros labios una mariposa revoloteando por la vida.
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