El imperialismo tiene múltiples caras, un sinfín de tentáculos y un gran arsenal de armas. De todas ellas, la cara que más muestra su verdadero carácter es la reacción, de la que crea tentáculos por todo el mundo y cuyo principal arma es el terror.
La reacción, la oposición al progreso, el retorno a las ideas propias de formas sociales y políticas del pasado, es el recurso del imperialismo para frenar el avance del pensamiento y las libertades en la sociedad humana. El imperialismo sabe que su dominio sobre el planeta es finito. Por eso organiza y financia el terror de la reacción para intentar frenar el avance de la historia.
El terror en manos de la reacción se ha demostrado en el pasado como un arma formidable para impedir el avance de la humanidad. Por el terror, la Tierra era plana y el Sol giraba alrededor de nuestro planeta. El terror nos paraliza, nos hace vigilar nuestra espalda antes de hablar, nos quiebra la voz antes de alzarla contra el gobernante, hace que nos tiemble la mano si pensamos en levantar el puño contra el poder. Por eso el imperialismo se ha encargado y se encarga de que todos los pueblos del mundo conozcamos las terribles y mortales consecuencias del terror. Para eso organizan, financian y arman a la reacción.
El equipo de Charlie Hebdo conocía bien esas consecuencias, pero como dijo su director y dibujante el camarada Stéphane Charbonnier, colaborador del PCF, citando a Pasionaria prefirieron morir de pie que morir de rodillas. Y lo hicieron levantando la mejor arma que existe contra el terror: la risa.
El equipo de Charlie Hebdo intentaba hacernos reír. Reír que suene como decir no. Reír que suene como decir basta. Reír sabiendo de qué nos reímos, arremetiendo contra los molinos, con la risa como escudo y como espada. Y hasta que una insolente carcajada llena de convicción y de firmeza estalle desafiante ante el que manda cada vez que decrete la tristeza.
Las caricaturas del camarada Stéphane Charbonnier, “Charb” y sus compañeros de Charlie Hebdo, intentaban hacernos reír, porque reír es la forma más sublime de ejercer la resistencia, porque si aprendemos a responder al terrorismo de la reacción con la risa, su miedo no podrá paralizarnos y no podrán imponernos de nuevo el silencio que frena el avance del pensamiento y de las ideas, que frena en definitiva el progreso de la humanidad. Ese que inevitablemente acabará más pronto que tarde con quienes organizan y financian al terror.
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